Los colores del alma|lg(b)tq+

Capítulo 37: Un vuelco en nuestra felicidad.

El abuelo de Joanne se había dormido hace unas horas, el sol ya estaba saliendo y me encontraba mirando por la ventana, a pesar de lo poco que había dormido en las últimas 24 hrs. No me había dado sueño, la puerta se abre y Joanne se asoma, lo vi a través del reflejo de la ventana, sonreí y me giré. Joanne entró y me abrazó, estaba recién bañada, indicándome que iba a ir a la universidad.

—Hola, cariño.—Susurra y mis manos la rodean, su abuela me saluda a distancia y le sonrió, saludándole, evitaban hacer ruido para no despertar al señor Lean.—¿como te sientes?—Dice besándome rápidamente los labios, le sonreí y vi que su abuela estaba distraída.

—Excelentemente bien.—Le digo y acaricio su mejilla.—Me da gusto verte descansada.

—De verdad muchas gracias.—Dice besándome una vez más.

Mis ojos miraron a su abuelo.—JOANNE.

Ella se ríe y se sume de hombros.—Lo siento abuelo, pensé que estaba dormido. Además, es un pequeño premio para Jackson después del grandísimo favor.

Ella se acerca a su abuelo y lo abraza. Su abuelo la mira algo inconforme.—Yo también estoy agradecido con él y no lo estoy besando, Joanne.—Suelta su abuelo, en un tono más relajado, lo que me hace reír.

Joanne lo mira sorprendida y sin pensarlo dos veces le dice—.¡Aaaaa no, abuelo, no soy celosa, no se detenga por mi!—Los tres estallamos de risa al escucharla decirlo.

Su abuelo se ríe y niega.—Tremenda como siempre ¿Aa?

Ella sólo se ríe.

—¿Te han dicho algo? —La señora Lean le pregunta.

—Sólo dijeron que hoy me dejarían salir, a medio día.—Dice—Jackson ha ido a por los papeles para que me dejaran irme a casa.

—No pude firmarlos por que aún no soy mayor de edad aquí, pero si me los firma voy a entregarlos sin problema.

Ella asiente y comienza a firmarlos. Joanne le estaba traduciendo el documento impreso a su abuela.

—¿Por que no vas a dormir, Jackson? —Me dice la señora Lean.—Yo me quedaré con mi esposo toda la mañana, sirve que vas a descansar.

—Me gustaría quedarme para ver si se les ofrece algo.—Dije.

—Nada de eso muchacho, ya has hecho suficiente, no te preocupes más, estaremos  bien, anda a descansar, estás más pálido que un muerto, anda.

Comencé a reír y asentí.—Bien, entonces me iré, pero los veré aquí a mediodía.

—Si eso deseas, nosotros encantados.

Asentí.

Me despedí de ellos y miré a Joanne.—Vamos, te dejo en la universidad para que no llegues tarde.

—No, ya te he molestado mucho,  a ti y a tu padre. No quisiera molestar más, me iré en un taxi.

—Nada de eso, vamos cielo.—Le digo tomándola de la mano.

Ella acepta y salimos, mi padre y yo la dejamos en la universidad. En todo el camino estuvo cantando las canciones de Michael Jackson que salían por el viejo radio que traía mi padre en la camioneta, me uní a ella en cuestión de segundos y mi padre sólo reía al escucharnos cantar desafinadamente.

Una vez que llegamos a la universidad me bajé con ella, alejándonos unos pasos de mi padre. Ella le agradeció y luego tomó mis manos.—No sabes cuánto significa para mi todo esto que estás haciendo por mi familia.

—No tienes nada de que agradecer, bonita.—Le dije besando su frente y ella sonrío.—Es mi familia ahora.—Sus ojos brillaron ante mis palabras.—Y... por la familia se hace lo que sea, o al menos eso me enseñó México.

Una sonrisa grande aparece en sus labios.

—Te quiero tanto.—Me dice y le sonrío.

—Y yo a ti, no sabes cuanto. También no sabes cuanto muero por besarte enfrente de todos ahora mismo.

Ella se ríe.—Anda, vete  a poner la alcancía pa’ arriba.

Fruncí el ceño.—¿Qué?

Ella comienza a reírse.—Que vayas a dormirte, pues.

—No entendí eso de la alcancía.

Ella no aguanta la risa.—En México una alcancía es una figura de yeso, normalmente de un marrano, la cual está vacía por dentro y por arriba tiene una abertura dónde le metes dinero para ahorrarlo. Entonces, en mi familia decimos así, a manera de diversión, al trasero, o sea que vas a poner tu trasero hacia arriba por que te vas a dormir, amor.—Comienzo a reírme.

—Comprendo, vaya que buen chiste.—Me río con ella.—Anda vete a poner la alcancía en el banco.—Le digo y ella comienza a reír.

-

Mi padre me llevaba a casa, el trayecto fue silencioso, debido a que Joanne no cantaba más. Él se estacionó y me bajé, cerrando la puerta.

Entramos juntos a la casa y lo miré.—Oye, gracias por todo. De verdad, lo valoro mucho.

Él asiente.—No tienes porqué, me agradan.—Dice tomando el periódico.—¿Gustas que te levante cuando vaya por ellos?

Me quedé parado, viéndolo, me sorprendía mucho su comportamiento.—No quiero que pienses que soy abusivo.

—No lo hago, hijo. Te levantaré antes, para ir por ellos.—Asentí.

—Gracias, papá.—Dije y él asintió.

Comencé a subir las escaleras y su voz me detiene nuevamente.

—Por cierto, después de llevarlos y traerte me iré, tengo una entrega fuera de la ciudad, creo que regreso mañana a medio día. —Asentí—Así que ¿hay algún problema con ello?

Negué.—No, en lo absoluto.

—Bien.

Asentí y subí las escaleras.

Me quité la camisa y el pantalón, para meterme a bañar, quería dormir fresco. Una vez que salí del baño, me puse solamente el pijama de la parte de abajo, dejándome el torso descubierto y me recosté.

Él rico aroma me levanta, abro los ojos y veo el reloj.

8:30 p.m

Marcaba el reloj.

“¡¿Que mierda?!”

—Buenas noches, dormilón.—Esa risa conocida me hace girarme y mirarla, ella me mira y deja una sábana en la esquina de la cama.

Una sonrisa aparece en mis labios.—Madre mía.—Susurré, mirándola, encantado de ver ese bello rostro pecoso y esos ojos mieles.

—¿Vas a quedarte babeando toda la noche ahí? O...—Dice, mientras gatea hasta a mí.—O ¿me besarás de una vez por todas?

Ella llega hasta a mi, sentándose en mis piernas y besándome de una manera tierna. —¿Piensas matarme de un infarto o algo?—Digo, mientras acaricio su rostro caliente. Esta noche lucía aún más bella de lo que era, ese cabello suelto castaño hacía que me perdiera en un sueño eterno.




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