Los cadáveres en Murdertown.

Capítulo 1

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Prueba #1

 

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Burning Hill, Murdertown

23 de junio de 1989

16:24


 

—¿Qué pasó acá? —preguntó el oficial de policía, viendo la escena con una mezcla de curiosidad y horror.

 

—Ah, Ficocelli, qué bueno verte —respondió el Sheriff Colton con una sonrisa torcida. Se arrodilló junto a un cuerpo a sus pies—. La víctima, Marie Herley, 17 años —dijo, señalando el cadáver—. Desaparecida desde hace dos días. La encontraron esta mañana. Laceración en el pecho. La ropa está intacta, como si el atacante hubiera deslizado la mano bajo su blusa para herirla con un cuchillo. El novio sería sospechoso, pero según sus padres y amistades, no tenía ninguno. Introvertida, no salía de casa. Sin marcas de violencia ni señales de forcejeo, excepto esto —Colton señaló una herida en el cuello—. Un pinchazo en la yugular. Algún tipo de aguijón.

 

El oficial se acercó al cuerpo, cuidando de no contaminar la escena.

 

—Pensé que podría ser de un insecto, pero el agujero es muy grande para eso —continuó Colton—. También tiene moretones en las piernas y raspones en las manos también. Tal vez corrió intentando escapar.

 

—Un asesino en un pueblo con Murder en su nombre —murmuró Ficocelli, observándolo desde todos los ángulos—. ¿Es el primer asesinato registrado?

 

—Es la primera muerte no natural o accidental, de ahí el alboroto.

 

—No tiene sentido que el asesino se haya tomado el tiempo de no tocar la ropa —reflexionó Ficocelli—. Ni siquiera tiene sangre.

 

El Sheriff levantó el escote de la chica, examinando su pecho más a fondo.

 

—La llevarán para realizar la autopsia. No creo que la herida del pecho fuera la causa de muerte. —Se levantó, quitándose los guantes.

 

—¿Por qué lo dice? —Ficocelli lo miró, dudoso.

 

El Sheriff suspiró, volviendo la vista al cadáver.

 

—Parece que murió hace poco, tal vez unas horas antes del aviso. La herida es reciente, la piel lo muestra. No se ve profunda, parece que fue cauterizada nada más hacerse, por eso no hay sangre.


 

Secundaria Hellish, Murdertown

12 de marzo de 2014

7:02


 

—… ¡Jackson! —gritó una voz desde el asiento del conductor—, te estoy hablando.

 

El chico en la parte trasera salió de sus pensamientos, casi saltando.

 

—Lo siento. —Se enderezó en el asiento mientras se frotaba la cabeza— ¿Qué decías?

 

—¿Vas a entrar o no? —Su padre lo miró por el espejo retrovisor.

 

Jackson hizo una pausa, miró a su padre en el mismo espejo, luego vio la escuela a su izquierda, y suspiró.

 

—Te recuerdo que yo no estuve de acuerdo con venir a este pueblo raro —dijo mientras salía del auto.

 

Iba a seguir caminando hasta que escuchó la ventana del conductor bajar. Se giró y miró hacia el auto.

 

—«Volver», tú no estabas de acuerdo con «volver a este pueblo raro». Recuerda que aquí naciste.

 

—Bueno —chilló—, te llamo cuando salga —dijo, comenzando a caminar hacia la entrada.

 

—Hasta más tarde —se despidió su padre, alejándose.

 

Jackson siguió caminando. Ser el chico nuevo nunca le pareció una idea atractiva.

 

La primera clase ya había comenzado. Los pasillos estaban vacíos, y en un salón, dos estudiantes hablaban en voz baja.

 

—Oye —susurró la chica—, el viernes iremos a la cafetería, habrá un concierto. —Rio suavemente.

 

—Tori, maldita sea, es miércoles. Espera un poco —se quejó el chico, también susurrando.

 

El profesor, que escribía en la pizarra, se percató de la conversación.

 

—Johnson, Scott, dejen de hablar —refunfuñó, sin dejar de ver la pizarra. Habría seguido, pero fue interrumpido por el sonido de la puerta abriéndose.

 

—Disculpe. —Se asomó un jovencito, intentando hacer poco ruido—. ¿Esta es la clase del profesor Harris?

 

—Sí, soy yo. Tú debes ser el nuevo —respondió el profesor sin moverse de su sitio—. Entra —pidió, extendiendo la mano para recibir la hoja que el chico tenía—. Clase, él es Jackson Blankendaal, su nuevo compañero —anunció tras leer.

 

—Hola, Jackson —dijeron todos en voz alta, con un tono de obligación.

 

—Puedes sentarte allí —lo invitó el profesor señalando un asiento vacío junto a la ventana—. Luego de clases, ven a buscar el material que te perdiste.

 

Jackson asintió y caminó hasta la silla. El profesor siguió escribiendo en la pizarra.

 

—Hola, soy David —saludó el chico a su lado, extendiendo la mano.

 

Jackson le dio un apretón.

 

—Bienvenido, yo soy Victoria. —La chica delante de David hizo el mismo gesto que su compañero, también correspondido.

 

—Johnson, Scott —los regañó nuevamente el profesor, en un tono fastidiado.

 

La clase siguió su curso normal, hasta que terminó casi media hora después.

 

—Nos vemos en el almuerzo —afirmó David, levantándose y tomando sus cuadernos—. Pensé que nunca acabaría la clase. Me estaba matando.

 

—Johnson —volvió a quejarse el profesor, irritado.

 

—Querido Sr. Harris, usted sabe que nuestro amor por usted es inversamente proporcional a nuestro amor por las matemáticas —se burló, para luego ser respaldado por respuestas afirmativas de sus compañeros.

 

—Al menos eso me dice que sí entendieron las clases del semestre anterior —respondió, sin apartar la vista de sus libros.




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