Ya no sé
qué nombre tienes.
Una vez te llamé
por el tuyo verdadero,
pero tuve que borrar la tinta
con la que lo dibujaste
aquí en mi pecho,
porque notaba
que se quedaba escrito
a sangre y fuego.
Tienes muchísimos nombres,
todos parecidos, además.
A mí ya no me mientes,
perteneces al conglomerado
de los Pueblos del Mar.
Esos que, periódicamente,
se ven empujados por el norte
y arrasan
toda civilización conocida.
La mía.
No tengo dedos de las manos
para contar cuántas veces
barriste mi Babilonia.
Tantas,
que ya me voy reconstruyendo
por Asiria.