Los Cuatro Príncipes

Distracciones

Saliendo de clases, después de terminar otra jornada, los alumnos habían dejado de molestar a Sherly. Al verla deprimida, ya no tenían ganas de hacerlo, además de que Melany la apoyaba. Karie estaba despidiéndose de sus amigos.

—Hoy es mi primer día en el Liceo, haré equipo con Kenneth y Emilio.

—Ahora entiendo por qué Sherly está deprimida, el haber sido expulsada de ese lugar después de ser parte del mejor equipo, debió ser devastador —comentó Joshua.

—Sí, pero tenía que haber algún sacrificio. Tenemos ventaja con Karie dentro.

—¿Cómo puedes ser tan insensible, Francis? —preguntó Jamie.

—¿Qué quieres que haga? ¿Qué vaya a consolarla? ¿Qué le diga a Karie que renuncie para devolverle su lugar?

—Solo no hagas comentarios tan hirientes.

—No se lo dije directamente, no te quejes.

—¡Dejen de discutir! —pidió Dany— ¿Por qué siempre estamos discutiendo? Primero fuimos Joshua y yo, y ahora son ustedes.

—Si Jamie tiene tantas ganas de ayudar, que vaya con Melany a hacerle compañía a Sherly.

—Creo que es suficiente que ella esté ahí.

—Pero te gustaría ir, ¿no? Sabes que no puedes estar con ella porque te distraerías de nuestra misión.

—Exacto. ¡No tienes por qué mencionarlo! ¡Ya lo sé!

—Oigan… —Joshua trató de intervenir.

—Entonces deja de ser tan sensible, si te ofende mi comentario, no estás listo para esto —Francis cruzó los brazos.

—¡Nunca dije que me haya ofendido!

Karie solo se fue, dejando a los chicos con sus propios problemas. En eso, llegaron Betsy y Mark…

—¿Por qué Karie no llegó a casa si ya estaba a salvo?

—Creo que se quedó a dormir con Selene —respondió él.

—Esperen… no podemos discutir, estamos avanzando con esto de investigar al Liceo, no pueden enojarse a estas alturas —pedía Joshua.

—¿Qué sucede? —preguntó Betsy.

—Últimamente hemos estado discutiendo —respondió Dany—. Y es por cualquier cosa… la vez pasada, se nos escapó Unknown porque yo discutía con Joshua.

—¡Vaya que la Princesa supo elegirlos! —exclamó Mark, sarcásticamente.

—Es verdad… tenemos algo muy importante que decirles —Betsy recordó todo lo que había pasado con Sandra y el asunto de la Profecía.

—¿Algo muy importante? —preguntó Joshua.

—Sí, tiene que ver con Uriel y con la Princesa Kristal.

Esto hizo que Francis y Jamie dejaran de discutir…

En el entrenamiento de futbol.

—¿Por qué están faltando muchos? Ya vamos a jugar el sábado y tenemos que estar al 100% —se quejaba Emilio.

—Esta vez faltaron Uriel, Mark, Benny, Joshua, Dany, Francis y Jamie. ¡Casi la mitad del equipo! —decía Ted, muy impresionado— ¡Esto está muy mal!

—En el caso de Uriel, ni siquiera ha venido a clases, pero los demás… —decía Israel.

Kenneth estaba en la cancha, con un pie encima del balón y viendo hacia la nada…

—¡Oye, Kenneth! Hoy faltaron muchos, ¿Qué vamos a hacer? —preguntaba Emilio.

—Creo que debemos descansar —sugirió Giovanni—. Parece que nuestro capitán no está muy concentrado.

Emilio lo miró, recordó cuando Sherly había dicho: «¡Pero no fui la única! También faltaron Violeta y Giovanni.»

En el Liceo…

—¡No puedo creerlo! —exclamó Christopher— Nancy, la famosa ladrona, está aquí.

—¡Hasta que por fin alguien me reconoció!

—¿Qué está haciendo ella aquí? —le preguntó a Arthur.

—Es nuestra nueva aliada. Uriel tuvo que renunciar.

—No puede ser… ¿Qué dicen los medios? Tenemos a Alan Faisher llamando la atención como para que lo mezcles con ella.

—¡Oye!

—Ya me ocupé de eso —respondió Arthur—. Con un hechizo hice que su identidad pasara desapercibida ante el público. Claro que tú eres la excepción, junto con Elizabeth y Kevin.

—¿Con un hechizo? ¿Estás hablando de magia enfrente de ella y su amiga? —Christopher estaba más impresionado.

—No hay ningún problema, ellas ya lo saben.

—¿Por qué dices que Uriel tuvo que ‘renunciar’? ¿Qué no dijiste que te había traicionado? —preguntó Nancy.

Melody solo estaba en silencio, era incapaz de decir algo ante alguien con poderes mágicos y temía por la actitud de su amiga.

—Oh… es cierto. Me traicionó —aclaró.

—Eres muy raro, nunca había conocido a alguien que relevara su identidad y, al mismo tiempo, tratara de esconder algo —comentó la mujer.

—No estoy escondiendo nada.

—¿De verdad?

—Bien, creo que sí lo estoy haciendo. No te he dicho cuántos años tengo.

Christopher no podía creer lo que escuchaba, ¿acaso le iba a mencionar sobre su juventud eterna? ¿A ella? Una desconocida que apenas se acababa de unir.




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