Esa noche mis nervios eran monumentales, Fausto quedó en pasarme a buscar a las nueve y yo realmente no sabía que ponerme. Por suerte B había llegado temprano del local y me ayudó, finalmente elegimos un jean negro, con botas largas del mismo color y un sweater extra grande en color gris, mi favorito.
— Estás preciosa...— murmuró Fausto sobre mis labios antes de ayudarme a subir a su camioneta.
La casa de Raúl quedaba un poco alejada del centro del pueblo, casi en la entrada a este. Es una enorme casa de dos plantas y muy bonita. Atravesamos la entrada, nos estacionamos justo detrás de un pequeño auto rojo y ni bien bajamos de la camionera una mujer delgada, con el cabello oscuro y prolijamente peinado salió a recibirnos.
— ¡Al fin! — la mujer me abrazó y fue un gesto agradable— No te imaginas las ganas que teníamos de conocerte.
— Muchas gracias— sonreí mientras la mujer saludaba a Fausto.
— Soy Alicia, la esposa de Raúl y la madre de Emiliano...
— Es un placer Alicia, soy Mora.
Entramos a la casa y en la cocina, para mi sorpresa, se encontraba Raúl frente a la estufa con varias ollas en ellas.
— ¡Mora querida! — exclamó con mucha alegría.
— Raúl...
Me acerque al hombre que me estrechó entre sus brazos, no solían gustarme estas demostraciones de cariño, pero Raúl era un hombre que transmitía mucha paz. Algo en sus gestos me decía que era una buena persona.
Minutos más tarde sonó el timbre y Emiliano entró acompañado de una joven que me presentó como Sofía, su novia. La chica no pareció muy contenta de verme, era como si no hubiera esperando que yo estuviera allí, pero decidí no darle mayor importancia.
Raúl había preparado pastas caseras y estaban deliciosas. No voy a negar el haberme sorprendido con su habilidad en la cocina, el hecho de haberme criado con mi abuela y sin figuras masculinas a mí alrededor me hace suponer que los hombres son inútiles.
— ¿Cómo te sientes en el pueblo? — Alicia preguntó ignorando algo que decía la novia de Emiliano y eso pusó de manifiesto la tensión que había entre ambas.
— Muy bien, es un lugar increíble...— di por finalizada mi cena y bebí un trago del delicioso vino que habían servido— Aun no conozco demasiado, la verdad es que tengo un trabajo que presentar a fin de mes y eso me tiene un poco ocupada.
— ¿A qué te dedicas? — me preguntó Sofía hablándome por primera vez en lo que iba de la noche.
— Yo pregunté lo mismo y quedé como un ignorante— comentó Emiliano.
— Por favor, no es para tanto— dije sonrojándome un poco— Soy escritora...
— ¿Escritora? — Alicia parecía sorprendida— que interesante ¿Qué escribes?
— Mora escribió varias sagas de libros— Fausto sonaba orgulloso y eso me hizo sentir tan bien— es realmente muy buena, yo mismo leí varias de ellas...
— Gracias— susurré tímidamente.
— No seas humilde— Alicia palmeó mi mano— Uno tiene que estar orgulloso de sus logros.
— Lo estoy, es un gran sueño cumplido para mí— asentí despacio— Es solo que soy un poco tímida y me avergüenza todo lo que viene con la fama.
— Bueno, tampoco tan famosa, en esta mesa solo te conocía Fausto— el comentario de la chica no me molestó, en el fondo tenía razón, pero su tono hostil me ponía nerviosa.
— Sofía— Emiliano la reprendió en voz baja, Raúl suspiró molesto y Alicia la miró con tanto odio que pensé que saltaría sobre la mesa a atacarla.
— Tiene razón— me reí tratando de relajar la situación— pero en Buenos Aires es diferente, la gente me conoce y siempre que nos reuníamos era hablar constantemente de mis historias, si escribiría algo más de tal o cual saga, o cual sería mi próximo proyecto, es como si solo fuera una máquina que escribe.
— Debe ser molesto— comentó Alicia poniendo los ojos en blanco — Me gustaría leer algo tuyo— dijo con una sincera sonrisa.
— Puedo traer alguno de mis libros— dije justo antes que Sofía me interrumpiera.
— ¿Tu nombre es Morana? — preguntó con la vista clavada en su teléfono— Creí que era Mora...
— Mora es un apodo, una abreviatura...
— Morana— murmuró Alicia— que nombre interesante, nunca lo había escuchado.
— Es de la mitología Eslava, mi madre amaba la mitología en general. Tenía fascinación por ella y Morana era el nombre de la diosa de la muerte.
— Que tétrico...— comentó Sofía por lo bajo ganándose otra reprimenda de Emiliano.
— Para nuestra cultura puede que lo sea— Le respondí en voz alta y segura— Mi madre murió de cáncer cuando yo era muy pequeña, no recuerdo gran cosa de ella, pero si su valentía, mamá no tenía miedo a la muerte, creí que era lo más poderoso que había. Consideraba que era el final y el principio de todo, que cuando moríamos volvíamos a ser uno con aquellos que nos habían abandonado tiempo antes, pero que de alguna manera nunca abandonábamos este plano, solo dejábamos de estar de manera física...