Los besos eternos de Eleanor (bodas desastrosas #1)

Capítulo 26.

Capítulo 26.

EL DÍA DE LA  BODA  -  PARTE UNO.

 

La Pradera era como el cielo en la tierra. Era un pequeño palacio en medio de un terreno que parecía ser un bosque de cuentos de hadas. Apenas entraron, un pequeño salón decorado únicamente por un candelabro los recibió. Varias personas entraban, todas vestidas acorde a la ocasión, tan elegantes que se podía sentir el olor a prendas nuevas recién salidas de sus tiendas.

Los cinco, quienes permanecían juntos sólo porque se conocían, fueron llevados a uno de los salones del lugar, que más bien parecía una hermosa cúpula. Frente a ella, un arco nupcial lleno de flores silvestres era el centro de atención, siendo iluminado por los tenues rayos de sol, dándole un aspecto casi majestuoso. Múltiples sillas estaban dispuestas a los lados de una larga alfombra coral, donde se suponía que Eleanor caminaría en una hora.

Un hombre vestido de negro completamente les indicó sus asientos.

—¿Esa es Francesca de York? —preguntó Nolan con la boca abierta, mirando a una mujer alta de cabello oscuro sentarse en las sillas paralelas a ellos. Era hermosa, y lucía aún más radiante en ese vestido burdeo.

—Sí, ella es ex novia de Federico —dijo Nicholas.

—¡¿Qué?!

—No grites, si nos escuchan quedaremos como chismosos —susurró Tristan mirando hacia el frente, tratando de no lucir sospechoso. 

—Dios mío, ese hombre es un suertudo —dijo Nolan cruzándose de brazos. Otras dos mujeres se sentaron junto a Francesca.

—¿Creen que esas otras dos chicas también sean sus ex novias? —preguntó Nicholas.

—Probablemente —respondió Aiden, viendo como las tres se saludaban y se sentaban juntas—. Son bonitas.

—Claro que son bonitas, Federico es muy guapo. Y así como Eleanor es bellísima, nosotros somos atractivos —concluyó Nolan.

—Tu modo de razonar es fatal —dijo Blake, mirando las luces que colgaban del techo, como si las luciérnagas estuvieran iluminando—. El lugar es muy lindo, justo lo que ella se merece.

—Se verá muy linda, ¿cómo será su vestido? —se preguntó Nolan.

—¿Esos son sus hermanos? —interfirió Tristan, mirando a tres hombres altos, de cabello rubio y trajes similares entrar al salón y posicionarse a un costado del arco nupcial.

—Sí, son ellos —Aiden los reconoció. Él, junto a Nicholas, eran los únicos que conocían a la familia de Eleanor—. Ernest, Emory y Ezra.

—Son como la copia masculina de Eleanor… guapísimos —añadió Nolan.

Tres hombres más que ninguno pudo reconocer se posicionaron junto a los hermanos de Eleanor, seguramente los seis eran los padrinos de boda. Luego seis mujeres, entre las que se encontraba Birdie y Celestine, se posicionaron del otro lado del arco. Ellas llevaban vestidos celestes.

Durante los siguientes quince minutos, los últimos invitados en llegar tomaron asiento. 

Los murmullos de la multitud desaparecieron cuando la juez de paz entró al salón, posicionándose en medio del arco, dejando sus papeles sobre una pequeña mesa de vidrio frente a ella. Una suave y bella melodía comenzó a sonar, provocando que todas las miradas se enfocaran en la entrada, donde apareció Federico Simone con sus padres a cada lado, listos para caminar por el pasillo.

Federico llevaba puesto un fino traje negro, entallado a su cuerpo. Era mucho más atractivo en persona que en las fotografías. Alto, de piel tostada, grandes ojos verdes y una sonrisa amplia que provocaba que estos se achicaran. Tenía una corta barba y su cabello estaba peinado perfectamente. Era un hombre varonil, pero a pesar de eso, se podía ver una dulzura en sus ojos, una que Eleanor adoraba.

Entonces, cuando él se posicionó en el altar, Eleanor ingresó.

Su vestido era despampanante. De un tono crema, el vestido caía libremente desde la cintura de Eleanor hasta el suelo, donde dejaba una pequeña cola. Tenía tirantes y la espalda descubierta. Lo más llamativo eran las flores bordadas en un color más claro sobre la única capa de tul sedoso sobre el vestido. El más puro reflejo de Eleanor. Su cabello estaba recogido en un delicado moño bajo, dejando algunos de sus cabello sueltos, incluido su flequillo. 

Caminaba lentamente, con una sonrisa que intentaba retener a medida que sus ojos se llenaban de lágrimas. Federico, con las mejillas ya empapadas, la miraba como si fuese lo único que existía en el mundo, porque ella era la mujer de su vida. Y, aunque la veía caminando hacia él, aún le costaba creer que estarían juntos por el resto de sus vidas.

Qué rara era la vida. Aún recordaba cuando la vio por primera vez, al lado de un hombre que, en ese momento, se encontraba sentado entre la multitud de invitados. Tampoco pensó que terminaría casándose con ella, a pesar de que ambos estaban de acuerdo con el matrimonio. 

Federico sabía que Eleanor tenía problemas con el compromiso, a pesar de ser una romántica empedernida. Ella misma se lo había admitido. Aún después de comprometerse oficialmente, Federico tenía miedo de perderla.

Pero, cuando comenzaron a ir a terapia de pareja, las cosas mejoraron increíblemente. Aprendió más de Eleanor y ella de él, encontraron formas saludables de conversar cuando discutían, y también tenían hobbies nuevos que podían realizar juntos. Las cosas estaban bien y tenían amor para regalar, era el momento correcto de, finalmente, unirse en matrimonio.




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