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Oscar.
Mamá había salido desde temprano al hospital, tenía varias cosas por hacer y se llevó consigo a Annie. Nathan estaba en el trabajo, en su oficina del otro lado de nuestra pequeña ciudad.
Y luego estaba yo, dirigiéndome a la casa de mis vecinos para cenar con ellos.
Ni siquiera me molestaba en tocar la puerta, digo, es casi como mi casa.
La casa tenía una estructura diferente a la de todos, era más pequeña, pero les quedaba perfecta a Cole y Sol, solo eran tres personas y la casa tenía dos habitaciones, Didi aún no necesitaba una habitación, así que por el momento estaban bien. La razón por la que la casa es diferente, es porque era de las casas más viejas del vecindario, antes no había tantas casas aquí, pero con el tiempo fue un vecindario perfecto para las familias tranquilas y esas cosas.
La puerta principal daba a la sala, luego más adelante estaba la cocina y las escaleras, arriba las habitaciones y el baño, luego una sala de lavandería. El pequeño comedor estaba entre la cocina y la sala.
Miré la casa mientras me recargaba en la pared cerca de la puerta.
No había señales de Cole y Sol, solo una casa vacía y muy acogedora.
Subí los escalones con precaución, no quería ser muy ruidoso y despertar a Didi, eso sería horrible, sin contar que Sol me metería tremenda regañada por ello.
Mientras miraba la casa no podía dejar de pensar en lo que está familia había pasado. Sol tenía veintiún años cuando su madre murió, había quedado a cargo de Cole y tenía una hija de un año, estaba pasándola mal por la muerte de su madre, pero no se rindió, Sol siguió adelante, trabajaba turnos dobles, de noche, hacía de todo para sostenerse a ella, su hija y a Cole, y hasta el día de hoy seguían luchando por todo lo que estaba pasándoles. No tenían tiempo. Ambos eran huérfanos, Cole es un adolescente y tenían a un adolescente más, Aiden lejos de casa lamentándose por la muerte de su hermano y viviendo bajo los maltratos de su padre. ¿Cuánto más podrían resistir los Blythe? ¿Cuántas tragedias les quedaban por afrontar?
Pero no me sentía triste, no estaba feliz o melancólico, solo no había nada, vacío, como si realmente eso nunca hubiera pasado.
Por alguna razón, mi cerebro y mi conciencia misma habían decidido pasar de ello, ignorarlo por completo y fingir que nada trágico había pasado.
La puerta estaba entreabierta, podía ver la mitad de la habitación por esa abertura. Sol estaba sentada en la cama con Didi acostada a su lado, Cole estaba en cuclillas haciendo mimos a la pequeña, jugaba con sus diminutas manos delicadas mientras le sonreía.
Ella limpiaba mesas en una cafetería, y él trabajaba en un local donde vendían los mejores pasteles de Vreinsfield, no era lo más esperanzador, pero estaban de pie a pesar de todo.
—¿Trabajaras está noche? —preguntó Cole sin despegar la mirada de Didi.
—Hasta las dos de la mañana —hizo una mueca.
—Pero ayer saliste a las cuatro —la miró con el ceño fruncido—, no pueden hacerte esto, es injusto.
—La vida no es justa, cariño.
Cole pegó su cabeza a los piecitos de Didi mientras los acariciaba con la punta de su nariz, la bebé parecía tener cosquillas.
—Solo me queda un mes de vacaciones, y después tendré que dejar de trabajar —murmuró—, pero estaba considerando...
—Ni se te ocurra —dijo Sol, presintiendo lo que Cole estaba por decirle.
—Ni siquiera me dejaste terminar.
—No vas a dejar la escuela, Cole Blythe —lo regañó.
—Pero ¿Y Didi? ¿Quién la va a cuidar? Diego y Oscar también entraran a clases, tú tienes que trabajar, no podemos con todo esto.
—Marisol se ofreció a...
—No voy a dejar a Didi en la casa del padre de Aiden, ¿Sabes lo que es ese hombre? ¿Sabes lo que le ha hecho a Aiden?
Marisol era la madrastra de Aiden, quien era buena persona, pero el padre de él otro chico Blythe, era un monstruo. O eso me habían contado.
—Marisol vendrá hasta aquí, lo hará, al menos hasta que pueda conseguir una guardería que la acepte desde tan pequeña —pasó su mano por el cabello negro de su sobrino.
—¿Qué vamos a hacer, Sol? —preguntó, la angustia se reflejaba en la voz de mi amigo—, todo parece estar más difícil cada vez.
—Estaremos bien.
—Pero.
—¿Recuerdas lo que decía mi mamá?
—Decía muchas cosas.
—Ella decía que las personas que estaba junto a ti cuando el mundo se derrumbaba, que ese era tu hogar —suspiró—, si nos quitan la casa, la comida, el dinero, todo, tu seguirás siendo mi hogar, y yo seguiré siendo tu madre, sostendré tu mano, debes saber que siempre estaré para ti.
Vi la sombra de una sonrisa cruzar por los labios de Cole.
—Seré tu hermano y sostendré tu mano, debes saber que siempre estaré ahí para ti —repitió.
—Y para Diane —añadió.
—Y para Didi.
—Estaremos bien, ¿Sí? Estaremos bien.
Con la palma de su mano acarició la cabeza de Didi, y con la otra abrazó a Cole como un hijo. La madre de Cole murió en el parto, y la madre de Sol había muerto hace un año, solo se tenían entre ellos.
Ellos se tenían entre sí y podían sentir preocupación por el otro.
¿Qué sentía yo por mi madre? ¿Qué sentía yo por Ana?
Nathan dijo que era normal negarse a ponerse los zapatos de otros, pero yo realmente quería saber que sentían los demás, quería empatizar, sentir si estaban felices y compartir esa felicidad aunque a mí no me concierna la razón, quería llorar si ellos estaban tristes, ir y abrazar a Cole ahora que parecía tan preocupado por su familia, decirle a Aiden que lamentaba la muerte de Laurie, ir y ver la lápida de papá como algo más que simple cemento, decirle a Nathan que entiendo lo cansado que es su trabajo, pedirle una disculpa a Resse por lo que dije y tratar de entender la extraña personalidad de Diego.