Los chicos sin hogar

(9) Impostor

Curiosa disculpa...

Oscar.

En la cena de aquella noche pasaron muchas cosas a la vez, cada una de ellas menos agradable que la anterior.

Mamá llevó la cuchara a su boca sin despegar la mirada de mí.

Me estaba mirando de forma fulminante, pero no decía nada.

Nathan untaba queso en su bolillo en silencio.

Annie leía sus apuntes mientras comía, no despegaba la mirada de su libreta. Mi melliza no se enteraba de nada.

No podía entender sus miradas o su indignación. ¿Desde cuándo deben castigarme por decir lo que pienso?

Me levante empujando la silla hacia atrás abruptamente.

—Ya no aguanto esto, comeré en mi habitación —levante el plato de la mesa.

—Siéntate, Oscar Stevens —me regañó mi mamá.

—Solo si dejan de mirarme tan mal —negocié.

Nathan también se levantó.

—Esto es injusto —murmuró—, no seré yo el culpable de que tu familia se divida, Amelia —se dirigió a mamá.

—¿Qué está pasando? —preguntó Annie en medio de la discusión.

—Que me voy de casa —anunció dirigiéndose hacia las escaleras.

Annie también se puso de píe con la expresión perdida.

—Espera, Tío Nathan, no puedes irte —le gritó corriendo tras de él.

Me dejé caer en la silla sin mirar a mamá.

Ella fue tras Nathan al igual que Annie, parecía preocupada por la decisión de mi tío, sin embargo, yo no estaba tan preocupado.

No iba a pedirle disculpas por dar mi opinión sobre la muerte de mi padre, es una tontería, el adulto es él y está tomando una decisión muy apresurada e infantil.

Una hora más tarde, Annie bajó las escaleras con la cara completamente roja, sus mejillas estaban húmedas y su nariz colorada.

—Tienes que pedirle que se quede, por favor —sollozó pegándose a mi pecho buscando que la consolara.

Alcé mis manos sin tocarla y di dos pasos hacia atrás.

—Tal vez sea momento de que tenga su propio hogar.

—Ossi, es como mi padre, no puede irse, no puedo perder a papá otra vez —masculló entre lágrimas.

—¿Qué quieres que haga? Él es el adulto, él sabe que decisiones toma.

—Pero —gimió—, es Nathan, estuvo cuando papá no y ahora se ira también, no puedes solo decir eso —me tomó de las solapas de la camiseta—, has que se quede, por favor, no me hagan esto.

Annie llorando era otro punto de irritación.

(5 Enero)

00:01 am.

No quería tener por ahí a Annie deprimida todo el día porque Nathan se había ido, así que luego de que dejara de llorar decidí dirigirme a la habitación para enmendar las cosas.

Pensaba en pedirle a Nathan una disculpa, explicarle mi forma de ver las cosas y decirle que jamás fue mi intención herirlo.

Practique frente a su puerta por varios segundos lo que le diría.

—Lo siento Nathan —susurré—, Lo—Siento—Nathan —dije más lento.

Negué.

—Lo lamento —repetí—. No, suena muy tonto —negué de nuevo—. Estoy tan arrepentido.

No lo estaba, lo único que quería era explicarle que no quise faltarle al respeto a sus recuerdos sobre papá, ni que tampoco estaba poniendo en duda su afecto hacia él o quien fue papá cuando vivía, solo quería que entendiera lo que no podía sentir, pero supongo que se me fue de las manos.

Eso era, simple, un poco largo, pero al grano.

Asentí listo para sincerarme con mi tío.

Tomé la manija de la puerta y la abrí sin tocar.

Suspiré listo para hablar, pero las palabras se me atoraron en la garganta al momento en que vi las manos de mi tío sobre las caderas de mamá mientras plantaba un beso sobre sus labios, y ella no se resistía en lo absoluto.

Ella rodeaba con sus brazos su cuello, parecían muy sumergido en el otro hasta que carraspeé.

Vaya, me esperaba de todo menos esto.

Tantos años viviendo aquí, con nosotros, siendo como un padre, cuando en realidad era nuestro casi padre, padrastro para ser precisos.

—Dime Nathan, ¿De quién crees que papá estaría más decepcionado ahora? —murmuré dando dos pasos hacia afuera.

—Oscar, escucha, nosotros...

—Iban a decírmelo pronto, esto no es algo que planeamos, nosotros no elegimos esto —dije por ella antes de que las palabras abandonaran su boca. —Es lo que todos dicen en estos casos.

—Deja que hable —espetó Nathan.

Solté una risa de incredulidad y miré hacia la maleta en la cama.

—Yo me largo —musite tomando el pomo de la puerta para cerrarla detrás de mí.

Bajé las escaleras a toda velocidad mientras sacaba mi celular.

—¿Hablaste con él? —preguntó Annie levantándose del sofá con las manos juntas sobre su regazo.

—Iba a hacerlo, pero su boca estaba muy ocupada tragándose a mamá que no me dio tiempo de decir mucho —respondí tomando la manija de la puerta de entrada.

—¿De qué hablas? —cuestionó, confundida.

—Están juntos, como pareja —expuse—. No vino aquí a apoyarnos por la muerte de papá, vino a quedarse con su vida, esposa e hijos.

—Oscar, cállate —gritó Nathan bajando las escaleras con mamá atrás de él.

Abrí la puerta y salí cerrándola de un portazo.

Me detuve frente a la casa de Cole, y cuando entré solo alcancé a ver a Sol dormida en el sofá con Didi sobre su pecho y a Cole de espaldas lavando los trastes.

Con la misma, me di la vuelta y salí sin hacer mucho ruido, ni notaron mi presencia.

Vi a Nathan salir de la casa mientras mamá le decía algo. No me tomó mucho tiempo entender que iba a buscarme, así que me metí al jardín trasero de Cole y salté la barda para llegar al jardín trasero de la casa de los Denis.

Entre por la puerta trasera, pero tanto Diego como su hermano Victor no estaban presentes, lo único que me recibió fue el olor a cigarrillo que seguro habían dejado Victor y sus amigos, quienes siempre fumaban dentro de la casa.




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