Las semanas habían pasado lentamente y con cierta calma. Si bien mi amiga estaba recuperándose, había ganado peso y casi no quedaban cicatrices en su cuerpo, la realidad es que todo seguía latente, Los Bendecidos era una mina que esperaba un mínimo roce para estallar por los aires.
La gente seguía asistiendo a las misas que se celebraban cada domingo en la iglesia. Pablo, Fausto, Isidora y yo, también lo hicimos. Queríamos entender que era lo que allí sucedía, el porque la gente era tan devota a esa iglesia. Lo que la hacía especial es que nada la diferenciaba de una misa católica, predicaban en el nombre "del Señor" un señor al que nunca se nombraba.
Los tres niños fallecidos habían sido velados juntos y todos en el pueblo habíamos asistido a dar las condolencias. Los rumores circulaban, eran mucho y de todos los colores, según las autopsias los niños murieron por muerte súbita, algo factible, pero ¿Los tres al mismo tiempo? Algunas personas estaban convencidas que se trataba de una maldición. Otros, los más conspiranoicos, creían que se trataba de antibióticos rociados por el gobierno de los Estados Unidos para controlar a la población. También había quienes hablaban de las brujas del pueblo, aunque nadie sabía decir quiénes eran. Muchos lamentaban la partida de mi tía, estaban convencidos que de ella seguir con vida nada de eso hubiera sucedido, y yo también lo creía.
En esos días me dedique a observar a Isla, su hermana y su madre, no era algo difícil ya que siempre estaban cerca de mi novio por alguna u otra razón. No solían verse en el pueblo normalmente, bajaban para determinados asuntos y luego desaparecían por unos cuantos días. Según Fausto estaban interesadas en vender su propiedad y comprar otra en el centro. Algo extraño para ser tan ermitañas.
Habían sido semanas muy duras, la recuperación para Belén fue difícil, las pesadillas y los miedos no son algo que desaparezcan fácilmente. Para nosotros tampoco había sido fácil, todos los que presenciamos los hechos de aquella noche quedamos marcados para siempre. Raúl sigue diciendo que en su vida volverá a pisar esa casa, así esta se prenda fuego.
Pablo, Fausto, Doménico y Raúl fueron los encargados de derrumbar el pozo que se ubicaba debajo de la casa y poco a poco, quitaron la puerta y sellaron el acceso a dicho lugar.
Mi abuela decía que tras la tormenta siempre sale un arcoíris y esta no era la excepción. Todos estos horrendos sucesos nos habían obligado a dar un paso que nunca antes nos habíamos animado a dar y es que, tras lo ocurrido esa noche, nos habíamos visto las dos conviviendo plenamente con nuestros novios. Es verdad que hacía varios días vivía con Fausto, pero siempre era como algo temporal. Desde lo ocurrido, Pablo y Fausto exigieron que nos fuéramos a vivir con ellos y debo admitir que no nos opusimos. Lo que sentíamos por esos chicos era lo más real que habíamos vivenciado nunca y sentíamos que valía la pena tomar el riesgo. Después de todo lo que habíamos pasado ¿Qué podíamos perder?
Vivir con Fausto era fácil. Vivir con Fausto y Odín, es otro tema. Rompían todo el jardín cada vez que salían a jugar con la pelota y hacían demasiado ruido, todo el tiempo. Pero también, nunca fui tan feliz como en ese momento escribiendo con los ladridos y los gritos asqueados de mi novio al bañarse en la baba de Odín. Éramos una pequeña familia y me gustaba, finalmente Fausto me estaba dando eso que tanto necesitaba. Algo mío, algo nuestro, una familia. Sabía que era muy pronto para sentirlo así, pero de verdad me sentía a gusto, feliz y no quería negarlo.
Ese fin de semana era su cumpleaños. Habíamos decidido festejarlo en la cervecería con los chicos y el lunes, a primera hora, saldríamos con Odín para Buenos Aires. Mis suegros, si dije mis suegros ¿Pueden creerlo? En fin, ellos querían que pasáramos unos días allí y además la hermana, pareja y sobrino de Fausto querían conocerme.
Esa noche llegamos a la cervecería cerca de las nueve, los chicos ya estaban allí y aunque no era una reunión privada, en cuanto entramos todo el lugar grito "FELIZ CUMPLEAÑOS".
Pedimos cervezas, hamburguesas, otros pizzas y hablábamos de cosas sin importancia.
— ¿Se van a Buenos Aires? — preguntó mi amiga en la pequeña conversación que manteníamos con Érica, quien se había vuelto la tercera pata fundamental de nuestra amistad.
— Si— relamí mis labios manchados con la espuma de la cerveza — ¿Estas bien con eso? — la miré con preocupación.
— Si— sonrió dando un sorbo a su cerveza— preguntaba por Odín ¿Quieres que lo cuidemos?
— Yo también puedo encargarme...— se ofreció Érica.
— Gracias, pero vamos a llevarlo con nosotros. Fausto cree que a su sobrino le encantara y además...
— ¿Qué diablos hace acá? — me interrumpió Erica.
Belén y yo nos dimos vuelta y la vimos entrar. Isla llegaba acompañada de su hermana, no voy a mentirles estaba preciosa. Isla es una mujer hermosa, pero eso es solo una carcasa su interior es espantoso.
En ese momento Fausto se tensionó y noté la incomodidad de su rostro. Los chicos que estaban solteros no perdieron un segundo en escanear el cuerpo de la chica mientras, por otro lado, escuche a mi amiga amenazar a su novio:
— Una miradita y te quedas tuerto...
Ese comentario hizo que una pequeña risa se escapara de mi garganta.