Los Cuatro Príncipes

El Concierto

En una de las casas más lujosas de Foreverfree City, vivía la actriz más famosa de la ciudad, la mejor de todas. Clara había regresado también, su papel como protagonista de esa serie era el único trabajo que tenía por el momento. En cuanto llegó, ordenó hablar con Alan, su hijo.

—¿Sabes lo que significa ignorar mis mensajes? ¿Qué es lo que está pasando?

El joven rubio se había quedado a solas con su madre.

—Lo siento, he estado ocupado —fue su respuesta.

—¿Tan ocupado anunciando un lugar cualquiera como ‘el Liceo’? —dijo, al momento de arrojar un periódico donde se mostraba la foto de dicho lugar— ¿Qué es lo que tienes en la cabeza? Rechazaste la campaña de fragancias europeas por esto. He tenido que inventar muchas excusas para quedar bien con la prensa.

—Hay otros modelos que pueden promocionar.

—¡Tú eres la imagen perfecta para una representación europea! —regañó— ¿Tienes idea de lo mal que quedé ante los franceses? ¡Te ordeno que renuncies al Liceo hoy mismo!

—¡Me niego a hacerlo! —alzó la voz.

—¡No me contradigas, Alan! Soy tu madre.

—No me importa. Estoy harto de que me des órdenes como si fuera uno de tus sirvientes. ¡Déjame en paz! Yo sé lo que estoy haciendo con mi vida.

Alan comenzó a caminar para salir del enorme estudio.

—Si no obedeces, ¡me encargaré de quitarte todo! Gracias a mí eres famoso, que no se te olvide.

—¿Solo por qué soy tu hijo? ¿Hijo de la gran actriz Clara Diamond? —Alan se detuvo a lado de un pequeño stand con muestras de las fragancias que tenía que promocionar—. Desde que nací siempre quisiste que yo fuera el centro de atención, ¡si me quitas todo eso, estaré bien! —en ese momento, extendió la mano para tirar todas las muestras de perfumes— ¡Adelante! ¡Hazlo! —retó.

El silencio se apoderó del lugar, dejando todos los frascos rotos en el suelo, con las fragancias derramadas y mezcladas alrededor. No hubo más palabras. Alan salió del estudio.

—¿Qué le pasa a mi Alan? Jamás me había hablado así…

Alan salió de su casa para ir al Liceo. Subió a su auto y se sentó en la parte trasera. El chofer sabía a donde se dirigía, así que no hubo necesidad de preguntar. Mientras recorrían las calles de la ciudad, en un semáforo en rojo, Alan miró por la ventanilla. Necesitaba aire fresco y la abrió, sin importarle si alguien lo reconocía. Algo llamó su atención: «Primer concierto de la banda tributo, hoy 24 de diciembre.» Leyó el anuncio que estaba en una parada de autobús. Tal vez habría considerado estar ahí…

—¡Hoy es el día! —Joshua estaba muy emocionado.

—Se ve muy feliz desde que volvió con Sharon —comentó Dany.

—Sí, ya le hacía falta —dijo Jamie.

—Hoy es nuestro primer concierto en la ciudad, ¿ustedes no están felices?

—Claro que sí, pero tu irradias felicidad —respondió Francis.

—Yo también estoy muy contenta —Mayra llegó al salón—. Va a ser uno de mis primeros logros en el Recording Studio. Mi camino como representante ha comenzado.

—¡Felicidades, Mayra!

—Bien, ya acabaron de ensayar. Vayan a descansar, no se presionen mucho, nos vemos a las 5 de la tarde para la prueba de sonido.

—Gracias.

—Muchas gracias, Mayra.

Se retiraron.

En el Recording Studio…

—Tal vez sea culpa de tu hija, Christopher —acusó Arthur.

—¿Culpa de Britanny?

—No encuentro otra razón, alguien debió decirles que en el Liceo pasaban cosas raras. No podemos confiar en ella, está inscrita y podría revelar información.

—Britanny se ha mantenido al margen de todo. Yo mismo he evitado que se involucre, aunque claro, fue inevitable su inscripción en el Liceo. Si le prohibía estar ahí, sospecharía con mayor razón. ¿Debo hablar con ella?

—No… no es necesario —respondió—. Me encargué de ponerles un Hechizo de Control a ella y a Sherly.

—¿Atacaste a mi hija? —preguntó Christopher.

—Solo es un hechizo, ella está bien.

Joshua y sus amigos iban caminando por la calle, cuando de pronto, se encontraron con Kevin.

—A un lado, idiotas. Voy a ir a ver a Santa Claus en víspera de Navidad y le diré que he cambiado.

—Espera, Kevin —dijo Dany, al detenerlo—. Tenemos que hablar contigo.

—Dany… no es necesario —comentó Joshua.

—¡Sí es necesario! —aclaró y luego se agachó para estar a la altura del niño— ¿Estás inscrito en el Liceo? Entrenando y haciendo maniobras militares…

—Así es —contestó sin dudarlo un segundo—. Soy uno de los mejores, además de ser el único niño inscrito.

Los jóvenes se miraron entre sí, sus conclusiones sobre ese comentario se las guardaron en ese momento…

—Ah… ¿el único niño? Y dime, Kevin… ¿tienes equipo? Escuché que a tu hermano lo eligieron como uno de los mejores —continuó Dany.




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