Sus ojos estaban fijos en aquellos azulejos verdes, el agua se mezclaba con las lágrimas que brotaban sin parar de ellos.
Los sollozos se escuchaban como ecos en aquel baño. Acompañado de imágenes que se reproducían en su mente una y otra vez como una película.
Pero aquello había sido real. Ya había pasado y ella no lo impidió.
—¿Qué rayos pasó aquí? —preguntó la pelirroja acercándose a la chica bajo la ducha— ¡Emily contéstame! —y la única respuesta que recibió fueron más sollozos.
—¿Por qué gritas tanto Hanna? —el chico entró rápidamente recorriendo con su mirada hacía todos los rincones de la habitación— Mierda...
—¡Emily! —insistió Hanna— ¡Noah ve a buscar una toalla!.
El chico asintió saliendo del baño pero su mirada se posó en la cama de su amiga. ¿Qué había sucedido allí?¿Por qué Emily lloraba?.
Hanna ayudó a Emily quien se cubrió con la toalla. Sólo balbuceos recibían como respuesta.
—No...¡No! —pero su reacción había tardado, ya todo había pasado.
Simplemente dijo eso y en segundos se desplomó sobre los brazos de Hanna. Sin pensarlo más Noah la cargó y ambos chicos salieron corriendo de la casa.
—¡Hay que llevarla con Sam! —exclamó Hanna.
El complejo de departamentos de la Universidad era muy amplio. Y la mayoría eran casas, los alumnos podía elegir vivir allí o fuera de el.
Los dos chicos entraron a la casa, y las personas que se encontraban allí los miraban extrañados. Era una noche de fiesta para todos los estudiantes debido al partido de fútbol que habían ganado el equipo de la universidad.
(...)
Su frente dolía y su cabeza daba mil vueltas. Él estaba tirado en el suelo, se levantó y miro a su alrededor observando las luces de fiesta acompañadas por la música que salían de las casas a los lados de la calle.
Tambaleandose caminó hasta que llegó a una casa donde todo parecia tranquilo una leve melodia se escuchaba dentro de esta. Seguramente esa era la casa de algunos de los estudiantes de medicina, pensó. Se destacaban por ser tranquilos la mayoría de ellos.
Se asomó por la ventana y vio como todos miraban hacía el centro un chico, con alguien en brazos una chica envuelta en una toalla probablemente desmayada.
Él tenía que entrar no le importaba que carajos estaban haciendo pero su mirada volvió a la chica de cabellos castaños en los brazos de aquel chico, y sus ojos, aun con la vista un poco borrosa, se posaron en su muñeca una brillante pulsera dorada con pequeños colgantes.
Sintió una fuerte punzada en su cabeza y algunos recuerdos aparecían por su mente. Sin pensarlo más salió de allí corriendo.
¿Qué había hecho?
Vagos recuerdos se reproducían una y otra vez en su cabeza.
—¡Mierda!¡¿Qué hice?! —pensó aquel chico.