Los besos eternos de Eleanor (bodas desastrosas #1)

Capítulo 14.

Capítulo 14.

NICHOLAS LEE.

 

Tener frente a él a Aiden era algo completamente loco. 

Aún recordaba cuando encontró por primera vez el grupo en Facebook. Buscaba el perfil de Eleanor pero sólo encontró ese grupo, Nicholas había sido el último en unirse. Sin duda alguna, jamás esperó que esta reunión sucedería cuando envió la solicitud.

Su idea al invitarlo era para poder crear un vínculo amistoso con él. No tenía ganas de ver sus intenciones respecto a Eleanor, sino que tener a un cercano que realmente entendiera lo que le sucedía. Allisa, si bien era su mejor amiga, no lo comprendía por completo. 

Estaban en un restaurante que Nicholas conocía por su hermana menor Rain. Ella solía ir a comer allí con frecuencia cuando estaba en Londres (actualmente se encontraba de viaje en Australia), no era barato, pero tampoco muy caro. Perfecto para personas con un trabajo de sueldo decente. 

—Esto es surreal —murmuró Aiden—. ¿Quién pensaría que nos conoceríamos aquí en Londres?

—Nunca creí que volvería a esta ciudad… bueno, al menos hasta que mi hermana regresara —contó Nicholas. 

—¿Tienes hermanos?

—Sólo una. Rain, tiene veinticinco años y ha estado paseando por el mundo durante el último año, pero se quedó atascada en Australia.

—¿Por qué? ¿Algo sucedió con su vuelo?

—Ojalá fuese eso, pero no. Conoció a un sujeto —Nicholas rodó los ojos—. Somos muy cercanos, pero me dejó tirado por ese extraño… ¿Tú tienes hermanos?

—Sí, dos. La mayor es Helena y luego está Christopher, entonces vengo yo —Aiden le agradeció al mesero cuando les sirvió sus platos—. Nos llevamos muy bien, desde niños.

Entonces el silencio los invadió. Comenzaron a comer, y cuando Nicholas estaba sirviéndose agua embotellada en un vaso, río. 

—Esto es tan incómodo —dijo riendo—. Tenemos sólo una exnovia en común, ¿por qué es tan extraño?

Aiden río. 

—Creo que nosotros lo hacemos extraño…

—Sí, estamos muy pendientes de ella que hasta nos olvidamos de nosotros mismos —murmuró Nicholas. Un atisbo de sonrisa asomándose en sus labios—. ¿Has tratado de… ya sabes, seguir adelante?

—Claro que sí —admitió Aiden suspirando—. He tenido dos novias y muchas citas. El recuerdo de Eleanor no me permitió seguir con ninguna de ellas. Es extraño, ¿sabes?

—¿Seguir pensando en ella después de diez años? Sí.

—Lo peor es que no he podido olvidarla. Cuando todos ustedes comenzaron a planear sus viajes con antelación, tenía mucha rabia, porque sentía que ninguno la quería como yo —se desahogó Aiden—. Fuimos el primer amor del otro, y sentía que eso era incomparable a la relación que ustedes tuvieron con ella. Sé, con seguridad, que la amo.

Nicholas podía ver la convicción en sus ojos. Era un brillo diferente, que transmitía una verdad absoluta. Aiden seguía amando a Eleanor como el primer día, y eso no cambiaría en cuestión de días. Él iría por ella en busca de una nueva oportunidad, y Nicholas sentía que se la merecía. Él, en cambio, no estaba tan seguro si quería seguir buscándola con el mismo propósito que Aiden. 

Aunque realmente no estaba seguro de muchas cosas desde que pisó Londres. 

—Tratamos de buscar un tema de conversación diferente pero siempre volvemos a ella —notó Nicholas. Aiden río, porque tenía razón.

 

 

—¡Vamos! —gritó Allisa tomando la mano de Eleanor y Nicholas apenas se bajaron del taxi—. Llegaremos tarde y será culpa de ustedes dos y no se los perdonaré.

Eleanor río y Nicholas frunció el ceño, ofendido. 

—¿De nosotros? ¡Tú te cambiaste de pantalones como trescientas veces! —le recordó él con indignación. 

—Pero es que los amarillos marcaban mi ropa interior y los otros hacían que mi trasero luciera inexistente —se excusó ella, arrastrándolos mientras corrían hacia la iglesia—. Dios, tengo que llegar antes de que suceda.

Nicholas podía ver lo nerviosa que estaba Allisa. Vestía pantalones a cuadros, una camisa blanca y un blazer negro. Su maquillaje era suave, hecho por Eleanor, quien también había alisado su cabello. Allisa quería verse más preciosa que nunca, después de todo, irrumpiría un matrimonio para ir en busca del amor de su vida. 

Fuera de la parroquia de San Dunstán, había decoraciones blancas por las rejas que marcaban la entrada. Los tres corrieron a través del camino, y con una fuerza increíble, Allisa abrió de par en par las grandes puertas. De inmediato, todas las personas dentro se giraron para verlos, incluidos los novios, quienes fruncieron el ceño ante la interrupción.

Nicholas y Eleanor se agarraron de las manos, manteniéndose detrás de Allisa y dejándola caminar hacia adelante, mientras buscaba con su mirada a su gran amor. 

—¿Allisa? —ella se giró y Nicholas dirigió su vista hacia la persona que había hablado. Entre las primeras filas de las bancas, estaba Adela, la única de pie. Sus ojos se conectaron a los de Allisa—. ¿Qué haces aquí?




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