Ya te previne.
Te avisé, indirectamente.
Incluso lo comprendiste.
Ya te dije que llegaría este momento.
Que arrepentida volverías a maldecir
los caminos que no recorrimos juntos.
No hace falta que me cantes trozos de canciones
que hablan de juventudes eternas,
ni que me recuerdes las noches de bulerías,
vino e historias.
Ni me hables de tu cama
ni de mis promesas de amor modernas.
Que ya te creí una vez,
y me disparaste al cuello.
Que ya he elegido mi destino,
y eso que no sé
ni lo que tengo ni lo que quiero.
No me jures que el tiempo ha pasado,
que otros somos
y que puede volver a la luz y el calor al fuego:
las cenizas se esfumaron,
forrando un corazón que solo tú volviste negro.
No me des unas explicaciones
que llegan a deshoras.
Solo leyéndome podrás entender
todas las horas que he pasado llorándote.
Todos los años que he guardado el luto,
que he estado de duelo.
La risa que siempre regalé
hoy ha envejecido.
La rutina, de la que te sacaba,
me ha estado torturando.
No me han quemado otros labios,
y eso que lo he intentado.
No me han roto otros rostros,
ni he idealizado otras piernas.
Me he endurecido.
Esta vez no voy a dejar engatusarme.
Soy mucho más fuerte.
Esta vez tendrás que irte
por el mismo sitio por el que vuelves.
Ya no quema en mi piel tu nombre.