Nota al lector (El siguiente capítulo no contiene ninguna referencia algún juego de azar o que implique cartas. Todo esto es meramente ficticio y no se acopla a la realidad.)
Muy bien comienzo a planificar la situación, por suerte el conserje estaba utilizando la manguera en los campos traseros de la universidad, así que decidí que lo mejor era entrar en esa parte, mojarnos y luego aventurarnos un poco en las llamas, pero primero debo analizar la situación.
El segundo piso esta emanando humo a grandes cantidades, así que por seguridad lo mejor será mojarnos y tomar los extintores que ahí en los pasillos para eliminar las llamas que deben estar consumiendo cada rincón de la planta.
—Espero que el plan les guste chicos— digo a Marlon y Eduardo.
En ese momento aparece la persona que menos esperaba.
—¿Quiero ayudar? — dice Hann.
—Carajos, no tú— digo.
—Se lo que van hacer y Gálata no es la única ahí más chicas que pueden estar asustada, necesitan un elemento más— justifica Hann.
—Pues no, vamos a rescatar a las chicas y tú no podrás ayuda— digo de forma brusca.
Así que le pedimos a otro amigo que distraería a los policías que cuidan la entada. Solo tenemos unos 15 segundos para saltar la cinta perimetral.
Esperamos a que nos den la señal que es un grito.
—Listos, chicos— digo.
Comenzamos a correr como locos, no íbamos a poder cruzar la gran multitud así que decidimos mejor hacer un poco de parkour, escucho a los policías que piden refuerzos, pero nosotros seguimos de largo para tomar los extintores y subir al segundo piso.
No tengo idea de donde este Gálata, pero busco en el baño de mujeres, eso sí sería algo cagado, ya saben un incendio y tu cagando mientras las llamas te acorralan en el cubículo y tu cargándote del miedo, si lo sé fue un mal chiste, pero es momento de ponernos serios.
—¡GAAAAAAALAAAAAAAAATAAAAAAAA! — grito.
—¡Estoy aquí! — grita.
Viene de la parte sur del segundo piso, no sé si alguno de los corazones negros la tiene acorralada o la obligo a gritar para matarme, me comunico con mi equipo con el sistema de intercomunicadores que amablemente le robe al ministro.
—Chicos, escuche a Gálata, estaré en el aula A-68 para ayuda— digo.
Cuando doy unos cinco pasos, escucho que suenan disparos y lo peor vienen por mí, por las columnas de humo no puedo identificar quien es quien, así que tengo que ir más rápido. Es una mala suerte porque no tengo un arma, así que decido quitarle el seguro a mi extintor y vaciarlo por todos lados como una cortina de humo para darme unos 5 segundos para poder moverme.
Me levanto y comienzo hacer mi estupidez común, si una bala me da en el brazo, puedo ver como el agujero sale sangre, siento un fuerte dolor, ahora no me queda opción más que correr hasta llegar a la clase.
Ahora decido lanzar agotarme el extintor para crear la barrera de humo, pero lo malo es que el tipo sigue disparando, sabiendo donde estoy, pero por fin llego a la clase, ahora solo me queda la mitad del químico para apagar las llamas.
Veo que Gálata está en el escritorio del profesor recostada, me percato de ver si hay una persona dentro, apago las llamas mientras cargo en mi espalda a mi querida compañera, ahora el problema es el francotirador, lo única opción que tengo es bajar por las escaleras laterales de emergencia, solo espero que no se haya caído nada.
Cuando abro la puerta me llevo la sorpresa, fuego por todas partes, así que tengo que pasar como todo un macho alfa brincando poco a poco las llamas sin que me quemen por suerte estoy todo mojado así que no me pasa nada, pero el problema es Gálata y pues no quiero mojarla porque se le vera todo lo íntimo, ya saben ahí que mantener los valores morales aún en las situaciones difíciles.
Primero rompo la boquilla del extintor para que todo el químico salga y me despeje un poco el camino por suerte es solo un piso. Poco a poco las llamas se reducen así que tomo a Gálata y la cargo hasta salir por la parte sur del edificio para mi mala suerte no hay nadie, pero corro por la entrada principal para ver que mis amigos están a salvo y Gálata tan bien.
Aplausos de las personas por nuestro valiente acto, éramos como héroes. Por último, en ese momento nos revisaron paramédicos y nos llevaron a un hospital para revisarnos y odie llegar a ese hospital porque me encontraría con el ministro.
—Valiente actuación Alex— dice él.
—No se cansa de hostigarme o de acosarme— digo mientras me pongo el respirador en la mano.
—Tienes un gran talento y lo desperdicias insultándome, salvaste a personas hoy y demostraste gran liderazgo— dice.
—Si lo dice para que tome una decisión rápido sobre los corazones rojos, déjeme informarle que sigo pensando en que no lo hare— digo un poco enojado.
Esa misma noche me quedé en casa y decidí descansar de un agitado día y algo rondaba mi mente y eran las palabras del ministro: talento y liderazgo, quizás nací para esto y no me he dado cuento, no he aceptado mi destino o quien soy ahora, debo de pensar bien esto.