Los chicos sin hogar

(16) Constelaciones y otras pecas

Expedición por el tren...

Oscar.

Era momento de hablar sobre Resse.

Estaba dormida sobre mi pecho, ni idea de cómo llegó ahí.

Pero, ¿Quién se cree?

No voy a mentirle, pero sé que no me gusta.

Vamos, es Resse.

Mi única atracción hacia ella es por sus ojos. Tiene lindos ojos.

Esperaba no estar enviando el mensaje equivocado al acompañarla es su viaje, pero no tenía intenciones de un romance cuando dejé tanto caos en casa.

Lo único que podía ofrecerle era una amistad, al menos algo así, ya que no era la mejor opción en cuanto aquello.

Me encontraba sentado en el suelo mirando hacia el frente como usualmente hacia cuando la situación lo ameritaba, y no quería mover a Resse.

Estaba en plena madruga meditando sobre mi existencia.

¿Qué iba a hacer?

No solo con Resse, si no con mi madre, con Nathan, con Annie, ese niño que viene en camino, mi insensibilidad, el orgullo y mi falta de empatía.

Siempre termino haciéndolo todo mal, y creo que lo dejaré peor.

Aun así, no duele.

Papá no duele.

mamá no duele.

Annie se siente dulce.

Resse es como una luz.

Y Nathan es el problema.

No sé qué siento hacia él en este momento. Rencor, odio, tal vez gratitud por haberse quedado a pesar de todo, o ira por haberse quedado también con el lugar de papá.

No sé qué hacer.

Resse se removió en mi pecho comenzando a despertar.

Talló sus ojos con sus puños y miró hacia todos lados, adormilada, como tratando de descifrar donde se encontraba.

—Aún no llegamos? —preguntó tomando distancia de mí.

—Faltan unas horas más.

Hice lo mismo que ella, me arrastré sobre el suelo a la otra esquina y me quedé ahí, sentado aún sobre el suelo.

—¿Qué soñaste? —rompió el hielo de una manera ingeniosa.

Ni siquiera lo recordaba.

—No lo sé, tal vez con un banquete de comida —respondí naturalmente.

—Yo soñé que me encontraba en un mundo distópico —contó—, sería la excusa perfecta para no volver nunca a casa.

—¿Por qué lo sería? —miré a su dirección.

—Por que tendríamos que combatir zombies, un gobierno cruel que quiere...¿Qué se te ocurre? Podrían querer algo de los protagonistas, ¿Qué tal su sangre? Aunque, creo que eso ya está muy gastado —parloteó—, ya se, guardaron una droga en sus cuerpos, y esa es la cura.

Mi cara se deformó en una mueca de extrañeza hacia su historia.

—Oye, Resse —comencé—, no creo que tu seas la mejor superviviente en un mundo distópico —señalé su pierna con mi dedo índice.

Ella miró hacia su rodilla y luego a mí.

—¿Crees que no lo sé? —replicó—, pero me leí los libros de the maze runner y Newt es cojo, y pudo sobrevivir mejor que los que estaban buenos y sanos al inicio del libro.

—¿Newt? —inquirí—, ¿Scamander?

—Ese es el de animales fantásticos, yo te hablo...¿Sabes qué? Olvídalo.

Resse se incorporó en su lugar y me miró de frente.

—¿Por qué no me hablas más sobre ti? —dijo—, como la otra noche.

Me senté de la misma forma que ella, estiré mis pies hasta que estuvieron a lado de los de ella.

—No hay mucho que contar, soy algo aburrido —respondí—, no he tenido un pasado trágico, o historia de origen.

—Te contaría la mía, pero creo que ya la habrás escuchado —se abrazó a sí misma—. Empecemos con tu propósito para este viaje.

—¿Mi propósito?

—Para que aprendas a sentir algo más allá del vacío en tu pecho —señaló.

—Oh, si —atraje mis piernas a mí y las crucé como si fuera un niño pequeño. —¿Por dónde empiezo?

—¿Qué pasó cuando tu padre murió?

—Bueno —medité—, él ya tenía pagado todo, era diabético, siempre era precavido, su funeral no fue ningún costo para mamá, recuerdo que mi tía...

—No que paso con ellos —me cortó—, ¿Qué paso contigo?

Miré hacia el suelo, conmocionado.

Asiento mientras me preparo para hablar.

—No llore cuando papá se fue al principio, pero todos lo hacían —confesé—, todos decían que querían que volviera, que lloraban para que regresara, a pesar de que él estaba en un lugar mejor.

Asiente sin decir nada.

—Ellos decían que nunca se podrían olvidar de papá, que era único y que nadie podría ocupar jamás su lugar —agregué—¸y yo siempre guarde su lugar, jamás tuve a alguien como figura paterna que no fuera su imagen, siempre sabía que alguna vez había tenido un padre, y que, aunque ya no estaba, su lugar seguía ahí.

» Siempre creí que no sería nada más que una tontería, pero papá estaba conmigo, por eso jamás sentí su ausencia, jamás le lloré porque podía verlo a través de mis rizos pelirrojos, a través de mis pecas, él había sido parte de mí desde el momento en que nací, y siempre lo creí así —escondo mi cara entre mis manos, frustrado—. La muerte es algo que nadie puede deshacer, no tenía razones para llorar por su ausencia cuando ellos debían estar a salvo de la cruel vida que había en este mundo, no sabía que había del otro lado, pero quería tener la certeza de que era mejor que aquí. Nunca sentí la necesidad de llorar por la muerte de otras personas por qué de todas formas, no iban a volver, pero si sabía que era una forma de desahogarse por el sufrimiento, pero yo no sufría, o al menos nunca lo sentí.

Alcé la vista, encontrándome con la mirada oscura de Resse, sus ojos eran de un azul oscuro como el color que tomaba lo profundo del mar cuando buceaban tan abajo que los rayos del sol apenas y lograban dar algo de visibilidad.

—Pero cuando vi a Nathan con mamá, no lo sé. Es como si papá hubiera muerto por segunda vez, como si está vez se hubiera ido para siempre, como si ya no tuviera lugar en nuestra familia porque alguien más lo acababa de tomar.

» Pero ahora que está muerto duele, duele como si al fin se hubiera ido para no volver —seguí hablando, por alguna razón esto me hacía sentir menos pesado por al fin decirlo en voz alta a alguien que no me iba a dar un reporte médico o psicológico—. Ahora ya no está, ahora no puedo verlo en mi reflejo, ya no está en mis pecas. —tomé aire profundamente, —No sabía que había del otro lado, pero por primera vez deseo saber ¿A dónde fue mi padre?




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