Los besos eternos de Eleanor (bodas desastrosas #1)

Capítulo 07.

Capítulo 07.

TRISTAN HELLIWELL.

 

Tristan se arrepentía de haber llevado a su madre junto a Alicia y Allison, sus hermanas, de compras. Sobre todo porque las tres tenían una personalidad dominante y no le daban ni voz ni voto respecto al atuendo que él usaría para la boda de Eleanor. 

Se habían probado alrededor de catorce conjuntos diferentes, y ya notaba que la chica designada para ayudarlos estaba harta. 

—Esto no va a funcionar —sentenció Tristan saliendo del probador con otro conjunto; este, a diferencia de los otros, era negro en su totalidad—. Parezco como listo para un funeral.

—Bueno, literalmente vas al funeral de tus sentimientos —le dijo Allison, la hermana menor. Ella y Alicia rieron, cómplices de la broma. 

—Las odio —murmuró Tristan rodando los ojos.

—Dejen de molestar a su hermano, ¿quieren? Alicia, tienes treinta años, compórtate como una adulta. Y Allison, ¿crees que andarse burlando de tu hermano con veintiún años te ayudará a que te dejemos mudarte a un apartamento sola? No lo creo, señorita —les dijo su madre, para la satisfacción de Tristan—. Hijo, es mejor que vayamos a otro lugar, no me convence ninguno.

Tristan suspiró, derrotado, su madre no descansaría hasta encontrar un atuendo correcto. Por otro lado, el hecho de que su madre fuese perfeccionista lo beneficiaba, gracias a eso, él podría encontrar un atuendo que realmente le hiciera lucir mejor para el gran día. 

Salieron del local y decidieron ir a un café que quedaba a algunas cuadras para comer algo antes de seguir. Tristan había vuelto a Providence para visitar a su familia antes de irse a Londres, y su madre y hermanas habían decidido ayudarlo a comprar. 

—Tristan, ríndete con Eleanor —le dijo Alicia entrelazando su brazo con el de su hermano. Allison hizo lo mismo con el otro—. Digo, ella es preciosa, maravillosa, pero se va a casar. Aún puedo presentarte a la hermanita de un amigo, es una chica muy guapa, y cuando digo muy guapa, es porque es muy guapa.

—Sí, que pereza ir a reconquistar a alguien que no te quiere, ¿no? —dijo Allison con malicia, le gustaba molestar a su hermano. 

—Eres una pequeña molestia, ¿sabías? —la encaró Tristan—. Y déjenme en paz, es mi decisión y mi vida, par de ridículas.

—Así se habla, hijo. Además, aún cuando sigo manteniendo un cariño especial por Eleanor, sería una tonta si no te da una oportunidad —le dijo su madre sin dejar de caminar delante de ellos—. ¿No?

Hace un par de días atrás, había hablado por teléfono con Aiden. Por primera vez no hablaron de Eleanor. Hablaron de cómo quedaban pocos días para embarcarse a Londres, pero fuera de eso, su tema central fueron ellos mismos.

Aiden le contó más de su trabajo, de sus hermanos, y Tristan se enteró de que era adoptado. Por su parte, Tristan le habló de que estaba ilustrando una novela gráfica propia, que esperaba poder enviar a la editorial donde trabajaba con la esperanza de que la publicaran. Fue una conversación de amigos donde se dieron cuenta de que algo más que Eleanor los unía. 

Es por eso que, para sorpresa de su madre, Tristan respondió:

—No sería una tonta, madre, sólo estaría manteniéndose fiel a sí misma.

 

—Son tan lindos —murmuró Eleanor viendo, a través del vidrio, a los pequeños peces que nadaban en el tanque de la tienda de mascotas—. Sería muy irresponsable que comprara uno, ¿no?

—La verdad es que sí —le respondió Tristan, quien estaba apoyado en una pared  tras ella, observándola mientras comía papas fritas en bolsa—. Olvidarás cambiar su agua y darle de comer.

—Sí —Eleanor refunfuñó, alejándose del tanque—. No quiero asesinarlo. ¿Qué opinas de un gatito?

—¿Lo permiten en tu residencia?

—No lo sé —suspiró ella—. Supongo que me siento algo sola, mi compañera de cuarto abandonó la universidad.

—¿Qué le pasó? —Tristan frunció el ceño ofreciéndole papas. Ella tomó una. 

—Se dio cuenta de que quería estudiar en París, se transfirió —murmuró Eleanor bajando la mirada—. Creo que fue muy valiente, persiguió sus sueños de vivir en otro continente… la admiro.

Tristan mantuvo su mirada fija en Eleanor, quien se paseaba por la tienda observando a los diferentes animales. La notaba algo extraña, su personalidad burbujeante y alegre no estaba. Algo le molestaba, o más bien, le afectaba. 

—Eleanor —la llamó—. ¿Qué sucede? ¿Estás bien?

—Sí —respondió ella sin mirarlo.

—Ele… no me mientas, ¿si?

—Estoy bien —repitió—. Es sólo que… Me encantaría terminar mis estudios en otro lugar… no necesariamente en otro continente, pero sí en otra ciudad. Me gusta Nueva York, es una ciudad excitante, hermosa, romántica… Columbia tiene un buen programa en Historia.

Los azules ojos de Eleanor, rogando por una respuesta rápida, miraban a Tristan fijamente. Él no sabía qué decirle. 




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