Capítulo 03.
NOLAN ROEBOOK.
Vivir a expensas de sus padres era lo que Nolan mejor sabía hacer. Siempre supo que aquello era su futuro, pero también sabía que no era su culpa. Si había alguien a quien culpar era a sus padres, que eran tan ricos que lo consentían en todo desde su nacimiento.
Su vida se basaba en viajar, comprar y disfrutar de los placeres materiales que se le otorgaban por ser hijo de personas de dinero viejo. Nolan no mentía, él aceptaba que todo lo que tenía era por sus padres y no por sus méritos propios, y si era aun más honesto, admitía que no le avergonzaba.
Él disfrutaba su vida así.
Esa última semana, luego de saber de la futura boda de Eleanor, canceló sus vacaciones en Dubai. Y aunque no eran vacaciones (porque no trabajaba), prefería llamarlas así. Se dio cuenta de que Eleanor significó más en su vida de lo pensaba, y acostumbrado a tener lo que quería, decidió que ella volvería a ser parte de su vida.
Por primera vez, Nolan lucharía por lo que quería.
No se demoró más de diez minutos en agendar el jet privado que le obsequiaron sus padres hace un par de años para once días antes del matrimonio. Quizás estaba pensando desde su egoísmo, pero no le importaba nada más que recuperarla.
Nolan tenía su mano entrelazada a la de Eleanor para cuando entraron al pequeño market de la gasolinera. Él usaba una chaqueta oscura y ella una color musgo un par de tallas más grande de la que debería, pero todo tenía un propósito.
El cajero los miró por unos segundos. Lucían como los típicos universitarios adictos a la noche, a las fiestas y a dormir por el día. Él llevaba su cabello desordenado por la cantidad de rizos que poseía, estaba vestido mayormente de negro, con pantalones demasiado ajustados. Ella llevaba el cabello rubio corto y con un flequillo, tenía las puntas teñidas de color rosa, estaba vestida con pantalones oscuros y una chaqueta inmensa para su delgado cuerpo.
Nunca se soltaron sus manos.
Tanto Nolan como Eleanor estaban conscientes de que estaban siendo observados, aun cuando ellos ya estaban perdidos en los pasillos. Al compartir una mirada, no evitaron reír, cómplices del crimen que estaban a punto de realizar.
Abrieron el congelador que mantenía frescas las cervezas y cada uno tomó una botella de litro, escondiéndolas en sus chaquetas. El cajero se percató de que algo estaban haciendo, así que con rapidez caminaron en dirección a la salida y, de paso, agarraron algunas chucherías fritas.
Corrieron con rapidez mientras reían, subiéndose al jeep de Nolan rápidamente sin importarles que el cajero de la tienda corría desesperado tras ellos.
Nolan manejó con tranquilidad una vez estuvieron lo suficientemente lejos. Se volteó a ver a Eleanor; su perfil estaba iluminado por los focos de la carretera, y podía ver con claridad su hermosa sonrisa. Ella se percató y se volteó a verlo, besando su mejilla rápidamente antes de volver a acomodarse en el asiento copiloto.
—Esto está muy bueno —murmuró Eleanor comiendo papas fritas de una de las bolsas que habían robado. Luego, tomó un trago directamente de su botella de cerveza—. Esto también.
—Fue divertido —le dijo Nolan, bebiendo de su botella también.
Se habían estacionado en un mirador cercano y subieron sobre el capó a disfrutar de la hermosa vista de la ciudad de Los Ángeles.
Eleanor tenía sobre sus hombros una manta gruesa que Nolan le había puesto. El aire de Los Ángeles estaba fresco y golpeaba repetidamente sus rostros. Se apoyó sobre el hombro de Nolan, y él se dedicó a observarla.
—¿Qué somos? —le preguntó él.
Ella elevó su mirada y sonrió.
—¿Qué importa?
Nolan nunca había estado en una relación formal. Él sólo salía con chicas y chicos, algo esporádico y sin compromiso.
Eso cambió cuando conoció a Eleanor, porque aunque no se catalogaban como novios, estuvieron juntos por cinco meses con compromisos de por medio. Ninguno de ellos quería tener ese tipo de compromisos de pareja, pero los tenían de todas formas por cuenta propia.
Eleanor no estaba acostumbrada a tener una relación abierta, y Nolan se comportaba de esa forma porque tenía sentimientos por ella mucho más fuertes que en sus anteriores relaciones. Ambos sentían atracción física por el otro, pero con el tiempo, Nolan traspasó esa barrera enamorándose de ella.
—No entiendo nada, ¿de verdad la amas o sólo es otro de tus caprichos? —le preguntó una de sus hermanas mayores, Allen, mientras terminaba de plantar unas margaritas en su amplio jardín.
Nolan tenía entre sus brazos a su sobrina Peggy, de siete años, que estaba dibujando garabatos sobre un cuaderno. Sin embargo, esos no eran garabatos, eran deformes margaritas de todos los colores de crayones que tenía esparcidos por el pasto.
—La amo.
—Nolan… —su hermana se detuvo y lo miró. Nolan rodó los ojos.
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Editado: 19.08.2021