Capítulo 11.
AIDEN BURGESS.
—Sé que harás lo correcto —le dijo Helena besando su frente. Aiden asintió, seguro de su decisión.
—Lo haré, no se preocupen.
—¡Claro que nos preocupamos! —exclamó Christopher, elevando sus manos dramáticamente—. Eres nuestro hermanito… recuerda llamarnos cuando te des cuenta de que reconquistarla no es el camino correcto.
Aiden rodó los ojos antes de que Christopher le diera un abrazo. Ambos prometieron despedirlo con sus padres, quienes vivían en Edmonds, una ciudad que quedaba a sólo media hora de Seattle, donde ellos tres vivían en la actualidad.
Edmonds era la ciudad perfecta para el matrimonio Burgess, se habían mudado allí desde Great Barrington justo unos meses después de que Aiden entrara a la universidad. Y desde entonces, decidieron establecerse ahí el resto de sus vidas.
Helena le dio un último abrazo a Aiden antes de dejarlo abordar el avión. Su corazón palpitaba fuerte, como si en cualquier momento fuese a darle taquicardia. Era la enfermedad crónica que era Eleanor, siempre le sucedería si era una situación relacionada con ella.
Durante el viaje, pensó en lo rápido que había llegado la fecha. En doce días Eleanor estaría casada, o quizás estaría regresando a Estados Unidos con él. O quizás ninguna de las dos.
Recordó que Nicholas ya estaba en Londres, según anunció en el grupo de Facebook, había llegado esa misma mañana del veintiocho de octubre. Aiden llegaría al día siguiente, a mediodía, pasaría la noche en el avión. Quiso escribirle a Nicholas, pero se arrepintió, mejor lo haría cuando ya estuviera en Londres.
No podía mentir, estaba tan nervioso que apenas había podido dormir. ¿Cómo podía hacerlo cuando su vida era así? Y lo peor de todo, es que él mismo lo había provocado.
Apostaba a que Eleanor, en ese mismo momento, estaba junto a su prometido moviendo los muebles de la sala de estar para bailar alguna balada romántica de Michael Bublé. ¿Y él? Ahí, sentado en un avión que volaba sobre el mar, batallando por no tirarse de la ventana y nadar de regreso a casa.
Quizás si hubiera rechazado ir nada de esto estaría sucediendo. Sus inseguridades estaban volviendo a medida que los minutos pasaban y estaba replanteándose lo que haría una vez estuviera en Londres.
¿Iría por Eleanor o la vería irse con otro hombre?
Cuando faltaban cuatro horas para aterrizar, pudo dormirse. Luego, cuando finalmente llegó, tomó un taxi para ir al hotel que había reservado. Era la segunda vez que estaba en Londres, así que no estaba tan perdido como se lo imaginaba. Cómo eran sólo las nueve de la mañana, decidió dormir.
Despertó alrededor de tres horas después, y justo unos minutos después de hacerlo, Nicholas le envió un mensaje de texto.
Espero que hayas llegado bien, ¿quieres que vayamos por almuerzo?
Aiden aceptó. Se pusieron de acuerdo en donde se encontrarían. Nicholas, quien había vivido allí, conocía un restaurante que, según él, era exquisito.
Era primera vez que se conocerían en persona, y no sería extraño si no fuese por el hecho de que ambos compartían una misma exnovia.
—Vamos a los bolos —sugirió Gabriel, pero de inmediato todos se negaron—. ¿Por qué no?
—Siempre vamos a los bolos —murmuró Birdie rodando los ojos—. Existen más locales en la ciudad.
—¿Y si vamos a comer primero? —preguntó Eleanor y todos concordaron. Estaban hambrientos.
Fueron a un pequeño local de comida rápida que era popular entre los jóvenes de su edad. Ese era su lugar predilecto, no tenían ni que discutir a dónde irían a comer, ya sabían que era allí.
El día estaba soleado, tal y cómo le gustaban a Aiden. Estaban de buen humor, era viernes y eso significaba que podrían descansar de las clases que tanto odiaban. Todo iba bastante bien en sus vidas, los cuatro se esforzaban en sacar buenas notas y también en no descuidar la amistad que tenían, que claramente sería para siempre.
Al llegar, tomaron asiento en la mesa favorita de Eleanor, la que quedaba en una esquina, justo al lado de uno de los grandes ventanales.
—Quiero papas fritas —murmuró Eleanor mientras observaba la carta.
—Oh, yo también —añadió Birdie sonriendo.
—Uh, hamburguesas… —celebró Gabriel al revisar su carta.
Pero mientras ellos pedían, Aiden no quitó su vista del ventanal. Por él, podía ver que Kyle y su grupo estaban a punto de entrar. Prefirió callarse, no advertirles ni a Eleanor ni mucho menos a Birdie, no quería alterarlas. Tampoco a Gabriel, quien probablemente iría a golpearlo si no fuera tan delgado.
Así que no dijo ninguna palabra y aprovechó esos segundos de paz antes de que ellos entraran y sus amigos los vieran.
Aiden agradeció al taxi que lo llevó hasta el restaurante donde había quedado con Nicholas antes de bajarse. Llevaba puesto un abrigo gris y también una bufanda, el día estaba nublado y un poco helado, tal y cómo Aiden los odiaba. Él era más de sol.
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Editado: 19.08.2021