Ya no te amo.
Quizá nunca lo hice.
No, nunca lo hice.
Ya no te amo.
Hace tiempo
que no lo hago.
Creo que
desde el principio,
desde el primer beso.
Fue solo una pasión efímera,
necesaria y arbitraria.
Ilusión de éxtasis sin pastillas.
Cuerpos con ganas de rozarse
sin dolores de cabeza ni aspirinas.
Fuego griego que,
lejos de apagarse,
quemó hasta tus bragas
y mis nalgas.
Recuerdo que alzaba mi mano
para tocarte,
porque te tenía tan alta
que eras tú la que cuando querías piel
te tirabas encima.
Sin cortes.
Ya no te odio, tampoco.
El sentimiento más sincero
que sentí por ti.
Y deberías estar orgullosa por ello,
por dejar en mí rencor que se fue
con el viento y con el tiempo.
Por marcharte así,
dando un final perfecto a una historia
vacía, fría y sin besos.
No te odio.
Quizá nunca lo hice.