Los chicos sin hogar

(13) Charla en la cocina

Así es como asumes la muerte...

Ossi.

Resse dejó la bolsa con nuestra comida sobre la barra de la mesa y fue a lavarse las manos al lavabo, mientras que yo solo leía la infinidad de mensajes que me habían dejado desde la noche anterior las personas con las que socializaba.

—Hay algo que debes saber —dije a Resse cuando estaba dándome la espalda.

—Te escucho —dijo sin prestar mucha atención.

—Tu madre está buscándonos aquí, sabe que estamos aquí —expuse.

Resse se giró a mi algo aturdida.

—Mi madre no nos va a encontrar —musitó—, aun así, deberíamos tomar una ruta diferente.

Se sentó en el banco de la barra y comenzó a desenvolver el aluminio.

—Podríamos llegar a otra estación que nos lleve de igual forma a Tyndale, pero sin que mi madre nos encuentre —pensó— hay muchas estaciones, podríamos tomar la que sea, siempre y cuando tengamos la certeza absoluta de que mi madre no estará buscándonos ahí.

Repiqueteé mis dedos sobre la barra mientras dudaba del plan de Resse.

Ella iba a estar bien cuando volviera, después de todo su madre hacia esto por ella, tal vez la castigarían para hacerla sufrir por sus locuras, ¿Pero con qué? De todas formas, siempre ha parecido que ha estado castigada, sin derecho a salir.

Pero, ¿Y yo?

Nada me aseguraba que yo iba a estar bien. Una demanda como mínimo, que su madre manchara mi nombre e inventara sabe cuanta cosa sobre mi hasta arruinar mi futuro como lo hizo con Andrew para que me exilie de la ciudad y me aleje de su hija.

—Yo creo —comencé— que volver no sería una mala idea.

—¡¿Volver?! —me miró como si hubiera tenido la peor idea del mundo— ¿Estás loco? ¿Por qué volveríamos si ya escapamos?

—Porque —suspiré—. Resse, tú vas a estar bien, pero tu madre podría meterme en prisión por acompañarte a tu altruista misión de buscar a Andrew.

—Te defenderé.

—¿Cómo defendiste a Andrew? —inquirí, juzgándola.

—En ese momento yo...no sabía lo que pasaba, jamás tuve la oportunidad de hablar con mi madre —miró a su plato fijamente—, pero ahora entiendo lo que es capaz de hacer, y sabré controlarla.

—Vaya —hice una cara de asombro fingida—, descubres lo loca que esta tu madre y decides enloquecerla aún más escapando de sus garras —aplaudí irónicamente—, de tal madre, tal hija.

—Ossi —me miró con reproche—, se lo que hago, solo confía en mí.

¿Confía en una chica que te persuadió fácilmente para salir de casa? ¿Confiar en la chica que me está conduciendo hacia caminos desconocidos cuando ni ella ha salido de su casa en años? ¿Confiar cuando ya escapé con ella de mi hogar abandonando todas mis responsabilidades? ¿Confiar cuando la dejé escoger la carne y salsa de mis tacos?

Ella no tenía que pedirme que confiara en ella, ni siquiera me había dado tiempo para detenerme a pensar exactamente que era la confianza, si de todas formas ya la había seguido ciegamente a ninguna parte.

Confiaba en Resse, al igual que confiaba en Cole, qué a pesar de haberme llamado con segundas intenciones, seguía siendo mi amigo.

Ahí estaba el problema.

Me faltaba algo, emoción, vida, ganas de hacer algo.

De otra forma, seguirá sin importarme nada, incluso si me apuñalaran por la espalda, yo seguiría perdonándolo todo.

Bueno, más bien, yo seguiría ignorándolo todo.

Por eso necesitaba esto, descubrirme. No estaba aquí por ayudar a Resse, no, yo vine hasta aquí por mí.

—Confiare en ti, Resse Grace —afirmé.

Su sonrisa iluminó toda la habitación en segundos, causando que se creara una pequeña sonrisa en mis labios, sonrisa que Resse había contagiado.

—Entonces —sacudió su cabello y se recargo en la mesa, interesada en lo que tuviera que decirle—, ¿Qué hay de ti?

Abrí el paquetito de mis tacos, sintiendo el agradable olor de la comida inundarme las fosas nasales. Era como un orgasmo para mis papilas degustativas, si es que eso existía.

—¿Qué hay de mí?

—Si, ya sabes, háblame de tu vida, tus gustos, tus metas.

¿Metas?

Entendía a lo que se refería, pero aún no sabía ni que quería estudiar, ¿Qué se supone que debería responder a eso?

—¿Qué hay de tu familia?

Mi familia. ¿La misma a la que abandone hace una noche por escapar con ella?

Ahora mismo, seguro estaban preocupado, o eso decían todos sus mensajes.

—Tengo una mamá —respondí.

—Ah —asintió mientras esperaba a que siguiera.

—Pero no tengo papá.

Ella se reclinó en su lugar más interesada.

—¿Qué pasó con él?

—Murió cuando tenía cinco, ¿Recuerdas? Te hable de ellos, creo.

—Oh, si, lo recuerdo —asintió.

Hubo un pequeño silencio antes de que digiera algo más.

—¿No tienes hermanos?

—Tengo una melliza —contesté—, se llama Ana, pero yo le digo Annie.

—Si, sigo su página de dudas medicas en Facebook.

¿Eso seguía en pie? Annie lo había abierto hace dos años con Cole, y habían puesto nuestros números de referencia, dijo que era una buena de forma de entrar a una buena universidad. No sé cómo rayo eso sería posible.

—Y tengo un tío —agregué—, él ha estado viviendo con mi madre y nosotros por años —le di una mordida a mi taco.

Resse me dedico una mirada que supe leer bien. "Cuéntame más sobre ellos"

—Mamá es comprensiva, pero nunca está presente —continué—, al menos no de la forma que me gustaría, siempre está trabajando y hablando sobre sus cosas, pero la mayoría del tiempo esta de turno en el hospital.

—¿Qué hay de Annie?

—Igual, siempre está estudiando y en el hospital con las pasantías, mamá las consiguió para los dos, pero yo no soy muy fan de la gente enferma y los hospitales, me hacen sentir como si estuviera enfermo —expresé—. Casi siempre estoy solo en casa con Nathan, mi...tío.




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