La llamada...
Oscar.
Las luces de la casa estaban apagadas, pero las cortinas de la ventana de Roselin Grace estaban abiertas. Entraba la luz del farol de la calle, sin embargo, no había ni rastro de ella.
Di varios pasos al frente, pensando en tal vez tocar a su puerta, pero pensé que no sería muy bien recibido por su madre, así que esperé a que ella diera el primer paso a su escape/plan, o lo que fuera que estuviera planeando.
La puerta principal fue abierta, y me preparé para correr si era su madre con algún arma, pero para mi suerte, solo era Resse.
Llevaba un suéter café holgado, y unos pantalones igual de flojos, pero estos eran negros. Parecía que quería utilizar algún tipo de camuflaje, pero Resse no es el tipo de personas que pasan desapercibidas. Tiene unos oscuros ojos azules, la cara llena de pecas, su piel es tan pálida que hasta puedo verle sus venas en los cachetes, es tan delgada que podría romperle un bracito de solo apretarlo un poco, da la impresión de una persona enferma por lo pálida y delgada que esta, y luego está su cabello negro azabache, largo, le cae a los costados y parece que no lo cepilla nunca.
—Tenemos que irnos antes de que madre vuelva —anunció en un tono muy bajo.
—¿Vas a salir? —pregunté sin creerle.
—Necesito llegar a la estación de autobuses.
—¿A caso piensas escapar de la ciudad, Resse Grace? —inquirí comenzando a caminar a su lado.
—No lo creo.
Asentí mientras apresuraba el paso, pero me detuve notando que Resse estaba quedándose atrás.
—Vamos, si tu madre llega al vecindario será más difícil escapar —la apresuré.
—No voy a ir más rápido, camina a mí misma velocidad o no hay trato.
Solté un bufido mientras me regresaba a su lado.
Mamá no iba a ayudarme, no tiene tiempo. Annie esta todo el día en sus estudios. Y Nathan ya no es una opción. Lo único que tengo para poder llegar a sentir algo como más mínimo que sea, es Resse, y no pienso perder mi oportunidad, otra vez no. No pienso seguir así, al menos no mientras tenga opciones para entenderme a mí mismo y a los demás, empezando por Resse.
—¿A dónde vamos? —pregunte cuando llegamos a la parada de autobuses.
—A la estación, necesito hacer una llamada desde el teléfono de allí —respondió cruzándose de brazos, metiendo sus manos entre sus codos y cubría sus puños con la manga del suéter.
—¿Por qué llamarías desde ahí, no puedes solo hacerlo desde tu casa?
—Mamá revisa las llamadas que hacemos cada fin de mes cuando paga el teléfono, y yo no tengo celular —contestó mientras frotaba sus manos para calentarlas un poco.
—Puedes solo llamar desde mi teléfono —saque el aparato de mi bolsillo trasero.
Ella soltó aire hacia sus manos, parecía humo, como si estuviera fumando.
—La persona a la que quiero llamar no contesta si es por celulares, la estación de autobuses es el único lugar en Vreinsfield que conozco donde yo recuerde que allá un teléfono público.
—También en la estación de policías, en el centro comercial, en el centro de Vreinsfield, en...
—Te recuerdo que hace años que no salgo de casa, no sé cómo andar en esta ciudad sin perderme, así que calla y llévame a la estación de autobuses —espetó.
Alcé mis manos en señal de paz.
—¿Por qué hace tanto frio? —preguntó juntando sus manos y pegándolas a su pecho.
—Estamos en invierno, ¿Recuerdas? —dije obvio.
—Pero hace demasiado frio, se me están congelando las manos.
Si, hacia mucho frio.
En realidad, enero era la época del año cuando el frio estaba más presente que nunca. No nevaba en Vreinsfield, pero con el frente frio teníamos suficiente. Febrero era menos helado, y luego marzo, donde ya todos salían a la calle con blusas de manga corta y shorts, pero yo prefería siempre el invierno, era más acogedor y tenía la excusa perfecta para quedarme en cama y las festividades de esa época eran las mejores, por la comida, obvio, podía comer y comer, y comer, y no parar hasta que el invierno terminara; era magnifico y un sueño hecho realidad.
—¿Por qué no sales nunca? —pregunte para hacer tema de conversación.
—Mamá no quiere que lo haga —respondió con simpleza.
—¿Y tú no quieres hacerlo?
—Jamás he sentido la necesidad, después de lo que pase en mi infancia —emitió la última parte con algo de resentimiento hacia esa época—, creo que ya tuve suficiente de la ciudad, prefiero quedarme en casa.
—Es como una prisión —masculle mirando para otro lado.
—A veces, pero me gusta, es mejor que lo que hay fuera —agregó. —, o al menos es lo que dice mamá, y un amigo lo confirmó.
Hice una mueca de inconformidad.
Su controladora mamá.
—Puede que Vreinsfield sea una mierda de ciudad a veces, pero no todo es malo —opiné.
Ella se acomodó en la banca y se abrazó a sí misma tratando de darse calor.
—¿No lo es? —inquirió en un tono burlón—. Tan solo frente a mi casa, la mansión enorme esa, ¿Sabes lo que pasó ahí?
—¿No es donde desapareció el dueño y luego sus hijos? —recordé.
—Algunos dicen que los hijos mataron a su padre y luego huyeron —respondió—, vendieron la casa a los actuales propietarios, pero el misterio de donde está el dueño original y padre de los chicos jamás ha sido resuelto.
Me recargue al igual que ella en el respaldo de la banca.
—Todas las ciudades tienen misteriosas casas aterradoras, no creo que tenga que ver con lo mierda que son algunas personas —di a dar mi punto de vista sin querer sonar muy interesado.
—Eso pasó en la casa que hay frente a la mía, ¿Qué puedo esperar de todo lo que queda de la ciudad por conocer? Prefiero quedarme en casa, definitivamente.
Iba a replicar algo, pero ¿Qué caso tenía? ¿Qué iba a cambiar? ¿a mí que me importaba? Si Resse quería vivir encerrada en su casa para toda la vida, pues que le vaya bien, yo solo necesitaba que me ayudara con mi extraña cabeza hecha un caos, no era yo quien debía ayudarla a ella en el tema de la vida. No puedo ni ayudarme a mí.