Los Colores de la Vida

3#¿Miserable vida?

La presión crecía en el pecho de la castaña que caminaba rápidamente para el salón de química.

Sus ojos estaban de un color rojizo de tantas lágrimas que había derramado.

¿Por qué no podía ser fuerte?

—Señorita Miller llega tarde... —dijo el hombre de cabellos blancos, con una gran barriga, mientras continuaba escribiendo en el pizarrón.

—Lo siento yo est... —la mirada de los demás estudiantes estaban sobre ella.

—No me interesan sus excusas, ni menos de su vida tan miserable —respondió fríamente.

¿Quién se creía aquel hombre para hablarle de esa forma?

—¡Le pedí disculpas viejo imbécil! —y esas simples palabras llegaron a los oídos del hombre el cual la miro con el ceño fruncido.

—¡A detención! —dijo con furia el profesor.

El día de Emily no podía ser peor, todo el mundo estaba en su contra. Se arrepentía de todo.

Sin decir más nada y con la ira corriendo por sus venas salió de allí dando un fuerte portazo.

Una mezcla de sentimientos se revolvían en su interior. La sala de detención estaba vacía, agradeció eso y se dirigió a uno de los asientos.

—¿Tú que haces aquí? —una voz gruesa hizo que se sobresaltara y su mirada se dirigió a aquella persona.

Trago saliva, definitivamente su día no podía ser peor. Su corazón latía rápidamente e inmediatamente se levantó de su lugar dando pequeños pasos hacía atrás.

—Oh eres tú... —dijo aquel chico que mantenía su mirada fija sobre la castaña.

Era su oportunidad para hablar era el momento de aclarar las cosas y disculparse, cosa que para el azabache era muy complicado ya que nunca pedía disculpas a nadie. Pero esta vez tenía que hacerlo, había cometido un error.

—¡No te me acerques! —soltó Emily con nerviosismo, sentía como sus ojos comenzaban aguarse.

—Déjame hablar... —Ethan contestó firmemente acercándose de a poco hacía ella.

—¡No! —ella volvió a retroceder.

—¡Solo quiero hablar maldita sea! —dijo el muchacho golpeando con su puño uno de los asientos.

Ethan poseía una actitud muy particular era una persona fría y de un gran carácter. No le importaba nada, no le gustaban los compromisos y era una persona que pocas veces era cortez. Y siempre recurría a los golpes pero nunca le había levantado la mano a una mujer pero su actitud no era la mejor, sólo las veía como un objeto sexual.

—¡Aléjate de mi! —gritó Emily desesperada corrió los asientos y salió corriendo del salón.

Su respiración era agitada no quería estar ahí, nunca se espero encontrarse con él.

Entre lágrimas corrió por el gran pasillo, hasta que chocó con algo firme.

—¡Emily! —una manos se posaron en sus hombros, deteniendo su paso.

—¡Dave! —sin pensarlo más envolvió sus brazos la cintura del chico.

—¿Qué sucedió? —el la separó lentamente buscando su mirada— ¿Qué son todas esas cosas que dicen?¿Son verdad Emily? —ella volvió a aferrarse a su cuerpo.

Aún sollozando en el pecho de Dave, aquel chico que había conocido en la secundaria y se había vuelto un buen amigo aunque ella sabía que él tenía un sentimiento distinto hacía ella.

—Soy una estúpida... —soltó entre llantos, el chico apretó mas su agarre.

—¿Alguien te hizo daño? —volvió a insistir Dave— ¿Quién fue?.

Ella no quería hablar y no lo iba hacer.

Y así en otra persona volvía a despertar el sentimiento de la duda, la preocupación y la impotencia porque el silencio de Emily significaba muchas cosas.

(...)

Se sentía muy idiota se maldecía una y otra vez. Era su oportunidad para hablar con ella y pedir disculpas.

—¡Ethan! —escucho el grito de uno de los chicos del equipo.

—¿Qué diablos te sucede idiota? —Grito Connor a la vez arrojándole el balón que chocó justo en su rostro.

—¿¡QUÉ RAYOS TE PASA IMBÉCIL!? —grito Ethan enfurecido acercándose a el chico para tomarlo de la remera.

—¿A ti que te pasa? —contesto el capitán del equipo dándole poca importancia al agarre del muchacho.

—¿POR QUÉ DIABLOS ME ARROJASTE EL BALÓN? —nadie decía nada porque aquellas reacciones eran común en él.

—Tranquilízate hermano —dijo Zack separándolo de Connor quien no decía nada porque sabía que terminarían a los golpes.

—¡Suéltame! —gritó zafándose del agarre de su primo.

Sin decir más nada se fue de allí ignorando la llamada del entrenador y de los demás.

Seguía aún pensando en el momento que estuvo con aquella chica de cabellos castaños.

Había hecho algo malo y lo sabía. Y también sabía que su consciencia no lo dejaría en paz.

Tenía que buscar una forma para hablar con ella. Aunque ella no lo quisiera.




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