Seguramente,
hubiera tenido más suerte
si en vez de naranja,
hubiera elegido el limón
con aroma a manzana
del que quedé prendado
sin un beso,
a pesar de dormir en su cama.
Ella sabía a caramelo
y no me dejaste probarlo.
Primavera, ron y vasos.
Celos, tu queriendo amor,
yo muriendo por dártelo.
Ahí fue cuando te elegí.
Cuando dije, tienes que ser para mí.
Ya no eras la diosa
que por los cielos caminaba,
yo a tu lado,
en ese edén, estaba.
Te robé besos en tu portal,
me dejaste tan seco.
Tan loco y tan disuelto.
Tan cambiado y tan distinto.
Quise creer que la última serías.
Que eras la perfecta,
la histórica
y la musa de todas mis letras.
La que esperaba
y no encontraba.
Con quien ser y perderse
en viajes por la Antártida.
Tuviste que ser tú,
diva del momento,
la que me pararas los pies
y me pusiera recto.
La que me recogiera la baba
y luego me dejara soltando lágrimas,
de luto por el funeral
de lo nuestro.
Que quemabas tanto
que pensé que tu nombre te hacía justicia.
Hoy mi piel, por tu culpa,
está negra y hecha cenizas.
Tuviste que ser tú,
la que me devolviera un sueño
y, a la vez, la que lo hiciera añicos
rompiéndolo.
La que me devolviera todas las mentiras
que había dicho y el mal hecho.
La que se esfumó
sin decirme un por qué
o explicarme qué fue
lo que la cambió por completo.
El mismo que aún espero.
Qué locura, diva del dinero,
que alejaste mi pasado
y truncaste todo mi futuro.