Fue justo al mes, en el regreso de otra luna llena cuando mi vida cambió por completo y por algunos años se convirtió en una constante que traté de luchar. Días antes había conocido a una chica que visitó el restaurante por primera vez, recién se había mudado y mi sentido del humor al darle la bienvenida a nuestro local le sentó muy bien, al grado que decidimos intercambiar números después de una breve plática. Le pedí a mi amigo que me prestara su casa para poder llevar a la chica pero ya tenía agendado lo propio y por ningún motivo iba a permitirme tomar su lugar así que decidimos acudir a un motel. No encontramos uno cerca y llegamos hasta la carretera. Entramos de manera discreta. Como si estuvieran acostumbrados a la solicitud de discreción, el encargado ni siquiera me vio a los ojos, tan solo dijo la cifra, estiró la mano desde su módulo y sin problema hice lo propio entregando los billetes. Pagué la noche completa con esperanzas de tener la mejor suerte.
No entraré en detalles sobre lo que sucedió en la habitación las primeras horas, pero ustedes se imaginarán que me sentía tan feliz después de haber pasado una experiencia tan extraña un mes antes. Mi conexión física con ella fue inmediata y creo que ambos disfrutamos el momento. Se quedó dormida en mis brazos y en unos minutos yo también quedé rendido.
Acercándose la medianoche comencé a sentir escalofríos, me arropé pero no era suficiente así que me levanté cuidadosamente para no despertarla y me vestí. Miré por la ventana la luna llena y los recuerdos de aquella noche comenzaron a atormentarme un poco. En breve los escalofríos se convirtieron en todo lo contrario, la temperatura de mi cuerpo estaba aumentando y comencé a sudar. Con el miedo de despertarla decidí entrar al baño. Me recosté en la bañera y cerré los ojos, comencé a respirar hondo tratando de calmarme pero no funcionaba. Sentía como mis ojos hervían y eso me impedía abrirlos, como si la luz artificial de las lámparas en el baño me punzara. Mi aliento se notaba caliente y tenía una comezón en la piel que me daban ganas de arrancar la piel.
Después volví a sufrir otro desmayo pero lo que sucedió fue peor que la primera vez. Desperté en medio de la cama, no tenía rastros de heridas pero si un sabor amargo en mi boca, estaba desnudo. Al buscar a la chica encontré algo que hizo mi corazón latir aceleradamente, me miré al espejo con sangre en la boca pero ninguna herida en los labios o las encías. A un lado de la cama se miraban sus piernas y al acercarme poco a poco me percaté de que no había más, el resto de su cuerpo estaba consumido a mordidas, por una bestia, y aunque me sumergí en la negación al comienzo, sabia que esa bestia era yo.
Tomé el teléfono pero no sabía a quien marcar, no es que hubiese olvidado el número sino que esta vez no tenía manera de defenderme. Eso ni siquiera parecería la escena de un asesinato sino de una masacre. Una vista más abierta de la habitación mostraba rastros de sangre por todos lados y dificiles de cubrir. Su cuerpo estaba casi deforme. Entonces escuché que llamaron a la puerta y el pánico aumentó, comencé a llorar desconsolado mirando a un lado y otro intentando encontrar una respuesta.
Respiré hondo y reflexioné que en la escena pudo haber gritos y forcejeo y si alguien los hubiese escuchado desde hace horas que todo esto hubiese sido diferente.
-¿Hola?
-Hola, quedan dos horas para la salida
Proclamó una voz masculina, pegué la oreja en la puerta hasta que dejé de escuchar sus pasos. Cerré los ojos y traté de componerme, de actuar fríamente y deja de darle vueltas a todo. Limpiar el lugar era inútil, pero sacar el cadáver quizá podría lograrlo. Y cual película de Hollywood abrí la cajuela del auto, la cubrí con algunas toallas antes de introducir el cadáver que envolví con las sabanas. Salí del lugar a toda velocidad sabiendo que no podía regresar ni siquiera a casa.