Los Caídos

Reserva - 2

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anochecer en el Nahuel Huapi

El mail los tomó por sorpresa dos días después, a última hora del sábado. Lucía advirtió la expresión incrédula de Mauro, y antes de que pudiera preguntar nada lo vio pararse de un salto, los brazos en alto como si gritara un gol. Giró hacia ella eufórico y se detuvo justo a tiempo antes de agarrarla por ambos brazos y sacudirla de pura alegría.

Intrigada, Lucía rodeó ambos escritorios y leyó el mail. Alzó la vista con miedo de haber entendido mal, pero la alegría de Mauro no dejaba lugar a dudas. Saltó hacia él y le echó al cuello su brazo sano. Él la abrazó por la cintura y giró con ella, los dos riendo.

Los pasajeros del grupo de Tango habían quedado “excepcionalmente satisfechos” con los servicios, por lo que la empresa les comunicaba que los habían elegido como su receptivo oficial para Bariloche y la Región de los Lagos. También querían consultarlos sobre la posibilidad de organizar un fam tour para que sus vendedores top conocieran el producto y estuvieran en mejores condiciones de ofrecerlo. La fecha sugerida era una semana durante la segunda quincena de octubre.

—¡Eso es en veinte días! —jadeó Mauro cuando releyeron juntos el mail.

—Tranquilo, estamos bien de tiempo. Mañana mismo nos ponemos a organizarlo.

—OK, así ya… ¿Mañana? ¿Y el asado en casa?

Lucía volvió a reír al ver su cara de desencanto.

—¡Tecnología, Romeo! ¿Para qué vivimos en el siglo XXI? Podemos hacerlo después de comer, desde tu casa. —Le revolvió el pelo divertida—. Tranquilo. Yo me encargo mientras vos atendés a las visitas.

El picaporte de la puerta del local reclamó la atención de los dos. No importaba que tuvieran un cartel que decía “cerrado” en cinco idiomas. Siempre había gente que parecía disfrutar ignorándolo y trataba de entrar igual a preguntar cualquier pavada. Lucía se adelantó hacia el local, lista para mandar de paseo a quien fuera, y se detuvo a mitad de camino. Lucas hablaba por teléfono con una mano en el picaporte. Ella dio media vuelta y señaló hacia atrás.

—Te buscan —le dijo a Mauro en un tono que no precisaba traducción.

Mauro asintió sonriendo y fue a abrirle a su amigo. Un momento después estaban los dos en la oficina. Lucía les daba la espalda, aunque era evidente que eso no le facilitaba la tarea de apagar su computadora.

Lucas se tragó una sonrisa. Su rechazo hacia ella había desaparecido desde que la viera sobrevivir al demonio a orillas del Gutiérrez, pero sabía que no tenía sentido empezar a ser simpático con ella de un día para el otro sin ninguna razón aparente.

—¿Dónde te habías metido? —le preguntaba Mauro.

En el Brazo Tristeza, para tratar de poner en orden mis recuerdos de los últimos mil quinientos años. Se encogió de hombros. —Tenía que arreglar unas cosas en casa. —Aunque incluso esa pequeña mentira parecía quemarle la garganta, recordar quién era en realidad no le había hecho olvidar sus cuarenta años como humano—. ¿Vamos? Estoy mal estacionado.

Mauro vio que a Lucía le costaba ponerse la campera y la ayudó mientras le contestaba. Pero Lucas no lo escuchó, su atención atraída por los movimientos lentos y cuidadosos de Lucía, y la mueca de dolor que se apresuró a ocultar.

Era natural que estuviera dolorida. Lo sorprendente era verla sobre sus pies, trabajando y en condiciones de hacer como si no le hubiera pasado nada grave. Lucas recordaba perfectamente las tres heridas paralelas, lacerantes, de las garras del perro infernal en su brazo cubierto de sangre. Advirtió la venda que envolvía la palma de su mano derecha, donde el demonio la mordiera. No había rastros de tumefacción, sólo un poco de inflamación. ¿Cómo se había salvado del veneno? ¿Era otro de los atributos del talismán que usaba? Seguía convencido de que Lucía ignoraba el verdadero poder de ese objeto, pero reconocía que entre todos los cazadores que alguna vez conociera, ella se contaba entre los más fuertes y más hábiles. Tuvo un sobresalto fugaz al encontrar sus ojos hostiles y desvió la vista. De pronto se preguntaba cuántas veces la habría visto sin siquiera imaginar lo débil o lastimada que ella estaba en realidad.

—Hasta mañana —la oyó decir, y la inflexión cálida en su acento le indicó que le hablaba a Mauro, no a él.

Lucía pasó junto a Lucas sin siquiera saludarlo y salió de la agencia. Un viento frío recorría las calles. Se cerró la bufanda y apuró el paso. Esa noche todos los diablos del inframundo podían organizar un desfile por la ciudad y ella no movería un dedo para evitarlo. Básicamente porque hacía tres días que no podía mover ninguno de sus dedos sin medio kilo de calmantes de por medio.

 

**Fam Tour: “tour de familiarización” - tour que se ofrece a agentes de viajes para que conozcan un producto antes de venderlo.




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