Los Cuatro Príncipes

El Plan del Siglo

Amaneció y las calles estaban encharcadas por la lluvia de la noche anterior. El clima estaba bien para la mañana, así que los alumnos pudieron ir a clases sin ningún problema. Elizabeth iba saliendo de su casa junto con su hermano John. El chico de cabello rojo se sorprendió al ver que ella se iba por otro lado…

—Elizabeth, la escuela queda por acá…

—No voy a ir a clases —dijo, haciendo mover su largo cabello negro al momento de voltear.

—¿Vas a faltar como ayer? Recuerda, si no asistes, te van a reprobar. Estás repitiendo el año otra vez, ya hasta vamos en el mismo salón —decía el hermano menor.

—No te metas en mis asuntos, si eso pasa es mi problema. Tú ve a la escuela, yo voy a ir al Recording Studio.

—¿A qué vas a ese lugar?

—¡Ya te dije que es algo que no te importa!

John no le siguió preguntando a su hermana y comenzó a caminar hacia la escuela. Elizabeth se dirigió al Recording Studio.

Llegó al edificio y entró. Parecía que ya la conocían, puesto a que pudo pasar directamente a la oficina de Christopher… tocó la puerta y, después de escuchar un «¡Adelante!», la abrió para entrar.

—Elizabeth, ¡qué gusto tenerte aquí! —dijo el Director, acompañado de Arthur, parecía que iban a tener una reunión.

—Gracias a ustedes por aceptarme… —dijo la chica, siendo algo tímida.

—Tu padre, Arturo, tuvo que viajar esta mañana por cuestiones de trabajo. Espero que ya estés informada. El día de ayer habló con él.

Era la primera vez que la chica veía a Arthur, no podía creer que ‘él’ fuera su abuelo, se veía tan joven.

—Arturo dijo que eras perfecta para sustituirlo, ¿puedo contar contigo? —preguntó Arthur.

—¡Claro! Mi papá sabe que yo soy mucho mejor que mi hermano John. Lo que no me explico es… ¿tú eres mi abuelo? Es estúpido, yo soy mucho más grande.

—Tienes 17, si no me equivoco —respondió—. Sí, soy tu abuelo. Te explicaré todo acerca de la magia oscura para que lo entiendas.

—¿Magia? ¡Eso no existe! ¿Me hicieron venir para hablarme de estupideces? Prefiero quedarme a trabajar en el Recording Studio como locutora.

—¿Por qué no crees en la magia? —Christopher estaba sorprendido— Tu madre era…

—No es necesario convencerla de que existe —interrumpió Arthur—. Elizabeth, ¿no te han contado tus padres sobre una joya que tienen tus abuelos maternos?

—¿Una joya?

El Director y Arthur solo se miraron, esta chica no sabía absolutamente nada.

—Verás, si nos hacemos de esa joya, podemos gobernar esta ciudad. Para ello, tenemos el Plan del Siglo. ¿Quieres participar?

La chica se quedó pensando por unos segundos, aceptó sin cuestionar nada más.

—Es mejor que ir a la escuela.

En Excel School, todos estaban asombrados…

—¿Es verdad que estabas en emergencias ayer?

—Fue Azucena, ¿cierto?

—No puedo creer que ya estés bien.

Eran los comentarios que recibía Uriel. Algunos alumnos de su salón estaban rodeando su lugar.

—Uriel, ¡quiero disculparme contigo! ¡Qué bueno que estás bien! —Azucena hizo a un lado a sus compañeros para darse paso— ¿Me perdonas?

—Sí, pero aléjate de mí —fue la respuesta cortante que recibió de él.

La chica no supo que más decir. Dora se acercó para alejar a su amiga.

—Es lo menos que te mereces, vamos a nuestros lugares.

A una cierta distancia, Joshua y sus amigos estaban viendo la escena…

—Todos se asombran por el accidente de Uriel, ¡ni siquiera fue la gran cosa! ¡El de Francis estuvo peor!

—¡Dany! —sus compañeros le llamaron la atención al mismo tiempo.

—No creo que sea bueno comparar accidentes… —dijo Francis, tratando de olvidar el suyo.

—Es raro… Uriel respondió muy cortante —observó Jamie.

—Ese chico es de los que se acaban de integrar al grupo, ¿verdad? —preguntó Joshua— Al igual que el par de presumidas.

—Sí, creo que sí.

—¿Cómo sabes que él no es así? —preguntó Dany a Jamie.

—Lo había visto en la biblioteca el año pasado, era muy tímido.

—Yo también sería grosero con la chica que me atropelló —recalcó Francis.

—Entonces, ¿si fue Azucena? —Dany era demasiado despistado.

Por otra parte…

Estaba una chica, de cabello rubio cenizo, viendo hacia los cuatro jóvenes; parecía que le gustaba alguien de ahí por su expresión en el rostro. Tenía los ojos marrones y se peinaba de dos molotes pequeños, los cuales dejaban la mitad de su cabello suelto.

—Hola… tú debes ser Melany.

Reaccionó y miró a una chica que le hablaba en ese momento. Ella tenía el cabello rojo oscuro y muy corto.

—Sí. Mucho gusto.




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