Los colores del alma|lg(b)tq+

Capítulo 27. Una escapada a México.

El reloj marcaba las nueve de la mañana por un lunes treinta de abril, me di cuenta que me había quedado dormido y no había ido a la universidad, me sentía tan cansado que ni siquiera me preocupó el haberme quedado dormido, hoy era uno de esos días que realmente me sentía cansado. Había pasado la noche peleando con mi padre, preguntándome porque había demorado y por qué comenzaba a llegar tarde, lo había hecho durante todo este tiempo y él ni siquiera se había dado cuenta.

“¿Por qué ahora?”

Un botellazo me hace estremecer, me levanté, deslizando la sábana, por un lado, mi cuerpo comenzó a erizarse por el tremendo frío que hacía, me acerqué temeroso a la puerta, recargué mi oreja a esta misma, sintiendo los golpes que mi padre le daba posiblemente a una pared, sabía que estaba borracho de nuevo.

Decidí abrir la puerta, miré por el corredor, la habitación siguiente estaba abierta, y podía ver su sombra de un lado a otro, mientras las cosas iban volando de un lado a otro por su furia.

Lentamente comencé a acercarme a su habitación, un par de gritos ahogados se escuchan, y sé muy bien de qué proviene esto. —¡NO, MALDITA SEA NO!

Mis ojos se humedecen un poco y siento que mi garganta se cierra mediante me acerco a su puerta. Frente a su puerta, miro que su habitación es un desastre, todo está quebrado, él está tirado en el suelo con un par de cajones a sus pies, comenzaba a tomar la ropa que había en ellos y la comenzaba a trozar, una por una.

—¡¡¿Qué mierda?!! —Le grité y corrí a empujarlo. Él cae a un par de centímetros lejos de los cajones, caigo hincado frente a los cajones y miro la ropa de mamá destrozada. —¿ESTÁS CONSCIENTE DE LO QUE ESTÁS HACIENDO? —Le grité.

Abracé las prendas que aún mantenían su olor, ese olor fresco y lleno de paz que me tranquilizaba de cualquier manera. Él mantiene sus mejillas mojadas, sus ojos rojos y el apestoso olor a alcohol están en él, pronto se incorpora y patea mi costado. —¡Todo esto es tu maldita culpa! —Me gritó, me sujeté del suelo, mi sangre hervía de coraje. —¡Si no hubieras sido un maldito irresponsable! ¡ELLA JAMÁS HUBIESE MUERTO! —Gritó, llenó de odio.

Sus manos están en mi camiseta y me levanta de una manera brusca pegándome a la pared, sus ojos estaban llenos de odio, su mano apretó mi garganta, tragué un par de veces ese nudo que me costaba aún más respirar. —¿Crees que no lo sé? —Le susurro, la vista se me nubla, mis manos se mantienen en su agarre para evitar que me asfixie. —No he parado de repetírmelo una y otra vez, desde que murió, es algo que me sigue atormentando y no hay día que no me lo hagas saber.

Su mirada se mantiene fija en mí, y mis lágrimas caen al suelo.

—S-Si tan sólo me hubiese quedado en casa esa noche, todo sería tan diferente. —Le dije con la voz quebrada. Su mirada me quería matar en ese momento. —Pero no puedo cambiar mi pasado, no puedo hacer que mamá regrese, no puedo hacerlo por más que le pida al cielo, tú sabes que la amaba, la amaba a morir y que cambiaría mi vida por la suya. ¡Sé que me merezco este infierno, pero tú tampoco fuiste un santo con ella, también le dañaste y la obligaste a estar contigo cuando llegabas borracho! —Le susurro con la voz quebrada, su agarre se va aflojando hasta retirar su mano, mis palabras le habían impactado tanto. — ¡Muchas veces fuiste su infierno en vida, y nunca te he golpeado por ello, sé que me equivoqué y por eso mamá ya no está aquí, y es un infierno estar encerrado en estas cuatro paredes contigo, todo el día bebiendo, todo el día destrozando este lugar, golpeándome y humillándome todo el tiempo! —Grité con un nudo en la garganta. —Sí, yo sin querer fui el culpable de su muerte, pero tú…tú hacías que tuviera relaciones contigo borracho, cuando ella ni siquiera quería y cuando no…le iba peor, toda una vida temiéndote, toda una vida aguantando tu asqueroso olor a borracho y tener que estar contigo. Siempre la escuchaba sollozar cuando te dormías, cuando se bañaba y cuando ella iba a mi cama a dormirme, era sólo un niño, y nunca pude protegerle, de un puto violador como tú. —Le solté furioso y un golpe es dirigido a mi rostro.

Toqué mi rostro y sentí que un par de gotas de sangre estaban en mis labios, las limpié con mi brazo.

Me callé y él retrocedió unos cuantos pasos, atónito por mis palabras. Comencé a respirar y a toser un par de veces para recuperarme, mis mejillas estaban empapadas, pasé por un lado de él y salí de la casa, quería tomar aire fresco, quería llorar, quería desaparecer.

—¡Joder! —Grité. Me recargué en la camioneta, y comencé a llorar, quería desaparecer ese nudo en mi garganta lleno de los recuerdos que me atormentaban desde que era un niño, quería olvidar mi impotencia al no defenderle de mi padre, quería simplemente borrar mi dolor. Mi llanto es calmado, pero sé que se escucha a un par de metros, me sentía indefenso y frágil como nunca, las lágrimas mojaban la banqueta, y el frío me abrazaba, había salido sólo con mi pijama y una camiseta de manga corta, mis pies descalzos y el desastre de corazón.

Un par de brazos me rodean después de unos minutos, me veo sorprendido por sentir su abrazo, el olor fresco de su cabello viene a mi nariz, su agarre es fuerte y me siento protegido ahora mismo. Paso mi brazo por mi rostro para limpiar las lágrimas, me giro lentamente y la miro, estaba hecho un desastre, y ella estaba tan bonita esta mañana, su mirada es triste, sus manos no se alejan de mí en ningún momento, mis labios besan su frente con cuidado y la rodeo con mis brazos.

Ella parecía estar un poco confundida de verme aquí afuera.

—Te he ido a buscar a la universidad, después de que me dijeran que no habías asistido, decidí venir a buscarte aquí. —Ella se estremece al escuchar que cosas se quiebran dentro de la casa.

Yo decidí ignorarlo.

—Te imaginé yendo al aeropuerto. —Le dije con la voz ronca y frágil, me separo de ella, ella me mira a los ojos, le sonrío levemente. —¿Has venido a despedirte?




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