— Quiero golpearlo— hablé con la voz entrecortada— ¿Por qué me hace esto?
Doménico comenzó a caminar en dirección al puente.
— ¿Dónde vamos? El auto esta para aquel lado— comenté.
— Ese no es Fausto...— dijo sobre su hombro
— Ah no...— dije parándome en seco — ¿Ahora vas a defenderlo?
— ¡No! — se acercó hasta pararse delante mío— Ese Fausto está completamente dominado.
— ¿Pollerudo? — me reí irónicamente— créeme que Fausto es muchas cosas, pero no un polleru...
— ¡Que no Morana! — Doménico tuvo que hacer un gran esfuerzo para no reírse de mi ignorancia— Fausto tiene un hechizo, de magia negra, mundana, detestable pero real y eficiente.
Mi cara de confusión fue la gota que derramó el vaso y no pudo evitar soltar una carcajada.
— Vamos...— dijo entre risas y tiró de mi brazo cruzando el puente.
— ¿Por qué te ríes? — pregunté preocupada— A Fausto le hicieron algo malo...
— Me rio porque eres una jovencita muy tierna— llegamos al local de Isidora y Doménico tocó el timbre— Lo que tiene Fausto es efectivo, es algo que funciona. Es detestable pero no es nada que no pueda ser desactivado.
Isidora se sorprendió y asustó cuando nos vio parados en la puerta del negocio y, aún más, cuando vio mi rostro desencajado.
Subimos al apartamento y por primera vez pude ver la colección de muñecas de las que hablaba Fausto, eran cinco y realmente daban impresión, de hecho, tuve que tocarlas para comprobar que no eran bebes reales. Pero Doménico golpeó mi mano y negó con la cabeza, me sentí una niña siendo regañada.
— ¿Un amarre? — Isidora volvió de la cocina con una bandeja de té y café— Debes pensar que estoy loca— sonrió y miró a sus muñecas.
— Para nada— dije sonriendo.
— Soy viuda— comentó y levantó un pequeño portarretratos en un estante— Mi esposo era el mejor hombre de este mundo— sonrió y acaricio la foto antes de enseñármela— perdimos cinco embarazos y dos de ellos llegaron a nacer, muertos — en ese momento mi estómago se estremeció tanto que me provoco una arcada.
— Perdón— pronuncié con vergüenza en voz baja.
— Tranquila— Isi sonrió— se cómo se siente, es normal en ese estado. Estos muñecos me ayudaron a superar la perdida.
— Lo siento mucho... no pienso que estés loca, creo que cada quien lleva los duelos como puede. Parecen reales...
— Son preciosos— Isi se acercó al que parecía más grande y lo acomodó dejando un pequeño toque en su nariz — Volvamos a lo importante, nuestro querido Fausto— sonrió y acaricio mi mejilla — ¿Un amarre entonces?— preguntó dirigiéndose a Doménico que asintió sorbiendo su café.
— Uno fuerte, pero Fausto no se termina de doblegar...
Me reí irónicamente dejando la taza en la mesa — Yo lo vi muy doblegado, está cenando con ella en este momento y más tarde...— sentí como una piedra se formaba en mi garganta— quien sabe que más...
— ¿Han pasado tiempo a solas antes ellos dos? — preguntó Isidora colocando su mano sobre la mía.
Asentí asqueada por la cantidad de imágenes que se venían a mi cabeza, imaginarlo teniendo intimidad con esa mujer me daba pánico, sentía que si eso llegaba a pasar lo perdería para siempre. Esa mujer era un ser horrible en su interior, pero su exterior... era perfecto.
— Cuéntanos— me pidió Doménico, obligándome a dejar esos pensamientos.
— Se apareció la noche del cumpleaños de Fausto, le entregó un regalo... y habían estado juntos antes, una noche ella fue a su casa a llevarle unos papeles y bebieron vino...— sonreí soltando el aire por la nariz— le creí que no había pasado nada.
— ¡Bingo! — Doménico golpeó la mesa y me hizo saltar exageradamente de la silla.
Observe asustada a Isidora que asentía y sonreía. Se puso de pie y trajo su mazo de cartas a la mesa.
— ¿Me explican? — pregunté recomponiéndome del susto anterior.
— Los amarres son formas de someter a las personas. Muchas lo hacen para atraer a una persona de forma sexual o amorosa. Otras buscan someterlos para que esas personas obedezcan su voluntad.
— Es un hechizo bien hecho— comentó Isidora observando sus cartas— esa chica sabe lo que hace.
— No entiendo— realmente no lo hacía— ¿Entonces Fausto no quiere estar cenando con ella?
— Definitivamente no— respondió Isi.
— Una parte suya es consciente, pero no puede controlar sus impulsos. Los amarres en los últimos años se han vulgarizado, mucha gente dice poder hacerlos solo para sacar dinero a personas desesperadas y claramente no funcionan. Pero cuando están bien hechos, cuando la persona sabe hacerlos, son muy poderosos... De seguro ella dio de beber su sangre en el vino ...
— ¿Qué podemos hacer? — Lo interrumpí asustada, mi única idea era ir corriendo donde cenaban los dos y arrancarle los pelos a esa mujer.
Doménico se quedó en silencio observando a Isidora que pasaba lentamente las manos por sus cartas. En ese momento la lámpara que estaba colgada sobre la mesa comenzó a titilar y un susurro se escuchó justo tras Isidora. Instintivamente, me corrí hacia Doménico que abrazó mis hombros y llevó un dedo a sus labios para que me quedara en silencio.