Los colores del alma|lg(b)tq+

Capítulo 44. El encaje negro de su cuerpo.

El reloj marcaba las 2 am.

Ella estaba sobre mis piernas y la rodeaba con ambos brazos, era un momento tranquilo, estábamos sentados sobre la ventana, juntos mirando la noche. —¿Qué se siente tener 18? —Me pregunta.

Solté una pequeña risa, no habíamos hablado en unos minutos y fue lo primero que me preguntaba. — Se siente igual para mí como si tuviera 10. —Me reí.

—No, eso no es verdad. — Me mira con una sonrisa. —¿No sientes el peso? ¿La responsabilidad llegar a tus hombros?

Fruncí el ceño. —No, ¿por qué debería? —comencé a reír.

—Porque ya puedes ir preso legalmente en México, ya no hay más reclusorios de menores para ti. En dado caso que atropelles a alguien—Me mira.

 —Bueno, entonces trataré de no atropellar a nadie aún. —Bromeo y ella se ríe.

—Dime algo—comienza— a esta edad ¿no sientes que quieres comerte el mundo entero, pero sientes que el mundo te comerá primero a ti?

Sonreí. —Absolutamente.

—¿No tienes miedo? —Dice tranquila.

—Un poco. —Ella me mira y le sonrío, besándole la nariz. —Pero mientras que pueda estar así, junto a ti... no hay miedo que valga la pena arrebatarme la paz.

Sus manos me rodean y se hunde más a mi pecho. Mis manos la rodean, un pequeño grito de emoción se escucha. —¡Una estrella fugaz! —Me dice—¡Pide un deseo!

Mis ojos visualizan la estrella fugaz, mientras que mi cabeza sólo repite: “Concédeme tener una vida con ella”

24 de mayo por la mañana.

Cerré la cajuela de la camioneta de mi padre, era un día ventoso, por lo que su rostro pálido estaba frente a mí. —¿Seguro que estarás bien? —Me pregunta mi padre, mientras que el estruendoso motor de la camioneta nos hace compañía. Me abraza de la nada, por lo que me quedo quieto y tratando de procesar su gesto, segundos después le respondí el abrazo, hacía que dentro de mí viniera una nostalgia profunda.

 —S-Si, vete tranquilo. —Le digo y él sonríe.

Luego su mirada va hacia Joanne. —Prométeme que lo cuidarás muy bien.

 Una inmensa sonrisa se coloca en el rostro de Joanne. —Se lo prometo—Ella sonríe y mi padre asiente.

—Entonces, me voy tranquilo. —Dice mi padre y sube a la camioneta. Un pequeño sentimiento de abandono se posiciona en mi pecho, no me atrevo a decir nada, pues es simplemente extraño. Él me mira y quita el seguro de mano de la camioneta. —Que se la pasen bien, hijo. Nos despedimos de él con la mano y entonces él fue desapareciendo.

Me quedé parado, viendo como la camioneta se alejaba y el amanecer comenzaba a asomarse, con Joanne rodeándome el torso. —Sé que también lo quieres, aunque seas tan duro con él. —Me susurra y mi vista baja hacia ella, me muestra una cálida sonrisa y le asentí.

—Lo hago, simplemente no sé cómo reaccionar ante el nuevo papá que quiere ser. No es como que pueda borrar todo su maltrato. —Digo y ella me abraza un poco más fuerte.

Las clases terminaron y juntos nos dirigíamos hacia la salida, Joanne parecía estar contenta por algo, mientras que yo me mantenía en la duda de lo que estaba pasando, los chicos salieron tan rápido que esta vez no me desearon un feliz cumpleaños. —¿Qué pasa? —Me pregunta y la miro. —Te noto algo pensativo de nuevo.

—Bueno, nunca celebro mis cumpleaños y es obvio que cada año ellos tratan de meterme en algo, ya sea borracheras después de clases, bromas, cenas y de más, pero este año ninguno de los chicos me deseo un feliz cumpleaños. —Dije tranquilo. Ella me mira y asiente.

—Si, fue muy extraño para mí que ninguno lo mencionara.

—Seguro, ya se hicieron a la idea de que no me festejaré nunca.

—¿Y eso está bien? —Me pregunta. —Es decir, ¿es lo que quieres?

Sus palabras me hacen pensar en si realmente quería que se olvidaran de este día para siempre, como si nunca hubiese existido este fatídico día, o si prefería en que ellos por lo menos me hicieran sentir querido con abrazos y buenos deseos, y realmente eso quería. —No lo sé. —Admito, sumiendo mis hombros. —Creo que el calor de mis amigos siempre me hace sentir querido en estas fechas.

Puedo observar que se confunde al mencionar “estas fechas”. Pero también se decide a no preguntar y me siento bien con eso. —Oye, déjame llevarte a un lugar. —Me dice, y me sonríe. —He querido ir ahí desde que llegué aquí.

—¿A qué lugar te refieres?

Ella tira una sonrisa traviesa y me pregunta. —¿Ese es un sí?

Una sonrisa me llena el rostro. —Completamente.

Ella se detiene y besa mis labios después de mirar a los lados y verificar que nadie nos estuviera viendo. Solté una pequeña risa y la abracé. —Prometo que te encantará.

En la parte trasera de un taxi, estábamos ambos tomados de la mano y observando el paisaje, había estado nevando un poco por lo que lo hacía aún más disfrutable. El pequeño viaje nos tomó media hora, juntos bajamos y le pagué al taxista por transportarnos allá.

Comenzamos a bajar el par de maletas que habíamos empacado después de la universidad. Un pequeño bosque rodeaba la loma cubierta de nieve, juntos subimos la loma y mirábamos el paisaje. Nos tomó veinte minutos subir y observamos juntos la ciudad. —¿No es maravilloso? —Dice emocionada y con sus mejillas rojizas.




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