Los Caídos

Reserva - 4

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Un par de horas después Ariel y Andrés decidieron bajar al lago, y Lucas se ofreció a llevarlos esas diez cuadras. Majo y Mauro habían levantado la mesa y ahora lavaban juntos los platos. Lucía salió al jardín y se sentó con su computadora y su celular a la sombra de un maitén. Esperó a que se iniciara con la vista perdida en los cerros cercanos, el cielo de un azul brillante y sin nubes, el sol que empezaba a acercar un poco de calor. Había sido un invierno duro, frío, largo. Era bueno que la primavera prometiera un buen verano.

Hizo un esfuerzo por concentrarse en su trabajo. Tango iba a mandar doce vendedores. Así que necesitaban transfer in-out del aeropuerto, siete noches en un cuatro estrellas. Cuatro excursiones terrestres, una lacustre. Pensó un momento. Circuito Chico con caminata, combinada con Catedral. Tronador, San Martín, Isla Victoria. Sí, eso iba bien. Reservas en diferentes restaurantes para que conocieran la parte gastronómica. Dos días para visitar hoteles de tres a cinco estrellas. Bien. Y si se olvidaba de algo, confiaba que Mauro se daría cuenta. Lo primero era el alojamiento.

Lucas volvió de llevar a los chicos al lago. En un arranque de malicia, Mauro le pidió que le alcanzara el café a Lucía, mientras él y Majo seguían en la cocina, a esa altura demorándose en secar y guardar absolutamente todo lo que encontraban. Lucas aceptó sonriendo. Sabía que su amigo estaba perdido por su hija y no tenía ningún problema. Si le iban a robar a su princesita, prefería que fuera alguien que él conocía y quería, como Mauro. Y Majo parecía coincidir con él, aunque por su forma de ser jamás iba a tomar la iniciativa. Así que estaba tranquilo, sabiendo que el asunto iba a seguir en veremos por un buen rato.

Vio a Lucía trabajando muy concentrada en la computadora, el celular sostenido entre la oreja y el hombro, hablando en voz baja. Cruzó por el medio del jardín sin apuro, para que lo viera venir. Ella tenía la excusa perfecta para ignorarlo y siguió con los ojos clavados en la computadora. Le dejó la taza en el pasto, al alcance de la mano, y fue a estirarse al sol en una reposera a pocos pasos, sin decir una palabra.

—Gracias —murmuró Lucía sin mirarlo, tipeando a toda velocidad mientras hablaba por teléfono—. Sí, de Alerces Turismo. Es por una consulta de disponibilidad… Gracias.

En menos de media hora terminó de organizar todo. Recién entonces se permitió descansar la espalda contra el tronco del árbol tras ella y fumar un cigarrillo tranquila. Lucas parecía dormido, los ojos cerrados, las facciones distendidas, completamente inmóvil. Había olvidado que lo tenía tan cerca y resultaba una sensación rara, que su proximidad no la hiciera sentir incómoda como de costumbre. En ese momento Majo y Mauro se dignaron a reaparecer y fueron a sentarse con ella a la sombra.

Se demoraron hablando de cosas sin importancia, y mientras Lucía y Mauro repasaban juntos el programa para el fam tour, Majo volvió a entrar para hacer mate. Mauro aprobó el plan y señaló con la cabeza a Lucas, que seguía dormitando en la reposera. Lucía hizo una mueca y asintió, resoplando. Sí, Lucas era el más indicado para guiar esas excursiones.

—Pero no puede ir solo —terció Mauro en voz baja—. Van a hacer preguntas específicas sobre ventas y él no podría contestarlas bien.

—Lucía tendría que acompañarme. Habla mejor inglés que vos.

Los dos se volvieron hacia Lucas, que había hablado con suavidad, sin moverse ni abrir los ojos. Distraídos por su comentario, no se pararon a preguntarse cómo los había escuchado. Y era una suerte. Tenía que aprender a fijarse más en esos detalles. Todos sus sentidos humanos se habían agudizado de forma extraordinaria desde que despertara, y sabía que no estaba actuando del todo como antes. Era lógico, pero tenía que tener cuidado hasta que lograra equilibrar todo.

Mauro aguantó la risa al ver la expresión de su socia. Lucía respiró hondo y al fin se encogió de hombros. Lucas había dicho la verdad. Así que iba a pasar una semana entera con él de sol a sol, obligada a estar todo el tiempo del mejor humor. Se preguntó si en su vida anterior había sido un asesino serial o algo así, para tener que pagar semejante karma.

Majo trajo el mate y se sentó en el pasto entre Mauro y Lucas, que se desperezó y se acomodó para participar de la charla y la ronda.

Esa noche, ya en su casa, Lucía tuvo que reconocer que había sido un día agradable y que la presencia de Lucas no había amenazado con arruinarlo en ningún momento.

Mejor, pensó, desinfectándose el brazo izquierdo. Después del fam tour puedo volver a detestarlo tranquila. Se paró frente al espejo para estudiar las tres heridas paralelas. Estaban cicatrizando bien, pero iban a necesitar un par de semanas más para cerrar del todo.




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