Los colores del alma|lg(b)tq+

Capítulo 16: Amistad o ¿Algo más?

Llegué a casa, antes de abrir la puerta los gritos de mi padre se escuchaban por todo el jardín, las cosas estrellándose me hacían dudar si debía entrar o no.

—Dios... ¿Por qué tengo que vivir por esto? —Mencioné para mí mismo y abrí la puerta.

Un florero pasó por unos centímetros cerca de mí. —¡¿QUÉ DEMONIOS?! —Grité.

—¡¿PORQUÉ ACABAS DE LLEGAR?! —Me gritó. —¡¿Crees que esa camioneta se reparará sola?! —Me dice acercándose hacía mí.

—Estaba haciendo unos proyectos de la universidad. —Le dije y caminé hacia las escaleras

—¡¿Crees que te voy a crees?! —Me dice.

—No espero que lo hagas. —Le dije— Me voy a dormir.

—¡Tu no vas a ningún lugar! —Dice tomándome de la camisa y acercándome a él. —¡Saldrás allá afuera y repararás la camioneta! ¡No faltaré al trabajo mañana por tu culpa!

Lo empujé. —¿¡Mi culpa?! ¡Tú eres el que la usas!¡Tú eres el que la descompone!

—¡La porquería que compraste descompuso otras piezas! ¡Ahora irás a repararla, así te desveles toda la noche! ¿Me escuchaste maricón? —Me dice y se gira.

Lo miré. —Jódete. —Le dije cansado y al escuchar lo que le dije se giró hacia a mí. Y me golpeó en el rostro haciéndome caer al suelo. Estaba aturdido por el golpe, traté de componerme, pero sentí que me levantó del suelo y me pegó a la pared, ahorcándome.

Lo miré. —C-Cálmate, papá. —Le dije tratando de quitarlo de encima. La falta de aire me hace toser. —S-Suéltame. —Me soltó del cuello para tomar mi quijada y apretarla.

—La repararás. Así vayas sin dormir mañana. —La mirada de mi padre era tenebrosa y llena de odio, tan oscura como el infierno al que se sometió desde que mamá murió.

Los ojos se me llenan de lágrimas al sentir que mi vida estuvo a punto de terminar cuando sus manos tomaron de mi cuello por una eternidad.

—Si mamá estuviera aquí...ella no permitiría que me trataras así. —Le susurré.

Sonrío leve y con cinismo: —Pero ¿adivina qué? Mamá ya no está más aquí. Acostúmbrate.

Pequeñas lágrimas se escapan levemente. Y asentí.

Él se apartó de mí. —¡¿Qué esperas para ir allá afuera y reparar la camioneta?!

Lo miré con tanto odio, tomando la caja de herramientas y saliendo de casa. El frío se asienta en mi rostro, estaba helando y tenía que reparar la camioneta.

Me apoyé en la camioneta para tratar de asimilar lo que había pasado adentro.

—¿Jackson? —La puerta se abre.

Solté aire caliente antes de girarme a verlo.

—¿Si, padre?

—¿No crees que te sobra el abrigo? —Me dice en burla, y estira su mano para que le entregara el abrigo.

—Pero...—Me interrumpe.

—¿Dijiste, pero? —Me mira molesto. Sus ojos me apuñalaban a sangre fría una y otra vez. Debo admitir que mi padre siempre me ha dado escalofríos y miedo. Tragué saliva y comencé a quitarme el abrigo y se lo entregué.

—Y el pantalón. —Me ordena

—¡¿Qué?!

—¡Ahora! —Grita mostrando las venas en su cuello y acercándose a mí para tirar un golpe. Retrocedí topando con la puerta de la camioneta y el impacto golpeo la ventana, haciéndola pedazos.

Lo miré. Tragaba una y otra vez el nudo en mi garganta. Mi padre sacó el brazo lleno de sangre y vidrios. Sonriendo como si disfrutara del dolor.

—Ahora—Susurra.

Tomé la hebilla de mi cinturón y me lo quité rápidamente, luego bajé mis pantalones para entregárselo. El frío me llega. Haciéndome temblar.

Me mira con burla: —Maricón.

Dice antes de irse y meterse a la casa.

El coraje se me estanca en la garganta. Me apoyo en la camioneta e inhalo y exhalo un par de veces para calmar el frío. Levanto la mirada a mi brazo y me doy cuenta que no he llamado a Joanne.

—Joanne. —Susurré.

Abrí la camioneta y busqué monedas en las cajuelas y debajo de los asientos. Las tomé y caminé hasta la cabina de teléfono a dos cuadras de mi casa. Marqué el número, viendo mi brazo. Deposité las monedas. Sonó una vez y la voz ansiosa de Joanne se escucha.

—¡¿Casa Lean?! —Dice.

No pude evitar reír por su ansiedad de que le marcara.

—¡¿Jackson?! —Pregunta.

—Hola, Joanne. Sí. —Sonreí— Sólo marcaba para avisarte que ya llegué a mi casa.

—¡Ay gracias a Dios! —Dice aliviada.

—Oye, tranquila—Reí leve. —Te va a dar algo.

La risa de Joanne se escucha y me llena de paz.

—Disculpa, demoraste en llamar y pensé que te había pasado algo.

—No, todo bien, sólo estaba haciendo mi cama y poniéndome el pijama. —Le mentí. Me miré y vi mis pies desnudos. Comencé a preguntarme ¿Por qué le estaba mintiendo a Joanne? Cuando marqué su número sólo quería decirle la verdad de todo y quería que me escuchara. Pero cuando escuché lo aliviada que estaba al decirle que ya estaba en casa, entendí que me importaba más su paz que la mía y no lo entendía...supongo que esto es lo que significa la amistad.

Ella ríe leve: —¿Qué pijama usarás hoy? —Me pregunta.

—¿Qué pijama? —Pregunté saliendo de mis pensamientos.

—Si. —Dice—¿La de Spider-Man o la de unicornios?

Reí al escucharla.

—Supongo que la de unicornios peludos me sienta bien hoy. —Reí y ella comenzó a reír. Tan sólo si ella supiera que lo de peludo lo dije al ver mis piernas.

—Bien, entonces. ¡Qué duermas peludicornio! —Reí. —Buenas noches, Jackson.

Fuera luces, Joanne.

Y colgué.

Suspiré, supongo que esta noche será fatal.

>>>

Encendí una vez más la camioneta para ver si arrancaba. Era el tercer intento en esta noche y lo logré.

—¡MIERDA, SI! —Dije con una sonrisa, y me recargué en el asiento. —¡Joder!

Miré mi reloj en la muñeca, al darme cuenta que estaba amaneciendo.

6:05 a.m.

Si no me apuraba llegaría tarde a la universidad. Apagué la camioneta y toqué la puerta para que me abriera. —¡Joder, deja de estar tocando la puerta! —Grita desde adentro.




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