A solo una calle y media del centro médico privado Alas de Ángel se encontraba el Colegio Especializado en Jóvenes con Discapacidad "Los Búfalos", una institución privada dedicada exclusivamente a la adolescentes con discapacidades físicas y sensoriales.
Su cercanía al hospital no era casualidad, sino una decisión cuidadosamente planificada para garantizar que los estudiantes pudieran recibir atención médica inmediata en caso de emergencias.
El colegio estaba diseñado con accesibilidad en mente. Contaba con amplios pasillos sin desniveles, rampas en todas las entradas y puertas automáticas. Su infraestructura se dividía en tres pabellones de una sola planta, conectados por senderos techados para proteger a los alumnos del sol y la lluvia.
Infraestructura y Áreas del Colegio
Pabellón Académico: Aquí se encontraban las aulas adaptadas según las necesidades de los estudiantes. Cada salón tenía escritorios ajustables en altura, pizarras electrónicas con control de voz y sistemas de amplificación para alumnos con dificultades auditivas. Se dividían por niveles educativos, desde primaria hasta secundaria.
Pabellón de Terapias y Rehabilitación: Un espacio equipado con salas de fisioterapia, terapia ocupacional y apoyo psicológico. Profesionales especializados trabajaban en conjunto con los docentes para garantizar un desarrollo integral de los estudiantes.
Pabellón de Actividades Recreativas y Formación Técnica: Aquí se encontraban la sala de artes, el gimnasio y un taller de formación técnica donde los alumnos podían aprender habilidades prácticas en diseño digital, programación básica y manualidades adaptadas.
Zonas Complementarias
Comedor Adaptado: Diseñado con mesas ajustables y menús adaptados a diferentes necesidades nutricionales.
Baños Accesibles: Con espacios amplios, barras de apoyo y sistemas de emergencia.
Patio Recreativo: Equipado con juegos accesibles, una pista de movilidad asistida y una lona azul que brindaba sombra para proteger a los niños con sensibilidad a la luz.
Filosofía y Emblema
El colegio tenía como emblema un búfalo con armadura, símbolo de fortaleza y perseverancia. Esta imagen fue elegida por el director en honor a su hijo fallecido, quien siempre admiró a estos animales por su capacidad de superar cualquier obstáculo.
A pesar de ser un colegio de tamaño modesto, "Los Búfalos" no solo brindaba educación, sino que ofrecía un entorno de comprensión, cuidado y preparación para que sus estudiantes pudieran desarrollarse con independencia y dignidad en la sociedad.
Miércoles, 8:20, día 13 de abril
Mientras los estudiantes permanecían en sus respectivas aulas recibiendo clase, el entrenador Gonzalo entró en la oficina del director.
Este mismo había solicitado su presencia por medio de un mensaje de voz que le dejó desde el día anterior. Sin mucha duda, cruzó la puerta de madera. Dentro de la sala, el ambiente era sobrio pero acogedor. El director, sentado tras su escritorio ordenado, le dedicó una sonrisa cortés y le hizo un gesto con la mano.
—Toma asiento, por favor —invitó.
Gonzalo asintió y se acomodó en la silla frente a él, percibiendo la leve fragancia a té verde que llenaba la habitación.
—¿Cuál es el motivo de su llamado, señor? —preguntó Gonzalo, yendo directo al grano. Sabía que, si el director quería hablar con él, debía tratarse de algo importante. Su rendimiento laboral no había disminuido, por lo que un despido parecía poco probable, lo que solo hacía la reunión más intrigante.
El director Marco bebió con calma el último sorbo de su té antes de apoyar la taza de cerámica sobre el escritorio. Sus dedos tamborilearon suavemente la superficie de madera antes de responder.
—Es sobre el torneo de fútbol —dijo con tono sereno, pero con un matiz de seriedad que no pasó desapercibido—. El donativo de este año es muy alto y no sé si valdrá la pena pagarlo —finiquitó el director con un suspiro pesado.
Gonzalo se acarició la barba, frustrado por la situación.
—Comprendo, señor. Se lo comunicaré a los chicos —respondió, aunque por dentro deseaba decir: "¡Páguelo! ¡Por supuesto que vale la pena! A ellos les importa." Pero sabía que insistir no cambiaría nada. Lo que no valía la pena era desperdiciar sus energías en una charla sin sentido.
Se levantó del asiento, resignado, y caminó hasta la puerta para abandonar la oficina. En la entrada se cruzó con la tesorera. Mientras él salía, ella entraba. Gonzalo la saludó con un gesto amable, pero ella lo ignoró. No era sorpresa; su actitud era la misma con todos. Había muchas quejas sobre su comportamiento, pero al ser sobrina del director, su puesto parecía intocable.
El entrenador prefirió seguir su camino, restándole importancia. Sin embargo, justo antes de alejarse lo suficiente, escuchó algo que le revolvió el estómago y que hubiera preferido no oír: —Entonces, tío —dijo la tesorera con tono despectivo—, ¿ya decidiste dejar de dar ese estúpido donativo y comprarme ese auto? De todas maneras, el equipo de tus niños enfermos no ha ganado nada en 9 años.
Gonzalo se detuvo en seco. Sintió cómo la sangre le hervía, apretando los puños a su costado. Quería girarse y responder, pero respiró hondo. No valía la pena. O tal vez sí...
El cuerpo lo traicionó, actuando antes de que su mente pudiera detenerlo. Giró sobre sus talones y, con brusquedad, abrió de nuevo la puerta de la oficina.
—¡Señor, con todo respeto...! —soltó sin pensar demasiado—. No estoy de acuerdo con que los chicos pierdan la oportunidad de participar en el torneo de este año. Muchos... muchos solo tienen esto para olvidarse, aunque sea por un momento, de que la mayoría no llegará a la adultez. Ellos ya han perdido suficiente... —Hizo una pausa, tragando el nudo que se le formaba en la garganta—. Si usted hace ese donativo... le juro que les entregaré el trofeo.
La sala quedó en un silencio espeso, cargado de tensión. La tesorera lo miraba con desdén, pero no se atrevió a interrumpir. El director Marco entrelazó los dedos sobre la mesa, contemplando a Gonzalo con una mezcla de sorpresa y reflexión.