Los chicos sin hogar

(18) Zanahorio

Caídas, apodos, y otras charlas...

Oscar.

(9 Enero)

Habían pasado apenas dos días desde que habíamos llegado a Tyndale.

No podíamos volver, las estaciones estaban repletas de oficiales.

El cabello de Resse había vuelto a su estado natural.

A Resse le costaba subir las escaleras todo el tiempo.

El sillón sobre el que dormía era muy incómodo.

Algunos huéspedes tenían trabajos en el bar de Oto.

Y yo pensaba en trabajar con él, al menos por unos días, hasta que llegara el día de tomar el autobús a Alfiel.

Solo seis días más y esta tortura terminaría.

Resse seguía resfriada, pero decía que se sentía bien.

Y yo, bueno, yo seguía ignorando las llamadas de mis familiares.

En realidad, no habían pasado muchas cosas interesantes, no podíamos salir porque podían vernos algunos de los oficiales.

Por primera vez en días, mi celular comenzó a vibrar por algo más que un mensaje. Era Diego, llamándome para quien sabe qué.

Habían pasado días que no me llamaban, supuse que se habían rendido al fin.

—Diga —respondí.

—Ossi, mi buen Ossi —respondió del otro lado de la línea.

Arrastraba las palabras, así que supuse que estaba ebrio.

—Llama cuando estés en tus cinco sentidos, Diego —le dije.

Despegué el celular de mi oído, me disponía a colgar, cuando de pronto, mi amigo comenzó a soltar sabe cuanta cosas a la bocina.

—Y la mamá de la chica es una pesada —siguió—, lo bueno es que ya se fue.

Aquello fue lo que me detuvo de colgarle.

—¿Qué dices? —inquirí—, ¿A dónde se fue?

—Encontraron sus nombres en sus boletos de tren hacia Tyndale ayer, ella viajó hasta esta ciudad, quiere buscar a su hija ella misma —balbuceó—, seguro y ya llegó, ¿Dónde están, por cierto?

Hay no.

—En...Crelsdil, no llegamos a Tyndale, perdimos el tren —respondí con un tono de desanimo fingido.

—Lastima, si le digo a la señora Grace que están el Crelsdil no me va a creer —agregó después de un eructo—, da igual, güey, suerte con tu chica —hipó—, luego me cuentas si llegan a su destino, aunque no sé porque siguen ahí.

Siguió hablando, pero Resse entró a la habitación y deje el teléfono en la cama para dirigirme a ella.

—Tu mamá está en Tyndale —avisé.

Se detuvo en medio de la habitación y me miró con las cejas alzadas.

—¿Cómo sabes?

—Diego me lo acaba de decir —señalé la llamada que aún no había colgado.

Ella se llevó ambas manos a la cabeza y comenzó a dar vueltas por toda la habitación.

—Seguro saben que nos iremos en dos semanas, por los boletos de Nolan —se preocupó.

Fruncí los labios.

La voz de Diego a través del teléfono comenzaba a estresarme, así que le colgué sin darle mucha importancia a lo que decía, me estaba dando una clase de no sé qué sobre la vida, enfermedades y esas cosas.

—No hemos salido de aquí desde que llegamos, no hay manera de que sepan dónde estamos, y si lo supieran ya nos abrían buscado —traté de tranquilizarla.

—Mi mamá me estresa tanto —bufó—, quisiera que entendiera mis sueños, que me dejara vivir mi corta vida en paz.

Se dejó caer sobre la cama mientras extendía las manos por todo el espacio que abarcaba.

—Creo que —me senté a su lado, el colchón se hundió por mi peso— la entiendo, solo un poco.

Resse me miró con una ceja enarcada.

—Eres su hija menor, apenas estas empezando tu juventud, mamá es igual —di un respingo—, bueno, no tan igual —aclaré—, pero cuida mucho a Annie, es su consentida, no tiene ojos para nadie más.

Me acomodé mejor en el colchón, logrando que casi toda la vieja cama se moviera, creando que los resortes crujan.

—A lo que quiero llegar es —junté mis manos frente a mi pecho—, tu mamá es controladora, sobreprotectora y muchas más cosas, pero no creo que sea lo correcto seguir preocupándola así.

La verdad era que, estaba aconsejando a Resse porque mi madre había enviado cientos de mensajes desde que habíamos escapado, pero si soy sincero, no he leído ninguno, pero tal vez ver a Resse arreglar las cosas con su madre me hará sentir mejor, y tal vez me anime a llamar a mamá.

Pero Nathan. No quería enfrentarme a llegar a casa y verlo como el nuevo padre de la familia, era extraño e incómodo, me llenaba de coraje el pensar que no había algo que yo pudiera hacer para cambiar aquello, era como si cada vez que lo recordara, algo caliente se agrupara en la boca de mi estómago y subiera a mi garganta como humo esperando ser desechado en palabras.

—¿Te preocupas por mí? —inquirió incrédula.

—Algo así —hice un movimiento con mi mano, como si nivelara una balanza.

—Entonces, me veo en la obligación de decirte que hables con Nathan —atacó ella sentándose al igual que yo.

—Lo haré cuando vuelva a casa —mascullé de mala gana.

—Hay, Ossi —negó varías veces con la cabeza—, lamento que tenga que ser tan incomodo.

—Yo también, Resse, yo también.

(10 Enero)

Me di la vuelta sobre mi cuerpo mientras dormía, olvidando que no estaba en una cama.

El sofá desapareció y caí al suelo tan pronto como alcancé a abrir los ojos por la sorpresa.

Di el azotón contra la madera del suelo, logrando que Resse se despertara alterada por el sonido que creo mi cuerpo al caer.

—Ossi —susurró haciendo las sábanas a un lado antes de levantarse.

Comencé a levantarme mientras llevaba una mano a mi cabeza.

Me palpitaba el lado izquierdo de la cara, la piel se sentía caliente e irritada.

—¿Qué rayos te pasa? —me pegó en el hombro—, me despertaste.

—Siento que el sonido de mi cráneo romperse te allá despertado, la próxima vez seré más considerado —repliqué masajeando la zona.




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