Los corazones negros 2

Capítulo 3: Siguiente carta

Esa noche estuvo todo tranquilo y no me fue del todo bien porque recibí una enorme multa por parte de la policía por disturbios. Lo pude pagar con la gran indemnización que nos dio el ministro por el trabajo de proteger a Galata, pero ese no es el punto.

No sé fue lo que ocurrió en el centro comercial y no lo podre averiguar hasta un mes después, cuando mi castigo culmine definitivamente. Lo que puedo decir es que Hanna encontró la casa matriz de la tienda de magia y por lo cual tendremos que ir a investigar; decidimos mantener a Axel fuera de esto.

Nos subimos al auto de Hanna y todo el camino venimos callados. La tensión de descubrir este misterio nos esta matando lentamente, creo que es debido a que no sabemos quien nos esta afectando la mente tan radicalmente y no sabemos si es un nuevo enemigo. He tratado de hacer una lista de varios miembros posibles y que tengan acceso a una bastedad de tecnología, pero simplemente mi mente se queda en blanco.

No todos tienen esa gran habilidad de hacer ilusiones con la mente tan fácilmente y no cualquiera puede hacer toda esa ciencia, solo alguien que es erudito.

— Llegamos— dice Hanna.

Bajamos del auto y vemos la tienda que es muy temática. Al entrar vemos más cosas de magia que nos puede servir en cualquier momento si queremos dar algún espectáculo para niños de nueve años.

Vemos diversas barajas temáticas, pero ninguna coincide con las cartas encontradas en nuestros bolsillos. En ese momento sale de la trastienda el que puede ser el dueño o un simple empleado.

— Bienvenidos al mundo de la magia e ilusiones— dice con una risa someramente extraña.

— Hola— digo confuso.

— Necesitan algo— dice.

— Necesito información acerca de estas cartas— digo mientras las muestro.

El vendedor/payaso se queda sorprendido por las cartas que nos ve, casi quiere comérselas o tenerlas en alguna colección personal.

— Seguidme— dice emocionado.

Entramos a la parte trasera y vemos una simple oficina con varios archivos.

— Crees que nos ayudará— dice Hanna.

— Tienes alguna idea extra— replico.

Saca una caja de colección y muy antigua. Como si fuera del siglo pasado, al abrirla veo varios artículos de periódicos y también accesorios para asistente.

— El mago Isak— dice.

— ¿Quién? — ambos decimos.

— Isak fue un mago español que aprendió todos los grandes secretos de la magia. Se dice que fue uno de los mejores — dice emocionado.

Interesante forma de describir la historia. Hanna y yo decidimos ver los demás objetos: esposas, pelotas, pañuelo y la típica barita de mago.

— ¿Y estos son …? —

— Los artículos de cualquier mago necesita— dice.

— Podemos confiar en usted— digo.

Hanna me pega en la pierna en señal de que no diga nada por ahora.

— Dime— dice raramente.

— Hay alguna forma de que alguien logre hacer ilusiones un poco fuera de lo común— digo.

En ese momento el empieza buscar en un pequeño cajón que tiene y me muestra un pequeño aparato.

— Es un chiste— digo.

— No crees en la magia o crees en lo que tus ojos creen— dice.

— Creo en lo que veo— digo.

En ese momento todo en el cuarto cambia de forma radical y el sujeto con el que hablamos desaparece.

— Hologramas de mega realidad virtual— dice una voz.

Al voltear a ver, vemos un sujeto completamente normal; un pantalón de lona, camisa con un dragón y de color piel.

— Mi nombre es Kas y soy mago profesional— dice.

— Con respecto al caso … — digo.

— Lo vi en las noticias. Alguien compro uno de estos hace unos tres meses y luego veinte personas diferentes también— digo.

Creo que la persona que nos esta atormentando quiere cubrir sus rastros. Llegamos a un callejón sin salida, pero no es para preocuparnos tanto.

— Gracias por la demostración— digo.

Salimos de la tienda sin muchas respuestas y creo que lo mejor es investigar más a profundidad.

— Alex— dice Hanna señalando la calle.

En ese momento vemos a un sujeto con sudadero color negro, pantalones negros y zapatos blancos.

— ¿Qué? — digo.

Hace un movimiento con las manos como si estuviera bajando algo con un lazo.

— ¡Sal! — digo.

En ese momento una pila de cartas cae y con ella una caja fuerte. Corro con el sujeto para enfrentarlo y alista una capa que no sé de dónde salió.

Le lanzo un golpe de derecha y el lo esquiva; me lanza una carta a la cara, pero logro evadirla; lo trato de golpear con varias patadas al abdomen, pero logra bloquearlo con su capa.




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