Los colores del alma|lg(b)tq+

Capítulo 24: Un pasado y la confianza entera.

Caminábamos por el ya mojado asfalto, su cabello casi rubio- castaño estaba mojado y haciendo leves ondas, ella echa un par de miradas en mi dirección y le sonrío leve, el efecto del alcohol en nuestros cuerpos estaba disminuyendo y consigo a la vez, estábamos dándonos cuenta de lo que hicimos hace un par de minutos atrás, la calle vacía y oscura, Joanne rodeaba mi brazo en busca de calor, debido a que estábamos mojados y el frío era infernal.

—¿Tienes frío? —Mencioné algo ronco mientras seguíamos caminando. Podía ver mi casa a media cuadra. —No quiero que te enfermes. —Le digo.

Una pequeña risa nerviosa se escucha y sé que está pensando en nuestro beso y no sabe cómo dejarlo atrás. —Sí, bueno. Ha sido mi culpa, creo que tu segundo día de trabajo será fatal.

—Probablemente. —Acepté, mirándola y me di cuenta que sus mejillas estaban rojizas, la rodee con mi brazo para hacerle entrar en calor, pero creo que no funcionaría del todo, estaba mojado y lo estaba empeorando.

Frente a la puerta, introduje la llave y abrí la puerta para ella. —Bien, pasa.

—Gracias—Dice, con una leve sonrisa y ella entra a mi casa, observando con detenimiento. —Vaya, es muy bonita.

Comencé a quitarme el saco empapado, colgándolo y estirando mi mano para que me entregara el suyo, ella lo hizo y me observó. —Gracias, supongo que ha estado deteriorándose. —La miro, y camino al baño para darle una toalla. Al ver que no había alguna exhalé. —Lo que me faltaba. —Digo algo molesto.

—¿Qué ocurre? —Me pregunta.

—Olvidé bajar algunas toallas, iré por algunas arriba. —Le dije.

—Bien, te acompaño. —Me dice, su repentina decisión me toma por sorpresa y asentí.

Comencé a subir los escalones y ella me siguió, entramos a mi recamara y ella la observa. —Vaya, con que fan de Guns N' Roses...—Dice sorprendida.

Reí leve por su sorpresa. —¿A quién no le gusta su música? —Le pregunto y entro al baño en busca de toallas.

—Bueno, mi abuelo no es muy fan de la música en inglés, dice que son del diablo. —Ríe y la acompaño, me acerco a ella entregándole la toalla. Ella la acepta y mira mi piel erizada debido al tenue frío. —Deberías cambiarte.

Le sonrío. —Sí, lo haré. —Le digo.

—¿Crees que pueda llamarle a mi abuela? Debe estar preocupada. —Me pregunta.

—Por supuesto. —Le digo y le señalo el teléfono que está sobre la mesa de noche, ella se rodea con la toalla y comienza a marcar el número, está dándome la espalda y saco la ropa de mi cajón, entrando al baño, mi baño no tenía puerta, hace un tiempo que la había quitado porque mi padre la había destruido una vez que me escondí en el baño hace tres años.

Hola ¿Abuela? Soy Joanne, te hablo para decirte que estoy bien, estoy en casa de Jackson, debido a que estábamos cerca y la lluvia nos impide salir. —Se escucha su voz de fondo. —Sólo llamaba para decirte que en cuanto baje la lluvia, llego a casa, lamento hacerlos esperar. —Sigue hablando, comienzo a desvestirme detrás del muro y comienzo a secarme. —No te preocupes, aquí está Jess y Mery, nos las topamos de camino aquí. —Me contuve un momento, sorprendido de que le mintiera a su abuela. Comencé a cercarme el cabello y comencé a ponerme el pijama, miré al espejo y vi que Joanne miraba hacia a mí y comenzó a ponerse nerviosa, me contuve y la sangre se me vino a la cabeza al pensar que había estado observándome. —S-Si abuela, yo estoy bien, antes de salir te llamo ¿bien? —Coloqué mi camisa y salí, parecía tensa y me acerqué a mis cajones una vez, para después acercándome a la cama y dejándole una camiseta y un pijama para que se cambiara, ella me miró con sus mejillas rojizas y me asintió, hice lo mismo y caminé hacia la puerta. —Yo también te quiero abue, adiós.

Una vez más abajo, comencé a abrir una botella de vino, creo que haría bien beberla en compañía de ella. Saqué algunas frituras que guardaba en la alacena, mientras que sus pasos se escuchaban bajar las escaleras. La miré y ella tímidamente se acercó. Mi pijama le quedaba grande y la hacía ver muy tierna. —Hola. —Me dice—Gracias por prestarme el teléfono.

Le sonreí. —No tienes que agradecer. —Le dije. —Así que ¿nos acompañan Jess y Mery? —Le digo con una risa boba.

Ella rasca su frente en pena y sonríe. —Sí, bueno. No quería que estábamos haciendo algo malo, no me gusta mentirles y menos lo hago a menudo, pero sé que mi abuelo sería capaz de venir a buscarme hasta aquí, aunque no sepa tu dirección.

Reí: —Entiendo.

Ella mira la botella y sonríe.

—Vaya, sí que eres un chico que piensa muy rápido. —Me dice tomando la botella en sus manos, solté una leve risa.

—La verdad es que, no hay nada más que mi padre ame en este mundo que su vino caro, así que como no soy un hijo que le importe en lo absoluto, quiero fastidiarlo y que más que en este momento con la compañía correcta. —La miro y acerco dos copas.

—Debes ser un hijo terrible. —Ríe.

—Sí, bueno, él no es precisamente un padre ejemplar. —Le digo con una sonrisa y comienzo a servir el vino. Le entrego una copa y ella la acepta, tomo las frituras y camino a la sala. Ella se sienta en el suelo y decido acompañarla ahí. —Veo que disfrutas mucho sentarte en el suelo.

Ella sonríe y bebe de su copa. —Bueno, creo que la alfombra es mejor asiento.

—y... cuéntame. ¿Por qué te viniste a mudar a Londres? —Le pregunté.

Bebí de mi copa y la miré, ella sonríe y me mira, sin embargo, comienza a negar. —Si te cuento, no me lo creerás.

—¿Por qué no debería? —Le pregunto.

—Es raro. —Se sume de hombros y me mira. —Mi vida en México no era tan bonita como la que estoy viviendo aquí junto a...ti. —Me mira, con una sonrisa, y no puedo evitar sonreír y mis dedos llegan a su mejilla. —F-fui producto de un amor de jóvenes universitarios, que quizá no estaban preparados para dar el siguiente paso a ser papás. —Me dice y asentí. —Mi papá siempre ha sido un hombre muy amoroso. —Me dice con una sonrisa y se calla por un par de segundos. —Pero, por otro lado, mi madre...ella ha sido un infierno para mí. —Sus palabras me toman por sorpresa. —Tuve que dejar toda mi vida en México porque ella no me quería, habían sido muchos años de maltrato físico y mental, día tras día, Jackson. —Sus ojos comienzan a cristalizarse y un par de lágrimas escapan. —Era una pequeña niña de cinco años que le temía más a su madre que a cualquier monstruo inventado como el "coco", una pequeña niña que lloraba en un rincón de la casa porque su madre ni siquiera quería verle. — Sus manos alcanzan la botella de vino, la destapa y la lleva a sus rojizos labios y comienza a beber de ella.




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