Los Cuatro Príncipes

Introducción

El primer día de clases de una nueva generación. En las calles cercanas a la Excel School se podía ver a muchos jóvenes caminando rumbo a ésta. Era un nuevo comienzo. Cuatro jóvenes se acababan de reunir en una esquina de esas calles…

—¿Listos para empezar el año? —preguntó uno de ellos, de cabello negro y corto, muy cortito.

—¡Qué bueno que estamos juntos! Dicen que, para el segundo año, mezclaron a muchos grupos por los reprobados que hubo —decía otro chico, de cabello castaño rojizo, corto también.

—Es el destino, nosotros estamos juntos desde la secundaria. No nos van a separar tan fácilmente —decía un chico rubio, de cabello rebelde y un poco largo, si no es porque se levantaban las puntas, su corte estaría prohibido en la escuela.

—Es genial volver a verlos —dijo finalmente el cuarto, de cabello corto, teñido y despeinado.

—Francis, ¿todo bien después del accidente? —le preguntó al último que habló.

—Estoy bien, Joshua. Gracias a que Karl se basa en la tecnología de la científica Tania, pude sobrevivir con prótesis avanzadas.

—¿Cómo si fueras mitad androide? ¡Wow! ¡Wow! ¡Qué impresionante! —exclamó el rubio mientras lo miraba.

—Dany exagerando como siempre —comentó Jamie, el de cabello castaño—. Creo que deberíamos irnos, se nos hará tarde.

—Claro —concluyó el líder de ese grupito, Joshua.

Comenzaron a caminar.

En otro lado. Una chica de cabello negro, atado a una coleta, largo y con flequito, salió corriendo de su casa y se subió a su auto…

—¡Voy a llegar tarde! —exclamó mientras encendía el auto y salía de reversa.

Ni siquiera se fijó si podía seguir avanzando, todo ocurrió tan rápido y sintió que le había pegado a algo… o a alguien… Se detuvo, estaba muy asustada. Rápidamente bajó del auto y caminó hacia la parte de atrás. Fue una terrible sorpresa ver que había aventado a alguien. Un chico de su edad que también se dirigía a la escuela, de cabello negro, con varios mechones regados en el suelo. Estaba inconsciente.

—¡No puede ser! ¡No puede ser! —la chica comenzó a llorar— ¿Estás bien? ¡Por favor no te mueras!

Pero él no respondía.

—Ay, no… y eres uno de mis compañeros de clase —lo reconoció al acercarse más, tomó su cabeza entre sus manos—. ¡Por favor, Uriel! ¡Responde!

Estaba muy desesperada.

—¿Sucede algo, Azucena? —salió su madre— ¡Oh, no puedo creerlo! —al ver la escena, inmediatamente fue a buscar el teléfono para llamar a una ambulancia.

Uriel estaba inconsciente, el golpe que había recibido en la cabeza era de gravedad y si no se trataba a tiempo podía morir. Parecía que su alma estaba vagando en medio de una gran oscuridad.

—¿Quieres vivir? —se escuchó una voz, una voz amigable, tranquila, sin intenciones de nada.

—¿Quién eres tú? —preguntó al casi poder abrir los ojos. No veía con claridad quien le hablaba.

—Yo te puedo dar el privilegio de seguir viviendo en el Mundo Real. Solo tienes que hacer una promesa.

—¿Una promesa? —la visión era tan borrosa para él— No entiendo…

—¿Quieres seguir viviendo? —preguntó una vez más.

Los paramédicos estaban muy apurados en la ambulancia. Sabían que, si no lo atendían, lo perderían.

—No… yo no quiero morir… tengo 16…

—Promete que me ayudarás, te daré poderes a cambio además de tu vida.

—¿Poderes? Solo quiero mi vida.

—No seas modesto. Te lo ofrezco de buena voluntad.

Una luz que estaba enfrente de él crecía cada vez más, algo lo estaba llamando, algo le decía que ya tenía que dejar el mundo.

—¡Quiero vivir! ¡Quiero quedarme más tiempo! ¡Prometo hacer lo que quieras!

Las clases empezaron en la Excel School.

—¿Es verdad que atropellaste a Uriel? —preguntaba Dora, muy sorprendida, a su amiga Azucena.

—Me siento tan mal… no hubiera venido a la escuela.

—Pero, ¿Por qué no lo acompañaste al hospital? Qué fea eres…

Dora era una chica que tenía un estilo de peinado único en su clase, se había teñido el cabello de color azul rey, tinte profesional y de fantasía. Llevaba dos colitas, las cuales se dividían en tres secciones, como si fueran rizos. Ella y Azucena eran las chicas más populares y arregladas de la escuela. No las querían mucho por ser tan presumidas.

Pasó el primer día de escuela sin ninguna novedad entre los alumnos. Terminó la jornada para dar paso a una tarde nublada. El cielo se oscureció muy temprano, comenzó a llover y siguió lloviendo hasta que anocheció. Los truenos eran muy fuertes y los relámpagos iluminaban la ciudad en medio de la noche.

—Si algo recuerdo de mi vida, nunca hice nada malo… —murmuraba Uriel en la iglesia, ya estaba fuera de hospital para esa hora.

Los paramédicos se habían sorprendido por la rápida que fue su recuperación, estaba muy grave pero cuando intervinieron, la herida en su cabeza desapareció sin dar razones. Se levantó y pudo seguir como si nada hubiera pasado.




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