Los Bendecidos

35. Amigos cercanos I

 

Más tarde esa noche, cuando llegamos a casa, no podía conseguir que Fausto retirara las manos de mi cuerpo. Odín comenzó a ladrar en cuanto entramos y saltó a nuestro alrededor.

— ¡Odín! — grité cuando me golpeo fuerte y casi termino en el suelo.

Fausto se sentó en el sofá y llamó al perro. Fui al baño y cuando volví a la sala vi el regalo que Isla le había dejado esa noche a Fausto. Me senté junto a mi novio y señalé la bolsa.

— ¿No piensas abrirlo? — pregunté de forma inexpresiva.

— Ábrelo tu...— me observó con una pícara sonrisa mientras jugaba con Odín.

— ¿No te interesa?

Negó con la cabeza y se acercó a mis labios — Me da exactamente igual.

— Entonces abre primero mis regalos...

— ¿Regalos? — preguntó sorprendido.

Me puse de pie y fui la habitación, en un discreto rincón del armario había escondido dos sobres.

— ¿Y esto? — preguntó al ver un enorme sobre con el nombre del hospital grabado la solapa — ¿Te hiciste los chequeos? — preguntó riéndose.

— Te prometí que los haría...— sujetó mi cintura y me sentó a horcajadas sobre sus piernas— El medico dijo que estoy bien, me receto unos anticonceptivos que ayudaran a aliviar los dolores, pero por lo demás estoy perfecta.

— Este es el mejor regalo de cumpleaños — susurró besando mi cuello y subiendo las manos de mi trasero hacia mi espalda.

— No— me reí por las cosquillas— te aseguro que este es mejor— le entregué el segundo sobre que era bastante más pequeño que el anterior.

— ¿De verdad? — me miró sorprendido cuando saco los dos pasajes de avión que nos llevarían a Perú, específicamente a Puerto Malabrigo, un lugar ideal para los amantes del Surf por sus olas espectaculares y eternas.

Asentí — Son para el mes de enero, tenemos reservados diez días en un hermoso hotel frente al mar en Playa Chicama— susurré moviendo provocativamente mis caderas — Serán días en los que podrás surfear todo lo que quieras y yo escribir tranquilamente desde la playa y luego...

— ¿Y en qué momento se te ocurrió que, — me interrumpió—teniéndote con poca ropa, en un lugar como este, querría pasarme diez días surfeando? — sus dedos comenzaron a presionar mi cintura provocándome cosquillas.

Entonces, sin hacer ningún esfuerzo, se puso de pie sosteniéndome por el trasero y me llevó a la cama, donde me explicaría de forma muy detallada el por qué no pensaba pasarse diez días surfeando en Perú.

****

Entrada la madrugada un lengüetazo de Odín en mi mano, me despertó.

— ¿Qué quieres Odín? — me removí incomoda y cuando levantó mi mano para ponerla sobre su trompa, entendí que quería salir a hacer pis.

Con mucha pereza me levanté y caminé hasta la cocina donde abrí la puerta y lo dejé salir al patio trasero.

Volví a la sala, mientras esperaba que rasgara la puerta para entrar. Allí estaba el regalo de Isla, me invadió la curiosidad por lo que me senté y lo abrí con cuidado, Fausto me había dicho que no le importaba que lo abriera, pero eso no significaba que lo rompiera, por muchas ganas que tuviera.

Saque de la bolsa una caja color rojo, estaba cerrada con cinta y llevaba un sello de cera, con un símbolo que no alcance a distinguir. No dude en abrirlo, realmente quería ver que tenía.

Rompí con cuidado el sello de cera y quité las cintas que cubrían la caja. En el interior había una tarjeta blanca con pequeñas manchas de tinta roja y escrito en una bonita letra cursiva anunciaba "Para que siempre encuentres tu norte. Siempre por el camino correcto a tu destino. Isla". No podía creer lo que leía ¿Qué clase de relación tenían estos dos? ¿Qué tanto conocía ella a Fausto? Deje la tarjeta en la mesa de centro y del interior de la caja saque una brújula dorada, se la veía antigua y debo admitir que era preciosa. La di vuelta y en ella había algo grabado, pero no podía comprender lo que decía.

Dejé caer la brújula cuando escuché una silla moverse en la cocina, caminé despacio hacia el lugar, tenía claro que no podía ser Odín y, efectivamente, allí no había nada más que una sola silla echada hacia atrás. Sabía que no estaba así antes, siempre dejamos la cocina ordenada antes de irnos a dormir.

Caminé despacio hasta la mesa y coloqué la silla en su lugar. Fui a la puerta para abrirla y llamar a Odín cuando volví a escuchar el rechinar de las patas de la silla contra el suelo. Me di la vuelta y allí estaba, en la misma posición que antes. Una puerta de la alacena se abrió violentamente haciendo que pegara un grito y los ladridos de Odín comenzaron a sentirse desde afuera, mientras golpeaba la puerta con sus patas. Con cuidado abrí la puerta y lo dejé entrar. El animal estaba asustado, pero había colocado su cuerpo frente a mío. Ladraba hacia un punto fijo, justo hacia la silla. Fausto llegó sobresaltado y observó la situación desde el pasillo y en cuanto intento poner un pie en la cocina, la puerta se cerró con violencia en su cara. Fausto golpeaba la puerta intentando abrirla, pero nada sucedía.

En la habitación no podía sentir nada, ni frio, ni emociones, ni aromas. Absolutamente nada. De pronto, todos los pelos del lomo de Odín se levantaron, llevé la mano a mi medalla, pero no la llevaba puesta, me la había quitado para bañarme y debí olvidarla en el baño.



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En el texto hay: fantasmas, paranormal, romance

Editado: 11.01.2022

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