Los Bendecidos

29. Belén

 

Los días habían pasado lentamente y, al parecer, dormir en casa de Fausto me había ayudado mucho. Comencé a aumentar de peso y ya casi no quedaban signos de mis ojeras, volví a descansar y podía sentarme a escribir durante horas, algo que últimamente no conseguía.

Esa mañana me había levantado temprano y después de desayunar, me senté en el jardín a leer uno de los muchos libros de Eleanor. Frecuencias, era un tema apasionante pero muy complejo. Algo que me había quedado claro era lo vulnerable que somos los vivos a ser captados por cualquier cosa que ronde el plano espiritual.

— Frecuencias— Isi había llegado y leyó con una sonrisa la tapa de mi libro— que aburrido— comentó.

— No entiendo mucho...

— Cada estado de ánimo, es una frecuencia— se sentó a mi lado y llamo a Odín para que se acerque a su lado — Pero ¿Qué pasa cuando no tenemos estado de ánimo alguno? O, mejor dicho ¿Qué pasa cuando no somos conscientes de la frecuencia en la que nos encontramos?

— Siempre estamos con algún estado de ánimo...— respondí medio confundida.

— ¿Cuándo duermes? ¿Cuándo una persona está en coma o inconsciente?

Asentí despacio, nunca había pensado en eso.

— El mundo paranormal se maneja con frecuencias— relamió sus labios— Durante el día nosotros manejamos diferentes frecuencias según nuestro estado de ánimo, alegría, enfado, tristeza, amor. Pero cuando no somos conscientes, llegamos a frecuencias tan bajas que difícilmente alcanzaríamos cuando estamos conscientes. Las personas sensitivas, como nosotras, podemos cambiar de frecuencia constantemente, intencional o accidentalmente. Todas las entidades se encuentran en una frecuencia que es exactamente la misma que se alcanza cuando uno está triste, relajado, dormido, inconsciente...

Mi cerebro estaba confundido, pero algo me quedo en claro.

— Es por eso que Hipólita se pegó a esa cosa... ella estaba triste.

— Exacto— sonrió casi orgullosamente— Por eso mucha gente que regresa de un coma, no lo hace sola. Porque su frecuencia es tan baja que puede entrar en contacto con la de una o varias entidades.

Asentí mientras sentía que mi cerebro explotaba, no por exceso de información, sino más bien por, finalmente, entender lo que había pasado más de una hora leyendo.

— Según esto, también somos vulnerables cuando dormimos.

— Así es, y si a eso le sumamos una baja frecuencia constante durante el día, eso más que hacernos vulnerables, nos entrega en bandeja.

Un escalofrío corrió por mi espalda.

— La noche del funeral, le pedí a esa mujer que se fuera — habló sin dejar de ver y acariciar la cabeza de Odín— Por alguna extraña razón no se separaba del cajón de Patricia y en cierto momento note que se acercaba a ella...

— ¿Para qué? Ni siquiera la conocía.

— Hay que mantenerla alejada de Fausto...— suspirò— y de todos en realidad. Algunas personas me dijeron que ella hacia lo que tu tía... que curaba a la gente.

— ¿Qué? No entiendo nada, lo siento.

— Escucha, hay algo que no me permite ver más allá de la coraza. Las cartas no me dicen nada, las runas tampoco y ni siquiera consigo ver nada con la meditación, esa mujer es peligrosa.

— ¿Y Fausto?

— Por ahora, mantenlo lejos de ella.

Asentí y nos quedamos un rato más, hablando sobre el libro y me quedé fascinada por lo mucho que Isi sabía de este tema tan complejo para mí.

Cuando me dijo que se marcharía, tomé mi bolso y salí con ella, quería visitar a mi amiga en la pastelería.

Llegué, pero no la vi por ningún lado. Era raro, a mi amiga le encantaba estar en el mostrador, atender las mesas, hablar con los clientes. Me acerqué a una de las empeladas y me sorprendí cuando esta me informo que era el segundo día que mi amiga les pedía que abrieran y cerraran las tienda.

Llamé a Pablo y este me dijo que hacía tres días Belén ponía excusas para no verse y que había tocado el timbre hasta el hartazgo y que esta no le había abierto. Asustada corrí a mi auto y salí para la casa. Ni bien poner un pie en el interior un hedor, que ya había sentido antes, golpeó mis fosas nasales.

— ¡B! — grite, pero nadie respondió.

La casa estaba sucia, oscura y llena de polvo. Llegué a la sala y me sentí asqueada al ver la cantidad de moscas que había en esa habitación ¿Cómo podía ser? Belén es el tipo de chica que ama tener la casa ventilada, iluminada con luz natural y limpia. Pero por sobre todo, yo misma había estado aquí hacía cuatro días ¿Cómo podía estar en este estado? Parecía irreal.

Caminé por el pasillo llamándola, pero no respondía. Golpeé su puerta y entre sin esperar respuesta. Mi amiga estaba recostada en la cama, parecía dormida pero no lo estaba. Al acercarme vi sus ojos abiertos de par en par y como, si estos, estuvieran hundidos en sus cuencas.

— B...

Me acerqué un poco más y la noté demasiado delgada, su mirada estaba perdida en algún punto fijo del techo. Sin observarme sonrió, pero no era su sonrisa. Era como si alguien más sonriera a través de sus labios. Era la sonrisa más tétrica que había visto en mi vida.



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En el texto hay: fantasmas, paranormal, romance

Editado: 11.01.2022

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