Había decidido dejar que los sucesos de la noche anterior no afectaran mi día. Si esto que de la sensitividad era real, supuse que eran cosas a las que debería adaptarme y mejor antes que tarde.
Tras mantener una larga charla devolutoria con mi editora me sentía renovada y con muchas energías. A todos les habían encantado los primeros capítulos y tras hacerme algunas sugerencias, que me habían parecido bastante racionales, habían aceptado mi nuevo proyecto. Ese hecho me había dado muchas más energías por lo que mientras Odín corría por toda la casa yo me había dedicado a escribir sin parar, las palabras caían como agua de manantial. Hacía mucho tiempo no me resultaba tan sencillo hacerlo.
Después de almorzar me ocupé de limpiar y cuando terminé decidí llevarme un té y a Odín al estudio de mi tía. EL cachorro se hecho bajo un fuerte rayo de sol que entraba por la ventana y yo me senté en el escritorio, dispuesta a continuar leyendo los cuadernos. No soy consciente de cuánto tiempo había pasado leyendo, pero recuerdo haber quitado mis narices de ellos cuando vi a Odín levantarse y acercarse despacio a la puerta del estudio. El cachorro se sentó en el umbral y se quedó observando fijamente el pasillo, su cabeza se movía de un lado a otro como si intentara comprender algo que tenía frente a sus ojos.
Con mucho cuidado cerré el cuaderno y me puse de pie, al hacerlo el sofá rechinó y Odín me observo pero instantáneamente su atención volvió al pasillo, fue entonces, que comencé a escuchar los sonidos que provenían de la cocina, era como si alguien estuviera cocinando, pero yo sabía que esa no era B, ella no estaba en casa.
Camine despacio, tratando de no hacer ruido. A medida que atravesaba el pasillo y me acercaba a la sala un olor a lavanda se hacía más y más fuerte, llegue a la sala y podía sentir el sonido de alguien preparando café y olerlo desde donde estaba. Odín caminaba a mi lado, atento pero tranquilo, no parecía asustado ni alterado.
Ni bien poner un pie en la cocina todo estaba como lo había dejado, limpio y ordenado. Todo menos la taza de café favorita de mi abuela. Una que yo le había pintado cuando era pequeña, en ese momento un frio recorrió mi cuello y el olor a lavandas me rodeo. Mis ojos se inundaron de lágrimas y sentí como si alguien colocara una mano cálida en mi pecho, se sintió familiar.
— ¿Abuela?— pregunté con la voz anudada en mi garganta.
Nadie respondió y el aroma se desvaneció. Pero no necesitaba una respuesta, esa sensación cálida, sabía que era ella.
Odín ladró y comenzó a mover su cola.
— ¿Era la abuela verdad?— me agaché para acariciar su cabeza— ¿Qué tal si nos vamos a comprar una correa y después salimos a dar un paseo?— pregunté como si el entendiera algo de lo que decía.
Lo que me había sucedido en la cocina había renovado mi humor, no era que antes me sintiera mal, pero sentía que ese hecho había removido algo en mí. Me había hecho sentir, por primera vez, que mi abuela estaba realmente ahí.
Después de pasar por la veterinaria y pedir que revisen a Odín, que me informaran que estaba en perfecto estado y que le dieran sus vacunas, compre algunas cosas que le hacían falta y decidí pasar por la inmobiliaria a ver a Fausto.
Ni bien entre Odín pareció haber olfateado a Fausto porque empezó a mover la cola y sacudirse con la intención que lo bajara.
— ¡Mora!— Exclamó Gonzalo, uno de los dos empelados de Fausto.
— Hola— lo salude con dos besos— ¿Cómo estás? ¿Laura?— pregunté haciendo referencia a la otra empleada de Fausto que era la mujer más simpática que había conocido.
— Aquí estoy— canturreó saliendo de la cocina— ¿Y esa cosita?— me quita a Odín de los brazos y este se desvive lamiendo su rostro.
— Lo encontramos la noche de la tormenta y decidimos adoptarlo…
— Buena jugada— Laura me guiñó un ojo cómplice y movió la cabeza hacia la oficina de Fausto. El lugar es vidriado y alcancé a distinguirlo hablando con una mujer.
Media hora más tarde, la puerta del despacho de mi novio se abrió y Odín corrió torpemente para colarse en la oficina. La mujer que salió se presentó como Isabel y confesó ser una gran fanática de los postres de B, algo que me puso muy, pero que muy feliz.
— No te esperaba— Fausto dejó un beso en mis labios y abrazó mi cintura.
— Tengo algo que contarte— le dije entusiasmada, estaba tan feliz por lo que creía haber vivenciado…
— Vamos adentro…
Dejamos a Odín con los chicos y nos sentamos a hablar de todo lo que había pasado.
— Sé que suena a locura— dije cuando se quedó en silencio después de escucharme.
— No suena a locura— Se recostó en el asiento de su sillón y dejó salir una enorme bocanada de aire — Quiero que dejes de decirlo, si no te respondo es porque intento procesarlo y…
— Buscarle una explicación racional, lo sé— me acerqué a la mesa— yo también la busque, pero ¿por qué olería a lavandas? En la casa no hay lavandas y esa era la planta favorita de mi abuela, la que pensaba plantar entrada la primavera…
— Te creo— insistió casi agotado.
— ¿Qué pasa?— pregunté al notar la preocupación en su rostro, me levanté y me senté sobre sus piernas.