Era un día de invierno. Durante la noche anterior, la nieve llenó las calles de Konoha. La hora no se sabe con precisión, tampoco el día exacto. Ni siquiera se tiene mucha certeza del lugar, más allá de que se encuentra en algún punto entre el distrito del clan Hyuga y la residencia del Hokague. Lo único seguro es que todo ocurrió en una encrucijada de caminos. Como guías, cada camino llevaba a través de él, a una persona que encontraría su destino en aquel lugar. Con un paisaje nevado como testigo.
La primera en llegar fue Hinata Hyuga. Primogénita y heredera de su clan. Sus ojos como perlas miraban con alegría el curioso espectáculo. Era la primera vez que ella veía nieve. Con cierta torpeza, debido a la gruesa ropa que la abrigaba, Hinata se agachó. Tomo entre sus manos un puñado de nieve y lo moldeó y aplastó hasta formar una esfera que se parecía más a un huevo. No tenía a quien lanzarla, ni siquiera tenía en mente que aquella sustancia que acababa de conocer, sirviera para emular una guerra a pequeñísima escala. Solo era curiosidad. La curiosidad de una niña que explora el mundo que la rodea.
—¿A quién piensas lanzarle eso fenómeno?
La voz que, supuso provenía de un niño, no le generó ningun temor a Hinata. Su padre usaba un tono mucho más intimidante, solo para preguntarle por las mañanas como había dormido. Tampoco se ofendió, no tenía idea de lo que era un fenómeno. Simplemente alzó la mirada rápidamente para localizar a quién se dirigía a ella.
Era un niño de cabello negro y corto. No parecía tener mas que unos pocos años mas que Hinata. Con la misma curiosidad que la había llevado a esta situación, la pequeña miro al niño de arriba a abajo. Era corpulento, aunque lo que más llamo su atención fueron sus ojos tan negros. Estaba acostumbrada a ver los ojos claros de los miembros de su clan.
—¿Que tanto me ves fenómeno? Eres igual a el. Todos ustedes nos miran con esos ojos. ¿Se creen mejores que el resto verdad?
Hinata apenas entendía de que hablaba aquel niño de ojos negros pero esta vez si que comenzó a sentir miedo. No por la palabras del niño. Si no por su ceño fruncido y esos ojos. Unos ojos que, a pesar de ser completamente diferentes en color a los de su primo Neji, eran los mismos con los que la veía cada vez que entrenaban en el dojo familiar. En una de esas ocasiones fue cuando comprendió lo que era el dolor y no le gustaba.
Su falta de respuesta lo irritó aún más. En un arrebato de ira, el niño dio un manotazo tirando la nieve que se derretía en sus manos. Hinata retrocedió presa del pánico. Algo le trabó los pies y cayó al suelo de espaldas. El frío de la nieve traspasaba la tela de sus guantes y le provocaba un dolor agudo, aún así, no apartó la mirada de esos ojos negros.
—Déjala en paz.
Una voz estridente llamó la atención de ambos. El chico de ojos negros se acercó al recién llegado. Era por lo menos una cabeza más alto y también mas robusto que el rubio. Hinata reconoció en su salvador al hijo del Hokague. Ese cabello rebelde no era fácil de olvidar.
—¿Y si no quiero que? —Preguntó el primer niño intentando amedrentar al rubio. Pero este ni siquiera dio un paso atrás. Por el contrario, formo un sello con sus manos y dijo:
—Te daré una paliza que no olvidarás.
Tenia una sonrisa brillante, era como ver el sol sin deslumbrarse. Eso hasta que el mayor de los niños se abalanzó sobre él con un puno cerrado. Naruto no tuvo tiempo de nada. Ambos cayeron al suelo, poniendo todo su peso sobre su estómago, el ojos negros comenzó a golpear con saña. El también lo conocía. Era uno de los presumidos hijos del Hokague. El mismo Hokague que había despreciado a su tío Danzo durante muchos años.
En este punto llegó otra persona. Misuki había estado siguiendo a su hermano a través de los tejados sin que se diera cuenta. No sabía como pero Naruto siempre se metía en problemas. Chasqueo la lengua al ver como el otro lo golpeaba. Eran hijos del Hokague, Naruto debería estar demostrando la fuerza de los Uzumaki. En cambio el tonto apenas podía protegerse de los sencillos golpes de su adversario. Decidió que lo dejaría sufrir un poco antes de ayudarlo. Que aprendiera lo importante que es el poder para un shinobi.
Pero el destino, sumido en el caos, movió las piezas de tal manera que Mizuki quedo boquiabierta sin poder evitarlo. ¿Quién le hizo frente al bravucón? ¿La mas fue te de los tres futuros shinobis? ¿El niño de la profecía, el que no se rendía jamas? No.
Hinata, aun tirada en el suelo, veía la escena sumida en un miedo paralizante. Aun así, se preguntaba por que dejaba que esto ocurriera. Ya antes había sufrido los embates del puño suave de su primo. Entonces ¿Por qué le temía a los básicos golpes del niño frente a ella? La respuesta era sencilla. Eran sus ojos. La ira en sus ojos la había tirado al suelo dejándola indefensa. Pero ella también tenía unos ojos que podían imprimir miedo incluso en algunos shinobis. Y así fue como la pequeña Hinata Hyuga utilizó por primera vez los poderosos ojos de su clan.
Se levantó, no sin cierta interferencia por parte de su ropa de abrigo, y adoptó la postura para ejecutar el puño suave. Puso los pies separados y firmes imitando casi a la perfección la postura de Neji. Extendió las palmas y miro a su atacante.
—¡Déjalo en paz! —Ordenó tratando de sonar como su padre. No estuvo ni cerca. El agresor detuvo sus manos y se levantó aun con los puños apretados. Por un momento Hinata estuvo a punto de volver a caer desarmada por esos ojos, pero se mantuvo en pie.