—Dime Alex, ¿Qué decides? — pregunta el ministro.
—Escuche estoy muy alagado, pero tendré que decirle que no— respondo.
—¿Por qué? —
—Yo no soy un guardaespaldas o una especie de héroe y no quiero sacrificar mi vida por alguien, lo siento mucho— respondo.
Me levanto de la silla, le doy la despedida al ministro y me voy tranquilo a mi casa. No quiere ese tipo de responsabilidades, proteger una persona es algo de valientes y yo no soy valiente, no quiero poner en riesgo mi vida por Gálata, no es egoísmo o quererme a mí mismo tengo miedo de que algún día le falle a esa persona.
Cuando llego a mi casa recibo una llamada de Gálata, quizás los padres quieran invitarme a comer o darme algo, la verdad no me preocupa eso, siempre hago las cosas sin pensarlo creo que eso se me devolverá en algún momento de mi vida, ya sea joven o viejo.
—Hola Alex— dice Gálata.
—Hola, espero estés mejor— digo.
—Si eso espero, después de ese susto no sé qué pensar o en que confiar— dice.
—¿Por qué me estas llamando? — indiscreción por mi parte.
—Quería darte las gracias por rescatarme— dice tiernamente.
—No era necesario que me llamarás—
—Me siento más segura contigo—
No sé qué responderle, después de que la molestaba tanto ahora siente protección conmigo, vaya una situación cambia las perspectivas de las personas.
—Sabes me paso algo hoy— digo en confianza.
—¡Algo emocionante! — exclama ella.
Le explico sobre lo que paso con el ministro, pero solo cambie un pequeño detalle. No quiero que piense que seré un estorbo o impedimento en su vida.
—Sabes que emocionante que te pase eso— dice ella feliz.
—Para mí no lo es— digo.
—Me gustaría que fueras mi guardaespaldas, me sentiría mejor que un amigo de la clase pueda cuidarme— digo.
En esos momentos tenía esa sensación de llamar al ministro y decirle, acepto.
—Sí, pero no te preocupes yo te cuidare pase lo que pase— digo.
Después de eso me color y yo decidí tomar un descanso, pero me costaba conciliar el sueño, pensar y pensar toda la noche en como arriesgue mi vida por ella y no tengo idea de porque lo hice, porque muy bien pude dejarla a su suerte, pero al mismo tiempo me pongo a pensar en que ella quizás estaría en un bar o la estuvieran prostituyendo.
Me invade la duda sobre los corazones negros, será que es real o simplemente un nombre para un grupo de delincuentes expertos en un acto ilegal. Un montón de dudas me invaden ese momento, pero no sé qué hacer puedo aceptar ser miembro de los corazones rojos. Curioso suena a juego de naipes.
Al día siguiente mi padre me deja en la universidad para que vaya con mi vida tranquila, pero en los pasillos vea a las personas que me aplauden, me felicitan, las chicas me abrazan y me besan, algunos comentarios como: bien hecho, gran sujeto, héroe, temerario etc.
Sigo sin creer que me consideren una especie de súper héroe.
—Vaya ahora eres famoso— dice Gálata mientras me abraza.
—No soy famoso, solo hice un servicio público por una persona especial—digo.
—Soy especial— dice.
Me quedo sorprendido por lo que dije.
—Nunca creí que me vieras de esa forma— dice.
—No solo lo dije por molestar— digo.
Gálata hace una cara de "no te creo" pero se va con sus mejores amigas y claro no hace falta mi crew.
—Vaya hermano eres una especie de estrella policiaca— dice Marlon.
—Eso le llamo yo tener huevos— dice Eduardo.
—Escuchen chicos no dejare que esto me afecte a mi persona, solo quise ayudar a una persona importante— digo.
—No sabía que Gálata era importante para ti— dice Marlon.
—No lo es, bueno si lo es, pero no en es importante para mí en ese sentido— digo.
Como decirles a mis amigos que quiero protegerla de los corazones negros sin ser un guardaespaldas del gobierno, no me gustaría mentirles a mis amigos de esa forma, pero si no lo saben no le hago daño a alguien.
Decido ir al baño a expulsar mi orina, quizás así pueda aclarar la mente y no jalarme el ganso como hacemos a veces (solo los hombres lo entenderán, bueno las mujeres también, pero ellas hacen un masaje, puto escritor piensa en ideas originales y no promuevas la masturbación, en que estábamos...)
Como ahora no confío en los cubículos de los inodoros, decido utilizar el mingitorio, así me puedo concretar, pero antes me gusta poner acciones de imagine dragones para relajarme y fue otro error que no cometeré.
En ese momento siento en mi cabeza una mano más grande que saber que putas y me trata de golpear contra la pared por suerte tuve tiempo para poder mis manos en las columnas que dividen los mingitorios y hacer fuerza para no quedar desmayado en el piso con mi sangre.
—No te resistas— dice el agresor.
Yo sigo tirando la mayor fuerza que tengo. Me toma del cuello, me arranca los audífonos y me tapa los ojos.