Los Cuatro Príncipes

Banda Tributo

El tercer día de clases. No habían pasado cosas interesantes, hasta el día de hoy en la mañana.

—¿Me ayudas a hacer el desayuno? Voy a ir por leche.

—Sí, hermana —contestó Joshua al tomar un sartén y prender la estufa.

Joshua se acababa de levantar e iba a desayunar antes de irse a la escuela. Tenía mucho sueño que ni siquiera puso atención en lo que hacía. Estaba encendida la estufa y el sartén con aceite comenzó a calentarse. Se suponía que cocinaría unos huevos, pero en lugar de eso, echó un poco de agua cuando el aceite empezaba a hervir. Tanto bostezar no lo hizo darse cuenta de lo que estaba haciendo, hasta que miró una gran flama saliendo del sartén.

—¿Qué? —abrió los ojos, despertó totalmente— ¡No! ¡No! ¡No! ¡Apágate! ¡Apágate! —decía desesperadamente.

Usó sus propias manos como si con ellas pudiera desaparecer el pequeño incendio, inconscientemente logró apagarlo y el sartén quedó seco. Cayó en cuenta sobre lo que acababa de suceder…

—Usé mis manos y… no me quemé… —miraba sus manos, intactas, como si no hubiera pasado nada. Eso fue muy extraño.

—Joshua, ¿aún no haces el desayuno? —regresó su hermana mayor— Ve a cambiarte o se te hará tarde.

En otra casa, alguien pasaba por una situación similar…

—Es bueno que vengas a revisión, Francis —decía Karl, el joven que le había ayudado a superar el accidente—. Me da gusto que los implantes funcionen bien para ti, eso significa que he alcanzado a Tania en el campo de la tecnología robótica.

—La admiras demasiado, ¿verdad? —preguntó él— Te agradezco que hagas esto sin cobrarme, si hubiera ido a un hospital, no me imagino la cuenta…

—Para mí es un ensayo, así que no te preocupes. Debo seguir mejorando.

Karl Macker era un joven de 20 años que se dedicaba a la ciencia, estudiaba en la universidad la carrera de robótica y tecnología automatizada. La científica Tania era su ejemplo a seguir.

—Quiero hacer unas pruebas de recarga para el generador, pero… necesito algo que contenga la energía.

—Puedo hacerlo, no creo que me dañe.

—Es todo lo contrario, Francis, tus partes metálicas conducen a la electricidad y llegan al resto de tu cuerpo. Aunque, pensándolo bien, no utilizaré mucha carga. Podrías resistirlo.

Francis se colocó unos lentes semi oscuros, estaba listo para ayudar a Karl. Tomó unos cables y esperó a recibir la energía.

—Ayudarte con tus experimentos es lo menos que puedo hacer —dijo.

—Bien, aquí vamos.

Encendió el generador, Karl trató de mantener el mínimo de energía para no lastimar a Francis, pero fue inútil, la energía se desprendió de una manera inesperada. Hubo sobre carga y todo iba directo a él…

—¡Creo que fue una mala idea! —exclamó Francis al ver esto.

Cerró los ojos y trató de soportar todo, no pensó que fuera tan fácil que su cuerpo soportara la energía que estaba recibiendo. Abrió los ojos, quedando sorprendido. Karl estaba muy preocupado y apagó su generador lo más rápido posible.

—¡Francis! ¡Francis! ¿Estás bien?

Se acercó al mencionado, estaba asustado, tal vez con esa energía pudo haber muerto…

—¡No te preocupes! —dijo al soltar los cables— ¡Estoy bien! Lo pude soportar.

—¿En serio? —Karl no lo podía creer.

—Tengo que irme, llegaré tarde a clases. ¡Adiós, Karl!

Salió rápidamente.

En la calle, rumbo a la escuela. Jamie iba caminando… «¡Qué raro que no vengan los demás!» Pensaba. En un local de alimentos congelados, un señor trataba de bajar un enorme cubo de hielo. Estaba pesado para su edad y, en un instante, el cubo se le escapó de las manos, a pesar de que él estaba usando guantes…

—¡Cuidado! —Jamie reaccionó y sostuvo el cubo con las manos desnudas— Tenga cuidado, señor, estaba a punto de caer sobre sus pies.

—¡Muchas gracias! —respondió, y luego vio que Jamie no tenía ninguna especie de protección— Joven, debería…

—¿Dónde lo coloco? Le ayudo a llevarlo hasta su lugar —dijo, sin sentir nada al sostener ese cubo congelado.

El señor estaba sorprendido, lo único que pudo hacer fue señalarle el lugar donde iría ese cubo para que lo soltara rápido.

En la casa de la familia Beenzi…

—¡Oh, no! ¡Voy a llegar tarde a la escuela! Llevo récord de no llegar tarde 2 días —Dany salió de su habitación, ya con su uniforme.

Corrió por el pasillo, salió de su casa y antes de bajar las escaleras del patio, se topó con algo. Una de las sirvientas arrojó agua, como parte de sus labores de limpieza, y esa agua iba directamente a Dany…

—¡No! ¡Mi uniforme limpio! —gritó y puso las manos como si con ellas pudiera formar una especie de barrera contra el agua.

El agua cayó al suelo y él quedó seco.

—¿Ah? —se dio cuenta de lo sucedido.

—Joven Daniel, por favor discúlpeme. En seguida seco su uniforme.

—Ah… no hay problema. Tengo que irme, no quiero llegar tarde —dijo al bajar las escaleras rápidamente.




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