Volví al hospital y todos se fueron dejándonos solos.
— Vi a tu doctora en el pasillo— comenté dejando mi bolso en la silla— Me dijo que por la tarde van a darte el alta.
Fausto me veía con una tonta sonrisa en sus labios y asintió despacio.
— ¿Qué pasa? — pregunté nerviosa.
— Estás preciosa— respondió acomodándose en la cama.
— Tengo algo que decirte...— solté incapaz de contener el secreto un minuto más.
Fausto se quedó en silencio, supongo que aguardando eso que tenía que decir. Me puse de pie, caminé hasta el bolso y tomé el pañuelo que le entregué sin decir una sola palabra.
— ¿Y esto? — moví mi cabeza indicándole que lo abra y automáticamente llevé mi uña a la boca.
La reacción de Fausto en los siguientes segundos marcaría todo nuestro futuro. Eso me daba pánico.
— ¿Qué significa esto? — preguntó con manos temblorosas cuando vio la prueba de embarazo.
No respondí, seguía mordiendo mi uña y viendo su rostro en busca de cualquier reacción imperceptible.
— ¿Estas? — señaló mi vientre — ¿Estamos...?
Asentí y al pestañar varias lagrimas cayeron de mis ojos.
Sus ojos también se inundaron y en un brusco movimiento se acercó a mi lado, me abrazó y besó. Noté su mueca de dolor y lo alejé un poco.
— ¿Estas bien? — pregunté preocupada
— ¿Voy a ser papá? — repreguntó emocionado.
— Eso creo...
— ¿Cómo voy a estar Morana? Increíble...— respondió sujetando mi mejilla con su mano libre y besándome apasionadamente — ¿Cómo es posible? Creí que no podíamos...
Negué con la cabeza, aún estaba confundida — No lo sé... se supone que tengo pocas probabilidades. Que es remotamente difícil que suceda, pero sucedió. No lo sé...
— No sé de qué me sorprendo nena... Las cosas a tu lado siempre son mágicas— sonrió.
— Aterradoras diría yo...
— Si, también.
Ese día, finalmente le habían dado el alta, estábamos todos en casa: Fausto, Odín, nuestro bebe y yo. Finalmente, todo se sentía en calma.
Habíamos decidido no contar la noticia hasta que los médicos nos aseguraran que no había riesgos de llevar este embarazo adelante. Asique por el momento disfrutábamos de nuestro pequeño secreto.
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— Todo está perfecto— la obstetra que nos había recomendado mi ginecólogo, atendía en Triwe. Era amable y me caía muy bien.
— ¿No corremos ningún riesgo? — preguntó Fausto nervioso mirando la pantalla en la que la obstetra hacia la ecografía.
— Los normales de cualquier embarazo señor Relish, nada de movimientos bruscos, ni cosas que puedan poner en riesgo la integridad física de la mamá— la chica me miró y sonrió— pueden tener sexo con normalidad— aclaró volviendo su mirada a la pantalla— No corres riesgos de tocar o molestar al bebe con la penetración— Soltó una carcajada suave cuando el color bordo invadió el rostro de mi novio— Lo aclaro antes que tu esposa venga furiosa porque tienes miedo de hacer el amor, son miedos típicos de los hombres.
Me reí y eso contagio la risa de mi novio, definitivamente amaba a esta doctora.
— Las náuseas deberían ir desapareciendo en unas semanas, lo importante es que no te impidan alimentarte. No importa si tienes nauseas matutinas o a ciertos alimentes, consume los que tu cuerpo te permita. En caso que empeoren me llaman— me entregó una tarjeta con su número de celular— no importa el horario ¿De acuerdo?— asentí y tome las ordenes que me entregaba, tenía una batería de órdenes para estudios, vitaminas, ácido fólico y alimentos que podían provocarme nauseas, además de folletos con muchos consejos.
— Gracias—salimos de la consulta sumamente felices.
—Anoche tuve una idea— comentó mientras nos sentábamos en el restaurante al que habíamos ido a almorzar tras la consulta. Me quede en silencio para escucharlo — Sé que tal vez no te guste la idea, pero creo que es lo mejor que podemos hacer... Porque no se me ocurre...
— ¡Ay! Deja de dar vuelta Relish— me reí nerviosa.
Suspiró y eso me puso aún más nerviosa — Pensé que podíamos tirar abajo la casa de Eleanor, sótano incluido, y luego proyectar algo que sea fácilmente vendible.
— De esa manera la fosa quedaría cubierta...— murmuré.
— Sé que los recuerdos de tu tía están en esa casa, pero...
— Me parece una idea maravillosa— comenté tomándolo por sorpresa y sonreí— Fausto ame a mi tía tanto como a mi abuela y a mi mamá, pero ellas ya no están con nosotros. No de forma física, y lo que es físico es la familia que estamos formando. Es todo lo que me importa.
Esa tarde nos reunimos en casa de Raúl, había organizado una cena con todos los amigos, que ya se sentían familia, para celebrar el alta de Fausto. Carmen y Jorge seguían en Los Bendecidos. Se habían hospedado en el hotel más bonito del pueblo, "La Magnolia" porque no querían molestarnos, y aunque no lo hacían, no hubo forma de convérselos. Lamentablemente Dani y Lilian habían tenido que volver a Buenos Aires por sus trabajos, pero prometieron regresar en las vacaciones de verano.