Calle inclinada...
Oscar.
Unas cuantas horas más tarde, ella ya estaba dormida, y comenzábamos a acercarnos a nuestro destino.
Hacia frio, demasiado, pero Resse había optado por dormir ahí, no quería alejarse de la vista a pesar de haber pasado lo que quedaba de viaje dormida.
Cuando el tren comenzó a disminuir la velocidad, entendí que estábamos llegando.
Moví a Resse para que despertara, pero ella solo se dio la vuelta aferrándose al suéter que utilizaba como cobija, mientras murmuraba algo inentendible.
Jalé mí suéter, despojándola del abrigado calor que había logrado crear mientras dormía para sobrevivir a la invernal brisa de la noche.
Se despertó peleando por la prenda, pero dejó el tema de lado al ver las luces de la ciudad frente a nosotros.
—¿Estamos llegando? —dijo levantándose de pronto.
El tren se detuvo en la estación, donde había más personas esperando abordar otros viajes, trabajadores de la estación listos para descargar, familias de los pasajeros y vendedores.
Todo eso al frente, pues donde nosotros estábamos solo había árboles al frente y una que otra bodega o equipaje por subir.
—Hay que bajar antes de que nos vean —susurró Resse escondiéndose tras una caja de madera.
—Pero pagamos nuestros pasajes —recordé.
—Hay oficiales, si mi madre sabe a dónde nos dirigimos, seguro nos podrían estar buscando —masculló—, y puede que estar aquí este prohibido.
Me escondí junto a ella.
—¿Y cuál es el plan, Pecas?
Ella se asomó por el vagón y analizó nuestras posibilidades.
Hice lo mismo que ella.
Había oficiales revisando a cada pasajero al bajar, pero nada nos aseguraba que nos estuvieran buscando a nosotros, aun así, Resse no parecía querer arriesgarse.
Bajó del vagón como si nada, y caminó hasta estar escondida detrás de las puertas de equipaje.
—Ven, es seguro —me hizo un gesto con la mano.
Dudé.
Los pasajeros estaban bajando del tren a varios metros de nosotros, nadie nos notaba, pero era tan riesgoso.
Bajé de un brinco y al instante sentí las manos de Resse sobre mis hombros, arrastrándome hacia su escondite.
—Atrapa esto —le lancé desde el otro lado de los percheros unos pantalones de algodón que la abrigarían lo suficiente del invierno.
Los extendió frente a su rostro, observándolos con cuidado.
—¿No hay una talla más grande?
Miré la etiqueta de los otros en los ganchos.
—Si, pero ese te quedara bien —le dije—, eres delgada.
Demasiado, dije para mis adentros.
—Pero no me gustan los pantalones de mi talla —lo dejó en una mesa y siguió buscando entre la ropa. —Bueno, no me gustan los pantalones, las faldas y las mallas son mucho más bonitas.
Al final, la esperé en un pequeño restaurante con dos chocolates calientes en la mesa. Resse estaba buscando algo más abrigado que el simple vestido floreado que le había dado Aranza, pues este no era muy útil en pleno invierno.
—¿Es para mí? —preguntó señalando el vaso entre mis manos.
—En realidad esperaba que tardaras más y pudiera terminármelo por ti —lo deslice por la mesa hasta ella.
Resse se sentó mientras acomodaba el gorro que llevaba.
Tenía unas mallas de puntitos, una falda negra y una blusa de manga larga. Un gorrito con orejas de gatito adornaba su cabeza. Aparte, llevaba un abrigo azul oscuro que la mantendría abrigada del invierno.
Supongo que se había hartado ya de estar pasando frio toda la noche.
En cuanto a mí, llevaba la misma ropa que cuando había escapado de casa, me había cambiado en uno de los aparadores de la tienda en la que Resse estaba comprando, y había desechado a una caja de objetos perdidos la ropa vieja que tomé del hostal de Rubén.
Dio un sorbo al vaso mientras miraba disimuladamente para afuera.
—Policías a tus diez en punto —señaló con el mentón.
No tenía idea de que significaba, pero había dos oficiales desayunando afuera del restaurante, a pocos metros de la ventana en la que estábamos sentados nosotros.
Mi conflicto era, si nos atrapaban, nos llevarían con su madre, y eso no sería mucho problema para Resse más allá de ser castigada, pero a mí.
Esa mujer le destruyó la vida a Andrew que era su familia, ¿Qué me esperaba a mí que era un simple desconocido?
Puse ambas manos juntas sobre la mesa.
—Resse —comencé llamando su atención—, tenemos que hablar sobre algo.
Asintió con la cabeza y se ergio en su silla.
—Te escucho.
Golpeé levemente la mesa con mi puño un par de veces, vacilando en si debía hablar o no.
—Se que esto no te va a gustar —recalqué—, pero creo que deberíamos volver —solté sin rodeos.
Se levantó de su silla enviándola para atrás en el proceso.
—No puedes, no puedo volver —masculló dejando ambas manos sobre la mesa—, estamos tan cerca de llegar a Alfiel, no puedes rendirte tan fácil.
—Resse —me levanté con ella y la guíe hasta la salida—, es lo mejor, si te llevo con tu madre y le explicamos todo, tal vez.
—No, Oscar —me soltó antes de salir. —No puedo volver sin haber encontrado a Andrew antes, necesito verlo.
—Podríamos volver y después tu y Nolan venir a buscar a Andrew como él lo tenía planeado —propuse—. Si no hubieras tenido tanta prisa en irte esa noche, tal vez podríamos habernos ahorrado muchos problemas.
—Tu aceptaste venir —espetó.
—No me diste ni tiempo de pensar, me agarraste en un momento de frustración donde lo único que quería era huir de todo —expuse—. ¿Por qué tienes tanta prisa? Puedes volver y luego seguir con Nolan, tu hermano.
Ella salió del restaurante ignorando por completo las miradas que muchos nos dieron ante el portazo que dio.
Pasó junto a los policías hecha una furia, pero ellos ni le prestaron atención.