Adiós, besos al aire...
Oscar.
Cuando Resse dijo el nombre de Jace, me había quedado estático en mi lugar. Era una locura. Jace, el mismo Jace que le había hecho cosas tan crueles a la pequeña Resse de diez años.
Casi tuve ganas de patear a Frijolito que iba entrando a la habitación por pura rabia contra ese chico.
Muy bien, tenía que parar con mis deseos homicidas hacia el perro, Annie me mataría si pudiera escuchar mis pensamientos.
Me terminé el pedazo de pizza de Resse mientras ella terminaba de contar el dinero.
—Entonces —comenté—, es un chico adinerado y se sentía con la libertad de hacer lo que quisiera.
—Me pidió disculpas, pero no sé, no quiero guardar rencor a nadie —infló sus mejillas mientras pensaba. —cuando lo vi, recordé mucho de hace años, pero también que era mi mejor amigo, y que fue un apoyó a pesar de ser un imbécil cuando entró a la secundaría.
Asentí sin juzgar.
Yo no sería ni capaz de perdonarlo.
—Me hizo daño, pero creo que realmente ha cambiado —añadió—, no me gustaría estar enfadada con él, creo que ya hay mucho odio en el mundo, no seré yo quien siga ese patrón de rencor y resentimiento.
Alcé ambas cejas.
—¿Vas a perdonar a Jace, así como así? —la miré, asombrado y admirado.
—No lo sé, tal vez —miró el reloj como si le recordara a algo que le causaba tristeza—, creo que, a pesar de todo, todos merecemos segundas oportunidades.
—Pero, Resse...
—Mira, se que no debería, pero el rencor es muy feo, nadie merece ser juzgado por acciones del pasado —hizo un mohín—, creo que Jace y todos podemos cambiar, ¿Por qué dejar que nuestros errores nos definan? ¿Por qué juzgar a alguien por algo que hizo hace años cuando está haciendo un esfuerzo por cambiar? Jace acepta y reconoce sus errores, y yo me equivoqué muchas veces de pequeña también, y no me estas juzgando a mi por no defender a Andrew por miedo cuando la bomba estalló en nuestras familias, y Andrew no me juzgó a mí.
Iba a debatir.
Abrí la boca para hablar.
Pero no tuve palabras para seguir.
—No deberíamos ser definidos por algo que hicimos en el pasado y ya no nos representa, todos evolucionamos con el tiempo, a veces para mal, a veces para bien —miró al suelo—, creo que Jace cambió para bien.
Soltó un suspiro.
—Vi ese día un poco del Jace que solía ser cuando era pequeño, sigue estando ahí, no el cruel, el bueno. A pesar de todo, todos siempre guardamos un poco de nosotros a pesar de seguir creciendo, y pude verlo, el Jace bueno.
—Eres demasiado buena persona —negué para mí mismo.
Resse emitió un jadeo, y me miró triste.
—No —musitó.
La miré confundido.
—Solo no quiero dejar cosas sin resolver —añadió.
—¿Dejar? —inquirí.
—No importa —le restó importancia.
Resse pasó ambas manos por su cabello, peinándolo, y se recostó en la cama.
—Está bien —dije levantándome del suelo—, no te juzgo, solo que yo no lo entiendo, yo no podría perdonar.
Bajé a la cocina para lavar los platos, el mini convivió ya había terminado, y todos se estaban alistando para dormir, cuando alguien me acompañó en la cocina.
—Lástima que se tengan que ir dentro de tan poco —comentó—aunque, deben marcharse por la noche, así que aún podemos ir al parque de diversiones.
Exhale irritado.
—Oye, Marian —comencé—, yo no sé qué trates de iniciar conmigo, pero yo...yo no creo que.
Y sin más, sin dejar que terminará o logrará alejarme, Marian estampó vorazmente sus labios contra los míos.
Traté de mascullar algo en medio del beso, pero entonces sentí como sus manos se aferraban a mis mejillas, impidiéndome hacer algo más.
Tal vez era el shock del momento, pero ya no pude moverme, solo sentía a Marian mover sus labios sobre los míos, era extraño, mantenía mi boca cerrada y sin moverse mientras ella hacía todo el trabajo, llegaba a rosar lo patético.
—Marian.
Escuché a nuestras espaldas la voz de Julián rodeada de un coro de ángeles mientras el chico era iluminado por el cielo.
—Ya es hora de dormir —señaló su reloj de forma rápida para apresurar a su hermana.
Marian me dejó en medio de la cocina aún algo anonadado por lo sucedido.
—¿Esto es para darle celos a las pecosa? —preguntó Julián desde la barra.
—Tu hermana es la que me sigue, yo quiero alejarme —le explico, harto de todo.
—Quien iba a decir, Oscar es todo un rompecorazones.
Y sin más, se marchó de la cocina.
Tenía que explicarle a la de ya que no me interesaba de esa forma.
No era fan de andar siendo grosero y directo, pero esta vez era justo.
Tenía que hacerlo antes de que comenzarán a generarse malentendidos, no quería que un día ella se atreviera a besarme frente a todos, o peor aún, el día que nos despidiéramos, podría hacerlo y frente a Resse.
No, no quería que Resse viera algo así.
Tenía que explicarle a Marian la situación antes de que se me saliera de las manos, antes de que Resse....no entendía porque me importaba tanto que opinaba Resse después de todo, pero quería dejarle en claro que Marian y yo no teníamos nada más que un simple mal entendido.
Mi cabeza se volvió un lío en el instante en que subí las escaleras y me encontré a Resse recargada en el marco de la puerta hablando con Marian muy animadamente.
El pánico sacudió mi cuerpo entero.
—Hola, chicas —llegué a sus lados mientras pasaba mi brazo por los hombros de Resse y trataba de meterla a la habitación.
Pero, por supuesto, Resse de pesada se quiso quedar hablando unos minutos más con Marian.
—Sabes —comentó la pelinegra—, Marian acaba de invitarnos al parque de diversiones este domingo, pero yo le conté sobre mi miedo a las alturas y las cosas rápidas —rascó su ceja y se encogió de hombros—, pero ella comentó que no debía subirme a esos juegos si no lo deseaba, así que acepté.