Los Bendecidos

17. Nuestra nueva normalidad

 

Los días habían pasado, las cosas en el pueblo habían vuelto a funcionar con normalidad. Era casi mágico como todo había recuperado su curso natural ¿Por qué de pronto todo en el pueblo podía describirse como mágico? Nunca lo supe, pero así funcionaban las cosas.

Uno creería que al ser Los Bendecidos un pueblo tranquilo, en el que el mayor acto criminal había sido el robo de una maceta en la vereda del almacén de Don Esteban, la aparición de dos cuerpos brutalmente asesinados causaría conmoción en la población y así lo fue, durante pocos días.

Hace dos días una rueda de prensa anunciaba que habían hallado al asesino, la gente respiraba aliviada pero algo me decía que la solución no podía aparecer servida tan cómodamente en una bandeja de plata. Uno de los pueblos linderos con Los Bendecidos, Kona, contaba con un hospital psiquiátrico de "máxima" seguridad, del que hacia aproximadamente cinco meses había escapado uno de sus pacientes, un hombre que sufría de esquizofrenia paranoide, lo cual le hacía creer que las personas llevaban el demonio en su interior y debía exorcizarlas. Al parecer este hombre habría sobrevivido en el bosque todo ese tiempo y había sido el responsable de los crímenes.

¿Si lo creía? No, aunque debo admitir que me hubiera gustado hacerlo. La gente parecía estar feliz con esa respuesta y sus vidas habían vuelto a la normalidad, pero ni Fausto, ni B, ni yo creíamos esa historia. Lo que más me sorprendió fue cuando Raúl, el comisario del pueblo, me dijo que tampoco él creía esa versión.

— Si, el loquito se había escapado— comentó mientras me servía un enorme trozo del asado que disfrutábamos esa tarde de domingo en su casa.

— Más respeto Raúl— Alicia lo reprendió y eso me hizo sonreír.

Raúl movió su mano como quitándole importancia — El paciente— habló en tono de burla— se escapó y paso cinco meses en un bosque, estaba medio muerto de hambre y muy débil ¿Estaba loco? Si— hizo énfasis en la respuesta golpeando la tabla de madera con un dedo— pero no tendría la fuerza para someter a ese chico, era deportista y tenía una buena contextura física, es imposible...

Asentí tragando un bocado de carne — ¿Pero entonces?

Raúl suspiró, casi con resignación — No lo sé ¿Conoces el termino perejil? — preguntó haciendo referencia a un término utilizado por la policía, se refieren como perejil a poner como culpable a cualquier inocente que pueda dar con el perfil, para de esa manera cerrar un caso y llevarse los laureles.

Asentí, en la justicia de mi país había demasiada corrupción y estábamos cansados de ver casos donde encarcelaban inocentes injustamente.

— Yo no creo que este hombre haya sido— comentó finalmente.

— Entonces ¿Qué? — Emiliano bufó apoyando la espalda en el respaldo de su silla mientras sacaba su teléfono del bolsillo que no dejaba de sonar— ¿tenemos que vivir mirando nuestras espaldas?

— Es una locura...— comentó Fausto casi indignado.

— No lo sé chicos, soy viejo y tengo muchos años en esto. No siempre fui el policía viejo de un pueblo tranquilo en el que no pasa nada más que conflictos vecinales porque Susana le tiró la basura en la vereda de Rosita...

— Yo tampoco creo que sea tan simple, tiene que haber algo mas ¿Un hombre solo lo hizo? ¿Por qué donde vivía no encontraron nada? — Había leído que donde encontraron su carpa improvisada con bolsas de basura no habían hallado los objetos con los que habría cometido los crímenes pero ¿Dónde estaban entonces?

— Los Bendecidos vivió aislado de la locura de la sociedad por muchos años, en algún momento la violencia llegaría a nosotros— Alicia nos interrumpió con calma— La sociedad está cada día más violenta, solo hay que ser cuidadosos...

Emiliano se puso de pie para atender la llamada, mientras nosotros seguíamos comiendo. Habíamos decidido cambiar de tema para poder disfrutar del almuerzo más tranquilos y que la comida no nos cayera como un yunque en el estómago.

— Hola, hola...— la voz aniñada de Sofía, la novia de Emiliano se hizo notar ni bien puso un pie en patio.

Todos nos giramos y nos sorprendimos al verla llegar con dos amigas. La situación era un poco bizarra realmente no las esperaban y lo supe cuando Alicia preguntó a Raúl apretando los dientes:

— ¿Qué hace aquí?

No puedo decir que el almuerzo se había desarrollado con tranquilidad porque la realidad es que todo se había vuelto tenso y nuestra idea de tener un almuerzo en calma, se fue al tacho.

Las amigas de Sofía tendrían su edad, pero se comportaban como dos niñas de dieciséis. No disimulaban a la hora de mirar y hacer comentarios fuera de lugar a Fausto, por suerte para ellas no soy del tipo de mujer celosa que marca territorio. No lo necesito, soy del tipo de mujer que cree que si está conmigo es porque tengo algo que otras no. Por lo que ante cada comentario o gesto me limitaba a sonreír.

No fui tan paciente cuando la que se había sentado junto a mi novio comenzó a tocar su brazo, no voy a mentirles quería saltar sobre ella y arrancarle la extremidad con mis dientes, pero eso no sería humanamente posible. Asique cuando me sentí al tope de tolerancia me puse de pie, agradecí a Raúl y a Alicia el almuerzo y nos retiramos.



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En el texto hay: fantasmas, paranormal, romance

Editado: 11.01.2022

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