Los besos eternos de Eleanor (bodas desastrosas #1)

Capítulo 16.

Capítulo 16.

AIDEN BURGESS. 

NOVIEMBRE 1, 2018NUEVE DÍAS PARA LA BODA.

 

Aiden estaba tan nervioso como la primera vez que tuvo una entrevista de trabajo. Esa vez falló, no lo contrataron, pero esperaba que en esta oportunidad todo terminara bien. 

Se encontraba en una cafetería que desconocía, como todo en Londres. Después de acordar reunirse, Birdie le envió la dirección de ese lugar, a donde llegó esa mañana gracias al Uber. Había decidido llegar más temprano de la hora citada, sólo porque sus nervios lo tenían demasiado ansioso. 

Tenía muchas preguntas que esperaba que tanto Birdie como Gabriel respondieran. No porque estaba enojado de que ellos decidieran no mantener contacto con él (quizás un poco), era porque quería saber qué había sucedido con sus vidas, si sus planes habían funcionado o si esos sueños adolescentes se habían hecho realidad. Aunque no los veía desde hace diez años, les seguía teniendo el mismo cariño de siempre. 

Los reconoció apenas cruzaron la puerta de vidrio del café. Birdie y Gabriel no lucían como esos niños escuálidos que conoció. Gabriel había ganado mucha musculatura y su cabello afro estaba corto, casi al ras, y su amplia sonrisa blanca que contrastaba con su piel morena era la misma de esa época. Por otra parte, Birdie había dejado su liso cabello oscuro crecer hasta el fin de su espalda, sus facciones se volvieron más duras, pero sus ojos ligeramente rasgados seguían manteniendo ese brillo aniñado, el mismo que tenía cuando la conoció a los quince años. 

Aiden fue rápido en levantarse de la mesa. La sonrisa de los tres se intensificó a medida que se acercaban, demostrando la emoción que estaban sintiendo al verse después de tantos años. Birdie se adelantó y envolvió sus brazos alrededor del torso de Aiden, quien la abrazó de vuelta. Gabriel, quien siempre había sido el más alto del grupo, los abrazó a ambos con sus largos y gruesos brazos. 

—Te extrañé —le dijo Birdie cuando se separaron y tomaron asiento en la mesa. 

—Te extrañamos —le corrigió Gabriel. Birdie rodó los ojos. 

—Sí, eso.

—Yo también —admitió Aiden sonriendo de lado. De repente, la molestia que sentía ya no estaba—. No puedo creer que ya han pasado diez años.

—¡Dímelo a mí! Mi pequeño Mason cumplirá once años —Birdie sonrió con nostalgia—. ¿Quieres verlo?

—Claro que sí —respondió Aiden, entusiasmado de ver cuánto había crecido, pues lo había conocido sólo durante sus primeros meses de vida. 

—Es un pequeño huracán —le contó Gabriel al mismo tiempo que Birdie le extendía a Aiden su celular. En la pantalla, una imagen de un Mason evidentemente más grande se extendía. Su piel clara contrastaba con sus ojos castaños y cabello oscuro. Tenía una sonrisa grande, idéntica a la de Birdie, a pesar de que mostraba a la cámara su brazo enyesado.

El mesero llegó y les pidió sus órdenes antes de irse. 

—Ese día se cayó jugando fútbol, justo en medio del segundo tiempo. Su equipo ganó, así que estaba muy contento y poco le importó el dolor —le explicó Birdie sin dejar su sonrisa. Era una madre orgullosa. 

—Se parece tanto a ti —murmuró Aiden—. Apuesto a que todos ustedes lo tienen mimado.

—¡Ni te imaginas! —exclamó Gabriel riendo—. La navidad pasada obtuvo un tercio de los regalos y éramos como quince personas.

—Tú y Eleanor son los que más lo miman —le reprochó Birdie riendo. Aiden sintió un apretón en su pecho ante la mención de la rubia—. Probablemente lo veas en la boda… cuando Eleanor nos contó que habías confirmado, nos emocionamos mucho. Al decir que te extrañamos, hablamos en serio.

—Éramos un escuadrón antes de que la universidad nos separara —menciona Gabriel, rememorando todas las veces que salían a divertirse juntos.

—¿Cómo lograron mantenerse en contacto? —preguntó Aiden luego de que sus platos llegaran. Los tres ordenaron lo mismo: una montaña de hotcakes y una taza de chocolate caliente.

—Con Eleanor nunca perdí la comunicación —contó Birdie, abrigando sus manos con el calor de la taza—. Incluso cuando ella estaba en Providence y yo en Stanford nos veíamos frecuentemente. Great Barrington sólo nos quedaba a menos de una hora.

—Y ahí pasaban a buscarme a mí cuando los tres estábamos visitando a nuestras familias —terminó de contar Gabriel. Él se había ido a estudiar a Los Ángeles—. Tu ya no estabas.

—Tiene sentido, nos mudamos a Edmonds poco después de entrar a la universidad —explicó Aiden, pensativo—. Pero las redes sociales también existían en ese entonces… supongo que me duele el hecho de que ustedes fueran mis amigos y luego ya no.

—Debimos haber hecho un esfuerzo por intentar mantener la comunicación. Incluso a nosotros nos tomó tiempo. Si no hubiésemos estado en Great Barrington en nuestras vacaciones, tampoco hubiéramos vuelto a hablar. La universidad nos consumió —dijo Gabriel, apretando sus labios. 

—Sí, yo tampoco traté de comunicarme con ustedes —concluyó Aiden—. Quizás esta es nuestra oportunidad.

—Claro que sí —respondió Birdie con prisa—. Por eso queríamos reunirnos. Fuimos tan buenos amigos, merecemos una segunda oportunidad, ¿no?




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