Los besos eternos de Eleanor (bodas desastrosas #1)

Interludio II: Eleanor.

Interludio II:

ELEANOR ARMITT.

 

Cuando llegué a Providence, Rhode Island, me sentía muy perdida y asustada. Comenzar una nueva etapa de mi vida en una ciudad que no conocía y completamente alejada de mi familia fue muy difícil. 

La residencia estudiantil donde vivía era muy bonita, creo que eso hizo que me adaptara con más facilidad. El día en que mis padres fueron a dejarme, se encargaron de ayudarme a decorar mi nueva habitación lo más parecida a la que tenía en Great Barrington. Fue una terapia para los tres; para que yo no los extrañara, y para que ellos reunieran las fuerzas para finalmente dejarme ir a perseguir mis metas. 

Luego de unas semanas de clases, cuando ya estaba más cómoda, fui invitada por Celestine, mi compañera de cuarto, a una fiesta que harían para la nueva generación. Era una instancia para conocer a más gente y pasar un buen rato, así que accedí. 

Recuerdo que usé un blazer negro de terciopelo, era probablemente la prenda de ropa más fea del mundo, pero me sentía tan guapa cuando lo usaba que decidí hacerlo esa noche. 

Estuve pegada a Celestine gran parte de la noche, era la única a quien conocía y yo era la única a quien ella conocía; nos hicimos compañía. Una compañera de clases de ella nos introdujo a una amiga y esta amiga nos presentó a su grupo de amigos. En ese grupo estaba Tristan. 

Cuando lo vi, pensé que era uno de los chicos más atractivos que había visto. Su personalidad extrovertida y sus ganas de hacer reír al resto sólo hacían que me interesara conocerlo más. Nos hacía reír a cada segundo, era muy divertido.

—Te ves muy aburrida, ¿quieres beber algo? Yo invito —me ofreció Tristan. 

—Oh, um, sí, ¿por qué no? —le respondí y él me sonrió. 

Pidió dos gaseosas en la barra, pues aún no teníamos la edad para beber y él, de alguna forma, respetó eso. Era diferente a los chicos de las fraternidades, él siempre fue respetuoso. 

Comenzamos hablando de cosas simples, de qué estábamos estudiando y cómo nos estaba yendo en nuestras clases. Él estaba estudiando arquitectura y yo historia, por lo que nuestra conversación derivó en cuáles estructuras históricas famosas eran nuestras favoritas. 

Hablamos de música, de cómo ambos dormíamos con calcetines puestos, de nuestro clima favorito, de lo extraña que era la última canción de Thirty Seconds To Mars y cómo la amábamos de todas formas. Hablamos hasta casi las tres de la mañana, y cuando ya no podía más del sueño, él se ofreció a acompañarme a mi habitación. 

Después de eso, intercambiamos correos electrónicos. Nos escribíamos frecuentemente y luego de intercambiar varios emails, decidimos salir. No como amigos, sino una cita real. 

Nuestra tercera cita fue la más especial. Recuerdo que me llevó a la playa en su vieja camioneta que él tanto adoraba. Caminamos por la costa, me compró algodón de azúcar y cantó horriblemente en español, pero me hizo reír. 

Luego fuimos a un mirador. Estacionó su camioneta y nos subimos al pickup para ver al sol esconderse. En medio del hermoso espectáculo, nos besamos. Fue mágico, diferente. Fue mi primer beso con otro chico que no era Aiden. Me sentí más adulta, sentí que… no lo sé, me estaba haciendo cargo de mi vida, que podía seguir adelante.

De alguna forma, mis ganas de avanzar se reflejaban en mis relaciones amorosas. 

Tristan era un gran chico que me enamoró bastante rápido, tenía un encanto magnético y difícil de olvidar. Nos hicimos novios esa misma cita y fue fantástico. Me hizo sentir y pensar cosas que jamás imaginé ni en mis sueños más románticos. 

Nuestra tradición era ver los atardeceres sobre el pickup de su camioneta, también ir por helado cuando ambos salíamos de clases en el mismo horario y cantar al menos una canción de Bon Jovi en nuestras citas. Él siempre intentaba imitar la voz de Jon Bon Jovi y fallaba, pero me sacaba tantas carcajadas que en más de una ocasión lloré de la risa.

Conocí a su familia. Su madre y hermanas eran adorables, me recibían en casa con los brazos abiertos y muffins con chispas de chocolate. Tristan conoció a mis padres y hermanos también, y conectaron de inmediato, pero, ¿quién no lo haría si Tristan era tan carismático y encantador? 

Con el paso de los meses, como ambos ya éramos universitarios, comenzamos a hacer planes para un futuro, uno en donde ya estaríamos graduados. 

Pero mientras nuestra relación avanzaba, mis sueños cambiaron. 

Aspiré a más. Me sentía ambiciosa, con ganas de conquistar al mundo. Mi compañera de cuarto, Celestine, se había ido a otro país a estudiar, y cuando me lo contó, sentí que debía seguir sus pasos, que realmente mi destino era descubrir.

—Te lo mencioné antes… pero no quería decírtelo hasta estar segura. Voy a aplicar al programa de intercambio —le dije a Tristan. Él frunció el ceño y se alejó de mí—. Tristan…

—¿Por qué? —preguntó, molesto—. ¿Acaso no eres feliz aquí?




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