Me lo dejé todo en ti.
Hasta mi sombra,
cuando te fuiste,
te siguió
y se despidió de mí.
Me lo dejé todo en tu cama.
Hasta mis sábanas,
que me demandaban más olor a ti,
las noches de cubalibres
y de lluvia en abril.
En tu habitación dejé todas mis sonrisas.
Te las llevaste en la maleta,
junto con todos los besos
de este simple poeta.
Aún hoy, no sale ni una.
Ni a las que me miran de reojo
y a escondidas.
Te llevaste toda la ilusión con la que
ampliaste los ventrículos de mi corazón.
Esa que ya no me existe
ni para las noticias que hablan
de Revolución.
Te llevaste la luz que me guiaba.
Se apagó la llama
a la que mi vida entera dediqué
para que no se apagara.
Si no me lo dejé todo yo,
te lo llevaste tú.
Te llevaste a mí.
Dejaste a un doble.
Me mataste.
Aquel que fui, no volverá.
Tú, no volverás.
Tampoco quiero.
Pero, por favor,
devuélvelo todo.
Envíamelo por correo.
Que no tengo más horizonte
que el hastío.
Deja de divertirte jugando
con mi cuerpo etéreo,
que el físico lo desea para completarse.
Ciérrame la cicatriz,
ya que yo no puedo hacerlo.
Que, aunque ya estás olvidada,
tienes a mi yo completo.
Y yo me necesito para seguir sufriendo.