Los chicos sin hogar

(10) Escape casi perfecto

Ya me harté de esta ciudad, es hora de abandonarla...

Oscar.

Me sorprendía la habilidad que tenía Resse para meter a personas a su casa sin ser descubierta.

Tenía alfombra para callar los pasos, una ventana donde cabía una persona de mi porte perfectamente, la habitación en el primer piso, cerca de la callé y sin personas observando.

Tecleé un mensaje en mi celular, era en el grupo con mis amigos.

"Ya me harté de esta ciudad, es hora de abandonarla"

Y luego volví a escribir.

"Broma. Me voy solo por unos días, nos vemos pronto"

—¿Cuál es el plan? —pregunté ansioso.

He de admitir, que no fue difícil convencerme. En mi estado actual y los sucesos de las últimas horas, esto era lo mejor que alguien podía haberme propuesto.

Una aventura para dejar atrás todos mis problemas.

Resse dijo: "Volveremos pronto, solo le pondremos pausa al juego".

Y yo acepté.

—Andrew me dejo dinero suficiente para pasajes de autobús y comida, también en que lugares podemos quedarnos a dormir en él camino, hizo amigos en su viaje de hace tres años —explicó en voz baja.

Resse sacó una libreta pequeña y me enseñó los nombres y direcciones de los lugares donde nos quedaríamos para descansar. Había una post—it azul al final de esa hoja donde trazaba el camino sobre un mapa que había descargado de Google. La nota decía: "destino: Alfiel".

No vi por ninguna parte la dirección de Andrew, pero supuse que esa ya la tenía de memoria, después de todo era su primo y la persona a la que Resse más quería en el mundo según sus propias palabras.

—Pareciera que lo tienes planeado desde hace años —murmure.

—En realidad —cerró la libreta—, esta es una réplica del plan que Andrew siguió cuando se fue de la ciudad, él hizo esto hace tres años y dejo aquí el plan, tenía todo bien grabado en la memoria y si mientras menos cosas cargara consigo, menos pesado sería el camino.

—Suerte que no traje ni ropa para cambiarme —chasqueé la lengua.

Ella comenzó a meterlo todo en una mochila negra que colgó en su espalda.

Llevaba unos pantalones de mezclilla y unos tenis converse, cosa que no era muy conveniente en pleno invierno, pero, ¿Quién era yo para juzgar?

Salimos por su ventana, pero cuando estaba por cerrarla, pareció recordar algo y trató de volver.

—Mis vitaminas —masculló tratando de entrar.

Metió primero su pie derecho, pero emitió un jadeó y se desplomo sobre el pasto. No hice ni un solo intento por detenerla.

—Uch —gimió abrazando su rodilla contra su pecho.

—¿Quieres que entre por ti? —pregunté señalando la habitación.

—Por favor.

Me metí gateando sobre las pequeñas estanterías que tenía debajo del alfeizar, miré por toda la habitación hasta divisar varios frascos y cajitas de quien sabe que sobre su mesita de noche.

De pronto, el pomo de la puerta comenzó a moverse, como si alguien quisiera abrirla.

Sentí mi corazón latir a toda velocidad, así que ¡Retirada!

Ella miró mis manos, buscando las vitaminas y medicamentos, pero no había ni tocado el suelo por el pánico.

—Tu mamá —susurré cerrando la ventana con delicadeza.

—Necesito mis vitaminas —me detuvo.

Abrió la ventana de nuevo y trató de entrar ella misma.

—¿Resse? Te dije que no pusieras seguro a tu puerta —dijo su madre desde fuera.

La tome por la cintura y la jale hacia afuera, sacándola a la fuerza de la habitación. Resse no podía ni caminar, ¿Cómo iba a sacar algo antes de que su mamá abriera la habitación?

Caí de espaldas al pasto, ella cayó sobre mí con mis manos entrelazadas sobre su panza.

—Necesito, necesito entrar —masculló mientras forcejeaba contra mí.

—Compras otras después, ya es tarde —la solté.

Cerré la ventana tan rápido como me levanté.

Ambos miramos por la abertura entre las cortinas hacia el interior de la habitación, su madre había abierto la puerta con las llaves de la casa, y ahora estaba buscando a Resse por toda la habitación.

—No puede ser —maldijo—, vámonos, Ossi, antes de que quieran encerrarme en la cárcel que llaman hogar y a ti en la cárcel de verdad.

—¿Crees que me arresten por acompañarte a tu viaje? —pregunté comenzando a caminar a paso rápido hacia la calle.

—Probablemente.

—Eso no me ayuda mucho.

—No te preocupes, testificare a tu favor.

—No sales de tu casa, ¿Qué vas a hacer tú en un juzgado?

Ella trataba de correr, pero note la dificultad al caminar en su pierna derecha.

—No te engañes, una vez estuve en uno —replicó—, mi mejor amigo demando a su padre, y yo fui como testigo.

Paré a medio camino y traté de ir a la misma velocidad que ella.

—Vaya, para nunca salir de casa tu vida suena más interesante que la mía.

Sonrió.

Al llegar a la parada de autobuses, Resse se dejó caer en la banca completamente agotada.

—Necesitas mejorar tu estado físico, ni siquiera corriste —le dije sentándome a su lado.

—No lo entiendes, no puedo correr —masculló.

—¿A no?

El autobús estaba a nada de llegar, lo podía ver a lo lejos, cuando mi teléfono comenzó a vibrar.

—Diga —respondo sabiendo de quien se trata.

—¿Cómo que te vas? —exclamó Cole del otro lado de la línea—. Estaba lavando los trastes cuando te vi corriendo por mi jardín y saltar a la casa de Diego. Tu familia vino a buscarte a casa, estaban preocupados, y luego veo tu mensaje, ¿Qué rayos pasa contigo?

—Es difícil de explicar, pero ya lo entenderás.

Y colgué.

Es entonces, cuando noto a lo lejos que un chico pelinegro venía hacia la parada de autobuses.

—No —soltó Resse en un susurró—. Nolan, no.

—¿Tu hermano? —pregunté levantando la mano para hacerle la parada al autobús.




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